Ciclistas, atletas, patinadores y paseantes de la capital colombiana tienen una cita infaltable desde hace 50 años: la ciclovía de los domingos y festivos,...
- 17/02/2019 01:00
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En una época de impudicia y exhibición, me gustan los amores obscuros. Me gusta tenerte solo para mí, solo mío, siempre mío, todo mío, amor mío.
En este tiempo de amor a fotogramas, de besos a cámara, de felicidad televisada, te quiero analógico y trémulo, gelatina de plata, silencio y un foco tembloroso que ilumine el sonrojo. Quiero la sorpresa de no saber si amé bien o mal hasta el momento en el que he quedado impresa, con mi sonrisa extraña y mi extraño gesto, en el papel brillante que recubre las paredes de tus aurículas.
En este mundo grande de grandes gestos, de declaraciones a boca abierta y plano general, con fuegos artificiales y público extático, quiero que no me toques más que con la mirada, que no me mires más que con el oído, que no me escuches más que oliéndome. Que me sigas el rastro sin perderme la pista entre los resquicios que quedan después de recortar la foto.
En este circo con cientos de pistas, donde los malabaristas del amor hacen el triple mortal con giro hacia atrás y se balancean de trapecio en trapecio y tiro porque me toca, pero, eso sí, con doble, o triple, red de seguridad, quiero que tú seas el cañón donde me escondo, al fondo, enroscada en el ánima rayada. Quiero que seas la navaja que corte la carpa de colores absurdos que nos separa del cielo abierto, quiero que seas el céfiro impulsándome hacia arriba, allá en lo alto, donde no llegan las ovaciones ni los aplausos. Solo tú conmigo, el viento bajo mis alas, más arriba, más adentro.
No quiero un mitin de amor, no quiero un sermón amoroso, no quiero un memo, ni un meme, ni un amor mimo, de puro gesto ampuloso. Quiero un poema anónimo, con palabras hermosas. Cántiga de amigo. ‘Con este afán tan prolongado / ¡bajo mal signo nací! / Porque os amo a mi pesar / y con ello os causo pesar. / ¡Bajo mal signo nací, / señora, para vos y para mí!'. Quiero que me adames en el lubricán, tu mano en mi muslo, apenas te siento, me arrebato en tu voz.
En esta época absurda, luminosa y lumínica, quiero tu negror. Sintiencia atávica de refugio y sueño. Hoy, cuando hemos relegado la obscuridad a golpe de ledes y pixeles, hoy cuando los interruptores no siguen los ritmos de la vía de leche divina, necesito tu obscura calma. La paz negra de la oquedad en la roca, útero y boca; que afuera de tus murallas quede la otra oquedad, lo huero de decires y mentiras huecas, porque por el hocico muere el bagre.
No despliegues, amor, pancartas, ni dibujes un corazón de tiza en la pared. Quiero, amor obscuro, tu corazón espinado para clavarle, en el silencio de un templo, ‘un puñal de puño de aluño. Un puñal de bruñido acero'. Uno tras de otro, siete, nueve puñales. Una corona de puñales, acupuntura que marque el mapa de nuestro afecto, alfileres sobre el mundillo, trenzando un diseño a golpe de canto de río y canto de rana.
Amor obscuro seas. Y que los regalos sean en lo escondido. Amor a ciegas, como el de Psique, tanteando y hozando en lo que no es visto, porque el amor, que ve en lo escondido, nos lo recompensará con alas y plumas, y tres estrellas para guiarnos. Amor oculto a simple vista, porque el que bien te quiere te hará dormir, amor que crece en el misterio, porque es en el misterio donde crece aquello que merece la pena. Sin redes.
COLUMNISTA