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Gustavo Rodríguez: 'Sí, he tenido que empezar a preocuparme por la vejez'
- 28/08/2023 16:05
- 28/08/2023 16:05
La rutina de Gustavo Rodríguez (Lima, 1968) para escribir “es tan aburrida como ver a una pared secar su pintura”, así la define él. La compara con la jornada de un oficinista en casa. Se levanta muy temprano, hace ejercicio, se ducha, hace desayuno y va a su estudio a escribir todas las horas que sean posibles.
A pesar de ser ganador del premio Alfaguara 2023, no tiene ni una pizca de soberbia. Al contrario, saluda con respeto, mira a los ojos mientras da la mano. Sin pena alguna se sirve un café y se sienta a conversar de su premiada obra Cien cuyes. Un libro que tiene a la dignidad atravesada en sus páginas. Morir con dignidad, vivir con dignidad; un derecho que para el escritor depende de una “lotería cósmica”.
Su primera novela La furia de Aquiles fue publicada en el 2001. Relata que en aquellos tiempos se dedicaba también a otros oficios y sólo podía escribir los fines de semana. Aglomera unas siete novelas más. Es autor de libros infantiles y juveniles. Además, de su pódcast 'Machista con hijas' se desprende el libro del mismo nombre, en el que cuenta cómo sus tres hijas desmontaron su antigua mentalidad.
Siempre he sido atrevido con lo que quiero decir, quizá soy más auténtico en el cómo. En nuestra sociedad, en nuestros países, cuando yo era joven había una élite cultural que dictaminaba qué era lo culto, o lo más aspirable, y tenía que ver mucho con la mirada académica de la cultura. De pronto uno va envejeciendo, se va despercudiendo de esos lastres y te vas dando cuenta de que la cultura es absolutamente todo. Mi educación sentimental no solamente se basa en los muchos libros que he leído, sino en las películas que he visto, en las series de televisión, en las canciones. Siento que mi literatura ha ganado autenticidad y muchos lectores que tienen una educación sentimental parecida a la mía, conectan también con eso.
Te confieso que tengo una condición muy particular y es que tiendo a olvidar lo que he leído y lo que he visto últimamente, tanto así, que a veces me pongo a ver una película y a la mitad me doy cuenta de que ya la había visto, eso no significa que no se queden conmigo, son parte de mi, de mi magma inconsciente al que echo mano después para hacer mis propias ficciones o asociaciones.
Pero a ver, últimamente ¡ay, caramba! hay un ensayo, monumental, que a mí me impactó por su audacia, por su ambición. Se llama Delirio Americano del colombiano Carlos Granes. Es un ensayo abarcador tremendo que conecta la ambición de los artistas con la de los políticos, me parece fascinante.
Hay una novela peruana que se llama El espía del inca escrita por Rafael Domet, me impactó por lo ambiciosa que es. De repente la admiro porque es algo que yo jamás podría escribir en mi vida, hay que tener una mente muy privilegiada y especial para escribir un libro así.
Y, hay una serie de televisión que fue una total sorpresa y que no está tan promocionada, se llama The Americans, no es nueva, ya tiene algunos años, pero narra la historia de una familia de espías soviéticos en Washington, Estados Unidos y cómo tienen que pasar desapercibidos incluso ante sus hijos norteamericanos.
Sin darme cuenta, lo que he escrito es un homenaje a toda la gente mayor que he conocido en mi vida, que ha sido mi mentora o de la que he absorbido algún tipo de sabiduría. Soy un tipo autodidacta que no tiene estudios universitarios. Si de algo me siento orgulloso es de mi inmensa curiosidad que trato de saciar y de haber podido estar cerca de gente brillante, mayor que yo, que ha sido generosa conmigo. Quizá escribir esta novela sea una manera de reconocer ese bagaje que ellos me han entregado.
Una pregunta válida... un escritor de ficción que aspire a crear personajes verosímiles y ojalá memorables, debe tener una gran capacidad de empatía, observar más que hablar y he sido un niño que ha observado más de lo que ha hablado. Desde pequeñito rodeado de gente mayor, son más de 50 años observando, tomando nota, poniéndome en el lugar de ellos para desplegar todo este acumulado que tengo. Es verdad que no habría podido escribir esta novela hace 10 años, en honor, a la preocupación de tu amigo, sí, he tenido que empezar a preocuparme por la vejez, que ya viene galopando hacia mí.
Ojalá que un gran porcentaje esté ocupado por risas, abrazos y bocas abiertas ante espectáculos maravillosos de la naturaleza.
Porque sería inverosímil que en una sociedad como la peruana o una sociedad latinoamericana, como lo es la peruana, una trabajadora que se encarga del cuidado de una familia burguesa, no sea migrante. O sea, en países como el Perú, la gran fuerza laboral en las ciudades importantes, en Lima en este caso, proviene de la migración interna de regiones, de provincias, que van a la capital, a esta sociedad tan centralista en busca de un mejor futuro. Esa es la verdadera, razón. No habría sido tan creíble si lo hacía de otra forma.
Quizás el miedo a envejecer sin dignidad. Uno se sienta a escribir una obra de ficción hurgando dentro de sus propias preocupaciones sin saber que las tiene. A la distancia, puedo decir que quizá refleje por igual la preocupación por envejecer dignamente y también el deseo, la ilusión de tener una vejez con amistades consolidadas, generosas y bondadosas con conmigo.
Una pregunta muy interesante y me alegro mucho de que me la hagas ahora pasados los 50 años.
Tengo 55. Entonces, para mí es un alivio y de agradecer haber obtenido este premio ahora y no a los veintitantos o quizá treinta y tantos, porque quizás en ese instante me hubiera envanecido estúpidamente o me habría sentido presionado a que mis próximas obras llenen expectativas. Ya pasé por esa etapa de estupidez (risas).
En realidad quiero volver a sentarme a escribir mi próxima novela tal como me senté a escribir esta, la anterior y la anterior a esa. Queriendo ser lo más auténtico posible con la ilusión, la esperanza, de que esa botella lanzada al mar de lectores, sea recogida por personas que conecten su sensibilidad con la mía. Es verdad que ahora con el premio puede haber más personas esperando la botella y es algo muy gratificante que te da.
Más que dictadura están buscando a un padre autoritario y de ahí a la dictadura, pues hay un paso. Pero, inconscientemente estamos buscando esa mano dura que nos ponga en orden, porque nosotros no sabemos ponernos de acuerdo para ordenarnos entre nosotros. Preferimos creer que alguien va a venir a ordenarnos como si fuera un Mesías, como si las sociedades estables o en camino al desarrollo fueran producto de un acto mágico.
Es terrible porque los políticos, los asesores de campaña, se aprovechan de esta creencia infantil y nos hacen votar por historias, por salvadores que van a venir. Cada vez que en Perú y en nuestros países se ha votado por un “Salvador”, con los años nos damos cuenta de que nos hemos ido al carajo. Deberíamos empezar a creer más en el poder de la solidaridad, de la empatía más que en los atributos místicos de alguien que venga a ordenarnos. Más que buscar un salvador autoritario conviene que empecemos a ponernos de acuerdo entre nosotros en vez de seguir cavando zanjas y trincheras.
No todavía no hay críticas. Los políticos de mi país leen muy poca literatura.