“No dejo de oír a la gente pidiendo auxilio, su hilo de voz perdiéndose en la oscuridad y la silueta de un hombre en el techo de su coche alumbrada por...
Cuando la clave es sostener la motivación
- 22/08/2020 00:00
- 22/08/2020 00:00
Hace poco escuchaba una conferencia del dalái lama y capté una frase que me invitó a reflexionar: “Si crees que eres demasiado pequeño para marcar una diferencia, intenta dormir con un mosquito”.
El reto que nos puso sobre el tapete el SARS-CoV-2 es de los más difíciles de superar. ¡El mundo entero está de rodillas!, y lo digo en presente, porque mientras no haya cura o vacuna, estaremos caminando bajo la sombra de la incertidumbre en todo lo que hagamos.
Las grandes empresas se han tenido que transformar en fábricas de innovación para salir adelante, las que son medianas y micro, si no han desaparecido, están en proceso de cambios radicales que obligan a reinventarse en su área o a explorar oportunidades en otras.
Alguien una vez mencionó: “Prefiero ser cabeza de león en lo que sé y no cola de ratón en lo que desconozco”, frase que invita a la prudencia y a emprender con sentido común. Sin duda, todos tenemos sueños y metas por alcanzar, pero la realidad es que lo que nos limita conseguirlas no es lo grande que sea el sueño, sino lo pequeño que nos consideremos.
“Si crees que eres demasiado pequeño para marcar una diferencia, intenta dormir con un mosquito”. Este es un proverbio africano que el dalái lama mencionó al hablar sobre los miedos.
Ahora quiero hacerle una pregunta: ¿Sabe por qué los abejorros vuelan? Y especialmente cuando sus cuerpos no están diseñados para volar. ¡Vuelan porque nadie les ha dicho que no pueden!
¿Por qué no podemos soñar en grande? ¿Por qué tendemos a pensar que las otras personas tienen capacidades para conseguir lo que se proponen, pero nunca creemos en nuestras propias posibilidades? La respuesta está en que somos tremendamente exigentes con nosotros mismos.
Siempre me ha parecido fascinante lo benevolentes que solemos ser con nuestros amigos y/o familia, y lo realmente injustos que solemos ser con nosotros mismos. Si nos detenemos a pensar, nos queremos muy poco.
Si imaginamos cualquier situación en la que nos explique un amigo: que ha suspendido un examen, que ha realizado mal una tarea, que ha perdido unos documentos muy importantes, o una infinidad de ejemplos más... e imaginamos en esa situación cómo reaccionaríamos frente a él, seguramente la mayoría de nosotros animaríamos a ese amigo diciéndole que no se preocupe, que lo ha hecho lo mejor que ha sabido, que no se castigue, etc.
Y seguramente si esa misma situación nos sucede a nosotros, lo que nos diríamos sería: “Soy un inútil, no sirvo para nada, todo lo hago mal, etc.” ¿Nos fijamos en cómo nos tratamos? Así es muy difícil convencernos de que podemos conseguir lo que nos propongamos.
Cuando nos planteamos algún reto, puede ser grande como un dinosaurio o minúsculo como un mosquito, lo que marca la diferencia no es el tamaño, sino la confianza y creencia en uno mismo.
¿Se ha detenido a pensar en la diferencia de tamaño entre un mosquito y un ser humano? Un mosquito mide alrededor de 15 milímetros y un hombre promedio mide metro y medio. ¡Enormes diferencias! Ahora, enfrentemos a este adulto en una noche calurosa panameña y al mosquito. ¿La diferencia de tamaño frenará al mosquito en algún momento? ¡Lo dudo! El mosquito lo tiene claro, debe alimentarse de su sangre, y para ello confía plenamente en sus posibilidades hasta conseguirlo.
En este caso, ¿qué nos diferencia de los mosquitos? En que nosotros filtramos todos nuestros propósitos por nuestra mente. Y si el depósito de la confianza no está rebosante, va a hacer que nos desmotivemos antes de empezar cualquier tarea. La confianza en nosotros mismos es muy importante, pero también lo es tener muy claras nuestras limitaciones.
Albert Einstein decía: “Todos somos genios, pero si medimos la habilidad de un pez para trepar un árbol, vivirá toda su vida pensando que es inútil”. Es importante que nos consideremos capaces de hacer lo que nos propongamos, que al igual que otras personas, disponemos de las capacidades para hacer cada proyecto realidad.
Recuerde esto, amigo lector: la diferencia está en saber reconocer su talento y ser ¡auténtico! Cada uno de nosotros destaca en diferentes habilidades; la lluvia puede mojar las manchas del tigre, pero jamás se las borra.
Reconocer nuestras habilidades y fortalezas es de hecho el primer paso que todo emprendedor debe hacer; el segundo consiste en reconocer nuestros puntos débiles para tenerlos a raya.
Si usted se enfoca en sus talentos, entonces conseguirá con menos dificultad lo que se propone, sin embargo, si se enfoca en los “no puedo”, “no quiero”, “no sé”, “no tengo talento para ello”, “para eso necesito plata” o peor aún, si está esperanzado en un bingo o a que reabra la lotería... arrancó con el pie equivocado.
Lo único que debemos hacer es borrar el ¡no puedo! de nuestro vocabulario, porque todo se reduce a lo grande o pequeño que nos consideremos.