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Emilio Torres Arliand, artífice del arte contemporáneo
- 24/06/2019 02:00
- 24/06/2019 02:00
En un antiguo edificio del barrio San Felipe, cerca de la Catedral, un joven muchacho nacido en el barrio de Santa Ana y que estudiaba en el Instituto Bolívar se apresuraba por los inmensos pasillos para llegar al gran salón donde Juan Manuel Cedeño impartía sus clases de dibujo y pintura.
Ahí se encontraba en compañía de Alberto González Palomino, Ear Denis Livingston Brown, Rodrigo (Cañita) Correa, Cristóbal (Tobi) Rodríguez y otros —de los que la memoria tiene fatiga para recordar— en un colectivo afanado por asimilar la mística poseída por los maestros Cedeño, Sinclair, Herrerabarría y Arboleda.
Ese antiguo edificio era la sede de la Escuela de Bellas Artes de la ciudad de Panamá y ese apresurado muchacho, Emilio Ángel Torres Arliand.
Doscientos ochenta balboas fue el costo de un boleto que lo haría alcanzar sus sueños, para lo que, desde la ciudad de Colón, se embarca en la nave ‘Verdi' rumbo a Italia, pues su maestro de escultura Carlos Arboleda, lo había hechizado con cuentos de la ciudad del Renacimiento, Florencia, y con pocas cosas en su posesión, atraca en el antiguo puerto de la ciudad de Génova, en ese noviembre del 1966.
Miguel Ángel Pistoletto y el Arte Pobre'
Llega a la Academia de las Bellas Artes San Marco de la ciudad de Florencia, un poco tarde para matricularse, por lo que fue sometido a un examen de admisión.
La comisión de profesores consideró a Emilio como un estudiante de ‘disciplina escultórica avanzada'. Lo aceptan y lo colocan en el segundo año. Decisión excepcional otorgada solo a alumnos con brillantes capacidades. El panameño del barrio de Santa Ana honra con esta distinción a la maestría poseída por los cultos maestros en Panamá y la exigencia didáctica a la que fue sometido por Juan Manuel Cedeño, Alfredo Sinclair, Adriano Herrerabarría y Carlos Arboleda.
Son las cátedras de Antonio Berti junto a su asistente Giulio Pierucci, la fábrica de grandes escultores europeos, lo que modela al panameño.
‘Las verdaderas esencias que brillan, en lo más profundo de Emilio Torres, son sus estudios sobre Bruno Munari, artista y diseñador gráfico e industrial italiano'.
El inquieto Emilio hace amistad personal con Pierucci quien le abre la oportunidad de conocer el Minimalismo y apreciar todas las vanguardias presentes en Europa, sobre todo a uno de los fundadores de ‘El Arte Pobre' Miguel Ángel Pistoletto.
La energía no se limita a los espacios de la Academia San Marco, pues Torres participa en el ambiente florentino. Conoce al crítico de arte Reinaldo Renaldi, al promotor y artista Maurizio Nannuci… y sobre todo a la incansable promotora cultural Lara Vinca Masini, culminando con una histórica personal en la Galeria Duemila en la ciudad de Boloña.
Emilio Torres participa en varias colectivas en el Palacio Strozzi, Fiesole, Prato y en la ciudad de Florencia; se une a la movida artística en torno a la famosa Galeria Schema, pues ya dentro de sí yacían los horizontes de nuevas concepciones artísticas, sobre todo la madurez intelectual por abandonar los principios del arte moderno e inspeccionar las duras consideraciones del arte conceptual y las artes contemporáneas.
El retorno de Emilio y las artes contemporáneas en Panamá
‘De niño, yo creía que todo el mundo sabía dibujar', me dice Emilio enseñando sus dibujos, en los cuales aparece su rigurosa enseñanza académica forjada a través de muchos años de disciplina artística.
Y al encontrar el catálogo de su segunda exposición en el Sótano de Panarte, apenas regresado de Italia, en la ciudad de Panamá 1971, nos dice: ‘Para ese evento asistió toda mi familia y mi madre me preguntó ¿dónde estaban mis pinturas y esculturas? Le dije que eran esas que estaban allí, y ella, preocupada, me dice: ¿te fuiste hasta Italia para regresar y hacer todas estas porquerías?' (la carcajada fue unánime), pues las obras y exposiciones de Emilio Torres en Panamá, a su regreso, fueron los primeros intentos de obras conceptualizadas como arte integrado que tomaban como referencia el espacio, el color, la geometría, todo en armonía con el espacio donde iba colocado, donde el diseño y la utilización de nuevos materiales eran la esencia de sus propuestas.
Pero la verdadera esencia que brilla en lo más profundo de Emilio Torres son sus estudios sobre Bruno Munari, artista y diseñador gráfico e industrial italiano, teórico de actividades proyectuales, futurista, que marcó todo el mil novecientos en Europa.
Existe un paralelismo en la vida de B. Munari y en la carrera de Emilio Torres que es imposible de evitar, pues todas las decisiones que tomó - en su segundo regreso a tierras italianas —para formarse como escenógrafo (1974 - 1977), surgen bajo una mirada a las artes visuales de integración total, bajo la incorporación de las varias disciplinas de las Artes, cónsonos a las enseñanzas de Munari.
Honor (en vida) a unos de los padres de las artes contemporáneas en Panamá
‘Aristides, te dejo hacerme esta entrevista, con una sola condición: Que pongas en este espacio mis reflexiones visivas y las meditaciones que me están acompañando en mi nuevo proyecto, colocadas a estas alturas de mi vida'. Emilio se refiere a las fotos que acompañan este escrito. Confieso que me sorprendí frente a tal petición y le pedí aclaración.
‘Todo aquel que quiera estudiar arquitectura, debería conocer de disciplina escultórica, esencia del dibujo y del gusto sobre la estética…' y continúa en su explicación: ‘Arte para mí son estas piedras, residuos de un edificio destruido, en el que cada elemento llevó en sí, la ordenada casualidad de la ocupación del espacio… que en mi imaginación se proyecta como el movimiento sinuoso de las ondas del mar', suspende y con su celular sigue buscando las fotos realizadas para sus investigaciones y sigue enseñándome otra foto. ‘Estos grafitos tal vez fueron realizados por albañiles, sin ningún propósito, más bien la plena libertad de comunicar una momentánea sensación… y aquí los documentos; ¡esto para mi es Arte!'… y sigue con más descripciones de su proyecto.
Emilio Torres es, junto a Luis Aguilar Ponce, a Raúl Ceville y a Daniel Richards, artífice de las artes contemporáneas en Panamá, que indicaron con sus obras y sus propuestas el rumbo que teníamos que tomar… y lo más admirable de Emilio es que sigue viendo donde nadie logra mirar, sigue en su fructífera producción artística… imaginando nuevos horizontes, abriendo nuevos caminos.
Me dejó una frase para todos los artistas, que a manera de ‘mía culpa', cierra esta entrevista: ‘No podría coger un pincel en mano, para hacer una pintura, ni mucho menos hacer una escultura… pues ofendería toda la sabiduría que encierran las artes, puesto que los caminos que hemos abierto, nos enseñaron a descubrir nuevas maneras de expresarnos e interpretar el mundo en su contemporaneidad'.