Así se vivió el emotivo funeral del papa Francisco. El evento reunió a mas de 200.000 personas en la Plaza San Pedro, con la presencia de 130 delegaciones...
- 06/03/2011 01:00
A hí están, ahí están, como la puerta de Alcalá, desde hace siglos y siglos. Las miradas de oveja perdidas en un punto indefinido del espacio, las bocas babeantes vociferando exabruptos contra el resto del mundo mundial. Los dedos extendidos señalando. Bendiciendo a los que no son como ellos con palabras que suenan como amenazas soslayadas o maldiciendo abiertamente cuando las amenazas no surten efecto. Han cambiado los tiempos y han cambiado sus hábitos, pero ellos siguen igual, cuatro o cinco mil años después. Siguen amenazando con plagas horrendas, con castigos divinos, con ríos de sangre y con hordas de asirios y babilonios invadiendo tus hogares. Ahí están, como todos los años, como siempre, teniendo la verdad absoluta, sin dudas, sin fisuras, un bloque monolítico de certeza dentro de su mente. La verdad absoluta porque se lo ha dicho Dios. Y digo yo, ¿no es terriblemente pretencioso pretender que un dios habla contigo de tú a tú? A mí me impondría un poco que el tipo se me presentase delante y me dijera, ‘Hey, ¿cómo estás colega? Fíjate que vengo a darte las indicaciones para que el resto de los seis mil y pico millones de personas del mundo te hagan caso y te sigan’. Digo yo que si es todopoderoso y domina la ubicuidad y todo eso, podría presentarse Él mismo a cada una de las personas y decirles a cada una de ellas que los carnavales son malos ¿no? Si han leído ustedes hasta este punto, supongo que estoy escribiendo para creyentes moderados y razonables, y este es un buen momento para dejar claro que no soy atea, ni nada que se le parezca, y que no carnavaleo porque a mi, eso de que me soben sin pagarme nunca me ha gustado (sí, he dicho sin pagarme, porque a pesar de lo que digan los puritanos, todos tenemos un precio, y el mío, por ahora, sólo lo paga una persona). Pero los autonombrados profetas (¡oh, perdón!, que los nombró Dios en la intimidad de su comunión con Él), pues eso, que los profetas son los encargados de enseñarnos cómo debemos actuar en cada época del año, cómo debemos vivir cada momento de nuestro día, todos a una como Fuenteovejuna. Y en estas fechas carnestoléndicas el paroxismo de los modernos profetas llega al límite, si el resto del año se mantienen en sus límites conocidos y a duras penas tolerados por los que no tenemos la suerte de tener sus certezas vitales, es decir: aparcando sus vehículos donde les pica su santa gana porque para eso van a hablar con Dios y el resto del universo tiene que fastidiarse; interfiriendo con la vida del resto de los mortales no benditos; interrumpiendo conversaciones en los restaurantes para incluir comentarios bíblicos no pedidos o bendiciones no solicitadas; cantando durante horas y horas y hablando en lenguas, lo cual será una suerte para ellos, pero es una tortura para el resto de los condenados que viven cerca de sus toldas que surgen sin permiso y como setas en cualquier sitio porque es la voluntad de Dios, pues todo eso se eleva a la décima potencia en estos días. La música, el alcohol, la risa, la lujuria desatada, el baile profano, los placeres de la carne en los carnavales los llevan al borde del colapso nervioso, y yo me pregunto, ¿qué tan difícil puede ser para ellos hacer caso del ‘vive y deja vivir’? Al final de los tiempos, si ellos tienen la razón y los demás estamos equivocados, lo único que va a pasar es que ellos estarán allá arriba, en contemplación eterna de la divinidad, mirando hacia las almas de nosotros, los condenados que nos retorcemos en calamidades eternas mientras compartimos caldera con personajes como Baudelaire y Juliano el Apóstata…huuuuuum, la verdad, no les arriendo la ganancia.