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- 19/05/2013 02:00
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A quel siete de julio del 2012, mientras caía hacia el vacío después de haber saltado por la ventana de su apartamento en Austria, Juan Alvaro Arciria llegó a creer que aquel era el fin. Del dolor, de la culpa, del vértigo fatal que en cuestión de minutos acabó con todo. Con la vida de su esposa. Con los juegos apacibles de su pequeña hija. Con su cuerpo, que terminaría haciéndose añicos contra el gélido pavimento.
Ahí lo encontró la policía. Tirado y roto frente al edificio Darwingasse. Los uniformados subieron al apartamento del roquero colombiano, el 26 A, y encontraron a su hija de cuatro años llorando, todavía en estado de ‘shock’.
También hallaron el cuerpo sin vida de una pelirroja de ojos verdes. Su nombre era Charlotte Brandtner. Ella y Arciria se habían conocido en Panamá, durante los siete años que el guitarrista de la agrupación de Filtro Medusa residió en el Istmo. Por ella, y por la hija de ambos, se había mudado a Austria , dejando atrás a sus compañeros de banda y a sus fanáticos. Fue en busca de amor, pero solo encontró el desafecto, la soledad, la desesperación...
De acuerdo con la revista Semana nunca se supo cuál fue el motivo del crimen pasional. Ante los ojos de los demás ‘eran una familia ideal’. ‘Lo cierto es que luego de apuñalarla el colombiano intentó suicidarse y saltó desde el balcón, de un tercer piso con tan mala suerte que sobrevió’, sostiene la publicación colombiana. ‘El estaba fuera de si’, señala Mónica, una restauradora colombiana, amiga de Arciria y Brandtner.
El miércoles pasado un tribunal en Viena condenó a Arciria por el asesinato de Brandtner. Así lo informó el tribunal regional de la capital austríaca. ‘Hemos visto gran cantidad de delitos, pero rara vez uno que sea tan cruel’, dijo la jueza Martina Krainz al leer el veredicto. Al parecer en su decisión influyó la ‘ausencia pública de remordimiento’ que pudo percibir durante la confesión del músico colombiano. Por su parte, Mónica segura que ‘el pidió perdón a la familia por lo ocurrido y créeme que lamenta todo’.
De acuerdo con un cable de la agencia EFE, ‘la sentencia es firme y tanto la defensa como la fiscalía han anunciado que no la recurrirán’. En la información se detalla que el juicio no comenzó hasta este mes de mayo debido a que el acusado estuvo convaleciente durante meses, incluso en coma inducido, por su frustrado intento de suicidio.
IMPACTO EN EL ROCK LOCAL
La estadía en Panamá fue fructífera para Arciria, quien junto a Gerardo Pézantes fundó Filtro Medusa en el 2001. Posteriormente se integrarían el baterista Wilson Rodríguez, el bajista Aleko Cadavid y la vocatlista Bethy García. En el 2005 la agrupación obtuvo el Premio a Mejor Banda Alternativa en los Premios PanamaRock.
En el 2006 lanza un álbum y promueve el tema ‘Angel Eterno’, que recibió el premio a mejor canción del año en los PanamaRock. Ese mismo año, Filtro Medusa se convirtió en la primera banda istmeña en ser invitada a presentarse en ‘Rock Al Parque’, el festival roquero más grande de América Latina.
Previamente a la salida de Arciria de Filtro Medusa, la agrupación obtuvo los premios de ‘Mejor Banda Alternativa’ y ‘Mejor Canción del Año’, esta vez con el tema ‘Oscuro Corazón’.
‘Arciria era un tipo jodedor, al que le gustaba vacilar, un pícaro... Pero jamás pensé que sería capaz de algo así’, comentó el ex guitarrista de la banda Xantos Jorge, quien conoció a Arciria durante la permanencia de éste en el Istmo. Añadió que el músico colombiano arribó a Panamá acompañando a su coterráneo, el desaparecido escultor Héctor Lombana, conocido por ser el creador de las estatuas de ‘Los juegos de Antaño’. Su obra, por lo que cobró 245 mil dólares, desapareció sin dejar rastro en los terrenos del Parque Omar, entre los años 2006 y 2008.
FRENTE A LA PESADILLA
Después de la caída, le tomó a Arciria alrededor de tres meses percatarse de que la pesadilla no había terminado. Despertó en una sala de hospital, adolorido por las fracturas que había sufrido en las piernas y en la pelvis. A medida que salía poco a poco del coma al que se la había inducido, la angustia se iba instalado en su ser. Había sobrevivido la caída y el consecuente traumatismo cerebral. Ahora tenía que vivir con lo que había hecho.
Cada recuerdo resultaba desgarrador como una daga. La discusión que sostuvo con su novia. Las recriminaciones, el forcejeo que siguió después. No recordaba bien en qué momento había empuñado la navaja, ni la cantidad de veces que la había hundida en el alabastro de su piel.
Todo ocurrió demasiado rápido. Sin darle oportunidad de reflexionar, aunque fuera por una milésima de segundo. Hasta que levantó sus ojos desorbitados y se encontró con los de su hija, apagados por el horror.
No pudo confrontar la oscura interrogante que se surgía desde lo más profundo de su inocencia: ¿por qué? Fue más fácil lanzarse por la ventana y confrontar a la noche y sus sombras que no juzgan.