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Imabari-shi, nuestra ciudad hermana
- 09/10/2022 00:00
- 09/10/2022 00:00
Durante las pasadas olimpíadas de Japón se escuchó el concepto de “Ciudades Hermanas” y para el asombro de muchos, se descubrió que la Ciudad de Imabari-shi en la prefectura de Ehime región de Shikoku, era la hermana de Panamá, por lo que decidimos conocerla un poco más.
Ante la pregunta ¿Qué es una ciudad hermana?, debemos decir que el concepto surgió en Europa después de la Segunda Guerra Mundial y el propósito era “fomentar el contacto humano y los enlaces culturales” entre diversos países. Muchos podrían pensar que Imabari-shi es nuestra “hermana” gracias a los Juegos Olímpicos de Tokyo 2020, sin embargo, en el sitio de la JICA —Agencia de Cooperación Internacional del Japón por sus siglas en inglés— nos enteramos de que el “Acuerdo de Hermanamiento” se firmó en marzo de 1977, o sea que este año se cumplen cuarenta y cinco y ni cuenta nos dimos. Así que les propongo recuperar el tiempo perdido y estrechar los lazos con nuestra hermanita japonesa.
Imabari-shi está situada en el mar interior de Seto, punto estratégico durante el período Sengoku o de los estados guerreros (1467-1568). La actual ciudad se fundó en 1920 con la unión de pequeños pueblos y villas, pero está conformada por muchas islas. Las tres más grandes son Oshima, Hakata y Omishima, a las que se puede acceder por los puentes de Kurushima Kaiko Oashi, Hakata oshima y Oishima, al sinfín de islas más pequeñas se puede acceder por ferri o barco.
La ciudad tiene una población de menos de doscientos mil habitantes muchos de los cuales laboran en dos industrias un poco dispares: por un lado está la construcción de barcos y no hablamos de lanchas o yates, sino de tanqueros, cargueros, ferris y barcos de contenedores. Siendo tan pequeña Imabari se lleva la corona pues cuenta con una de las dos industrias navieras y astilleros más grandes de Japón y por si fuera poco, la confección de toallas. Como casi todo en Japón, con ciento veinte años de experiencia en su manufactura, han desarrollado técnicas que hacen de sus toallas las mejores. Para certificarlo existe la prueba de absorción de los “cinco segundos”, en que una toalla puesta en un contenedor de agua debe hundirse antes de ese tiempo, solo entonces obtiene el sello de calidad “toalla de Imabari”. Su mercado abarca el sesenta por ciento de las toallas que se venden en Japón, sin contar con las ventas al extranjero. Por supuesto, ninguna visita a Imabari está completa si no se asiste a disfrutar de la historia y confección del producto en el Museo Ichihiro de toallas.
Como prefectura que se respeta, Imabari cuenta con su propia mascota, Bari-san, un pollito vestido con un obi —faja— en la que sostiene una billetera en forma de barco y en honor de los tres puentes que unen las islas, lleva un puente como sombrero, aunque a primera vista pueda confundirse con una tiara. No es extraño que en Imabari adoren el pollo, para comerlo, por lo que desde nuestro punto de vista Bari-san debería poner pies en polvorosa antes de terminar en la mesa de algún comensal.
Entonces hablemos de su culinaria. Un plato común en Japón es el yakitori —brochetas de pollo que comúnmente se cocinan a las brasas— mientras que en nuestra ciudad hermana colocan las piezas en una plancha que se prensa con otra caliente lo cual logra que se cocine más rápido. Por supuesto que al no estar empalados se come con hashi —palitos con que comen en Japón y diferentes partes de Asia— lo que aleja un poco el placer que regala la brocheta. El gusto por el pollo lo puede disfrutar si pide kawa frito —piel del pollo frita— el senzanki —pollo frito— es el kara-age de siempre, solo que con diferente nombre.
Entre las diversas actividades para los turistas las visitas a los castillos y santuarios son obligadas y muy accesibles por la autopista Shimanami Kaido que une las islas con tierra firme y cuenta con un carril para bicicletas y otro para peatones lo que permite extasiarse con las vistas no solo de tierra firme sino de los puentes que unen las islas principales. En lo personal consideramos inadmisible perderse el paseo en barco por los rápidos que se forman entre las islas, por los paisajes y remolinos que hacen sentir la fuerza del mar.
Algunos paseos incluyen la visita a la isla Noshima, hogar de los piratas de Murakami que dominaron el mar de Seto en el período Sengoku. Del pescado de esta área, se dice que su carne es compacta y de un gusto exquisito, ya que es musculosa por la batalla diaria contra las corrientes del lugar, cuya velocidad puede superar los dieciocho kilómetros por hora.
No podemos terminar sin pensar en nuestros colegas de la Facultad, para los que el Museo de el Museo de Arquitectura Toyo Ito en la isla Omishima es imprescindible. Allí se goza con las exposiciones de obras arquitectónicas hechas en el país, planos, perspectivas y modelos estructurales en 3D. Además, deben hacer una parada especial en el Edificio de la Municipalidad de Imabari-shi, diseñado por el arquitecto japonés Kenzo Tange, ganador del Pritzker de 1987.
Definitivamente un viaje a nuestra ciudad hermana debe estar en la lista de cualquier panameño que visite Japón, pues no dudamos que con la pequeña población del lugar, lo harán sentirse casi una celebridad, pero 'por favor' de hacerlo no olvide llevar souvenirs para dejar recuerdos a nuestros hermanos japoneses.
El autor es Doctor en Comunicación Audiovisual y Vicedecano de la Facultad de Arquitectura y Diseño.