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Belisario Herrera: 91 años 'Sin renunciar a los principios'
- 26/02/2023 00:00
- 26/02/2023 00:00
“Yo era muy revoltoso, me llevaban preso a cada rato”, dice Belisario Herrera. Sentado en la terraza de su casa, ubicada en Don Bosco, conversa con La Estrella de Panamá sobre su último libro, Sin renunciar a los principios, una autobiografía.
Para mover su cuerpo, testigo de 91 años de historia, Herrera se apoya en un bastón —a veces olvida que lo usa, lo deja en un lugar y se mueve sin él—. Muestra orgulloso su biblioteca, un cuarto atiborrado de libros, fotos y una máquina de escribir.
El texto fue levantado y redactado por su amigo, el historiador César del Vasto, explica. “Yo escribí hasta que perdí el ojo derecho por una mala operación, pero esa es otra historia” dice. Hace una pausa buscando las palabras indicadas, su situación le recuerda la del escritor argentino Jorge Luis Borges, quien quedó ciego a los 55 años y siguió escribiendo hasta los 86. Retoma la plática sobre el libro. “Encontré a mi amigo, me dijo que si tenía buena memoria le podía dictar y así hicimos”.
El resultado, una obra que no solo es una autobiografía, sino que cuenta la historia de Panamá desde las vivencias de uno de sus protagonistas. A medida que la obra relata la vida de Herrera, se va hilando con los hechos políticos ocurridos desde la década de los 30.
Herrera nació un 3 de febrero del año 1932, en una casa de madera en la Avenida Ancón. Era el segundo de seis hermanos. “Mi madre, Bertilda Arosemena, se ocupaba de los oficios domésticos (…) sostuvo una relación con un obrero de la Zona del Canal de Panamá, llamado Olegario Herrera, padre biológico de mi hermana María Dolores”, cuenta el escritor en la obra literaria.
Creció sin el apellido de su padre biológico, quien era “de una respetable familia santeña, Juan Plicet”, según detalla el libro. Agrega que mató a una persona en defensa propia y su madre “encontró penoso que él llevara su apellido”. Cuando ya era un adulto, Olegario Herrera lo reconoció como su hijo legítimo.
“Me levanté de un barrio pobre, mi mamá me enseñó, me guio. Mi hermanito se llamaba Olegario Herrera, salió morenito. Era mi amigo, mi compañerito y se murió muy niño”, habla con tristeza sobre los familiares y amigos que han fallecido, entre ellos su esposa Olga María Anria. Él todavía usa su anillo de casado.
También habla de sus tiempos de juventud, mientras no estaba luchando en alguna causa política, se iba de fiesta con sus amigos. Intenta recordar el nombre del cantante de salsa que escuchaba en aquellos tiempos. No lo recuerda, pero sigue la plática. “No era de bailar, yo iba por lo mío [ríe] iba por mi hembra”.
En 1993 se gradúa de licenciando en Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad de Panamá. El periodismo lo ejerce desde los 19 años de edad y aunque lo hizo empíricamente, se le reconoció la idoneidad.
El libro cuenta hechos que marcaron la historia de Panamá, en algunos participó Herrera. Una situación que avivó su “conciencia rebelde”, fue la que vivió a los 15 años de edad, cuando un marinero norteamericano que estaba ebrio, lo tomó por el cuello con intención de estrangularlo. La situación no pasó a mayores.
Estuvo enrolado en el movimiento estudiantil del Instituto Nacional. Para el año 1949, ya formaba parte de la Juventud Popular Revolucionara (JPR) del Partido del Pueblo. Su primera “prueba de fuego” fue la noche del 19 de noviembre de 1949.
“Ese día las contradicciones entre el comandante de la Policía Nacional José Antonio Remón Cantera y el presidente Daniel Chanis llegaron a su cumbre (…) teníamos claro que debíamos sumarnos a las inquietudes del poder ejecutivo en salvaguarda del orden constitucional, si este sufría un menoscabo”, relata Herrera en el libro.
Tras la comparecencia de Chanis a la Asamblea Nacional y su negativa ante su intención de renunciar, estallaron las calles en los alrededores, “la Policía lanzaba bombas lacrimógenas, se volcaron buses y carros, algunos fueron incendiados”, entre los estudiantes de secundaria y universitarios que manifestaban se encontraba Herrera.
Luego estuvo en las calles hasta el derrocamiento de Arnulfo Arias Madrid. Antes de eso, fue expulsado del Instituto Nacional “por su activa militancia revolucionaria”. Se matriculó en la Escuela Normal Juan Demóstenes Arosemena de Santiago y cuando llegó con recibo en mano, el director le dijo que no era admitido por su pasado “revoltoso”. Terminó la secundaria en el Colegio Nocturno Nicolás Victoria Jaén.
“9 de enero con su propia alma”, el capítulo del libro que relata la participación de Herrera en las acciones de aquel día, en el año 1964. “Salimos en marcha por toda la Transístmica como a las 6 de la tarde (…) el pueblo se fue sumando con nosotros. A la altura de donde hoy está la Fundación Omar Torrijos, estallaron los primeros tiros y bombas lacrimógenas, pero eso no nos arredró y nos enfrentamos a la policía zoneíta”.
Detalla todo lo que ocurrió antes de que iniciaran las negociaciones, los estudiantes lograron unir “a las organizaciones populares y levantar un programa para abrogar los tratados colonialistas de 1903”, destaca el autor en la obra.
Ocupó diversos cargos en los juzgados y ejerció el Derecho. Herrera también hizo una labor literaria y periodística. En 1973 pasó a ser el presidente del Frente Cultural César Vallejo.
Su primer libro de cuentos, Con la mano en el bolsillo, fue publicado en 1992. El segundo fue La casa embriagada (1997), La última quincena del Estanislao (1999), El pan nuestro de cada día (2002 y 2015), Panamá vertical, diálogo con el escultor y pintor José Agustín Torres Moreno (2005 y 2014) y Sin renunciar a los principios (2015). Durante años escribió para las columnas de opinión de diferentes diarios, entre ellos El Siglo y La Estrella de Panamá.
Revela que está por publicar un libro de cuentos, “se lo prometí a mis bisnietas, como me quieren, me dicen el hombre de pelo canoso”, comenta entre risas.
Durante los 40 minutos de la entrevista, Herrera trató de recordar el nombre del cantante de salsa que escuchaba en sus años mozos. Al final de la plática, luego de despedirse, con una sonrisa de satisfacción, enuncia: “¡ya me acordé, Daniel Santos!”.