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- 13/11/2011 01:00
M ientras Minou Tavárez Mirabal habla con locuacidad de política latinoamericana, del legado político de su familia -que se enfrentó al régimen dictatorial que oprimió a República Dominicana entre 1930 y 1961-, y de la violencia de género, mueve sus manos, reproduciendo los típicos gestos de un político experimentado. No en vano se ha desempeñado como vicecanciller de la República Dominicana y como diputada por tres períodos consecutivos (2002-2006, 2006-2010 y 2010-2016).
Cada gesticulación hace que se mueva un pin que lleva prendido en su saco azul, y que tiene forma de mariposa. Una mariposa con ribetes dorados, cuyas alas resplandecen al ritmo de sus palabras, con cada recuerdo, con cada pesar evocado. Una mariposa de alas incendiadas que pareciera volar para dejar atrás el infierno, para escapar de un demonio con nombre y apellido: Rafael Leónidas Trujillo, uno de los más brutales dictadores de la historia latinoamericana.
‘Es un homenaje’, dice Minoul -quien recientemente visitó Panamá- refiriéndose al pin. Un tributo a su madre, Minerva Mirabal, quien fuera asesinada, junto a sus hermanas Patricia Mercedes Mirabal y María Teresa Mirabal el 25 de noviembre de 1960 por esbirros de Trujillo. Ese día el tirano caribeño atrapó finalmente a ‘Las Mariposas’, como se les conocía a las hermanas Mirabal dentro de la organización de la ‘Agrupación 14 de junio’, un movimiento clandestino que se oponía a la dictadura.
LA POLÍTICA, UN DESTINO INELUDIBLE
Minou tenía cuatro años cuando perdió a su madre y a dos de sus tías. Fue criada por Bélgica Adela Mirabal, mejor conocida como ‘Dedé’, otra de las hermanas de su madre.
Su abuela solía decir ‘que en el campo ella prefería a los potros briosos, porque de esos se podría esperar algo, al contrario de los que no se movían, que eran haraganes y dejaban que todo les pasara por encima’. Optó, pues, por hacer algo con su vida. Decidió no vivir aferrada al resentimiento, ‘a un rencor que termina siendo dañino’, dejando atrás el pasado, aunque teniéndolo siempre como referente, como ‘un pedestal en el cual levantar los valores, las luchas que nos hacen caminar hacia sociedades más justas’.
En Cuba obtuvo su título como licenciada en filología en la Universidad de La Habana. Cuando retornó a su tierra natal trabajó por espacio de casi dos años en la Asamblea nacional revisora de la constitución de la República Dominicana, logrando una mayor presencia del género femenino en una ‘constitución en la que solamente existíamos como madres’. Actualmente dirige el equipo nacional de campaña del Partido de la liberación dominicana, de cara a las elecciones presidenciales del año entrante.
‘La política es el único espacio en el que se pueden tomar decisiones que afecten a la sociedad positivamente’, manifiesta. Al momento de evaluar el panorama político de su tierra natal expresa que ‘la democracia que tenemos anda coja’, por lo que está dispuesta a ser su ‘enfermera, su terapista’, hasta que la misma pueda caminar nuevamente. ‘Es importante que dejemos de vivir en el autismo y que aprendamos a escuchar, a poner los oídos en el corazón del pueblo’, apunta.
EL PESO DE LA LEYENDA
De su madre dice no recodar casi nada. ‘Una de las cosas que me arrebató la dictadura fue la posibilidad de conocerla, de aprender de ella. Me hubiera gustado disfrutar del cariño, del ejemplo cotidiano de mis padres (Manuel Tavárez Justo, su progenitor, murió asesinado en 1963) sin tener que depender solamente de las referencias de quienes los conocieron, sin sentir que se nos privó de la posibilidad de tener otra historia’, lamenta la diputada, quien días atrás participó en la clausura del Tercer Diplomado Internacional en Liderazgo y Estrategia Electorales, organizado por la ex disputada Gloria Young.
Es un dolor que no fue exclusivo de ella, que compartió con gran parte del pueblo dominicano, a quien ‘se le arrebató a toda una generación a la que llamamos ‘la raza inmortal’, que le hizo mucha falta a nuestro país’, afirma.
Confiesa que no fue fácil crecer bajo la sombra de la leyenda de su madre, con el legado de su familia a cuestas. Sin embargo, explica que esta experiencia la hizo más fuerte, que la hizo ‘crecer a raíz de los desafíos’.
¿CRIMEN PASIONAL O POLÍTICO?
Rafael Leónidas Trujillo y Minerva Tavárez Mirabal se conocieron en junio de 1949 en una fiesta. Fue amor a primera vista. Por lo menos para el dictador, quien no desaprovechó un segundo encuentro y le expresó la atracción que sentía por ella. Minerva siempre lo rechazó. En 1954 la joven conoció a un estudiante derecho, con quien contrajo nupcias tiempo después.
‘Ella le decía: ‘Usted puede tener todo el poder que tenga, pero ese poder no le alcanza para tenerme a mí’. Eso para un dictador como Trujillo era inaceptable’, señala. Su abuela, consternada ante las tensiones que crecían entre el déspota isleño y su familia, le advertía a su madre: ‘‘Minerva, no seas tan temeraria. El ha matado a miles de dominicanos. Te va a asesinar’. A lo que la dirigente sediciosa contestaba: ‘Si me mata yo sacaré los brazos de la tumba y seré más fuerte’. Fue una respuesta casi lapidaria.
Para el sanguinario autócrata la ofensa fue doble, al ser Minerva una de las líderes de la ‘Agrupación 14 de Junio’, de la que también formaban parte sus hermanas y su esposo, Manuel Aurelio Tavárez Justo. ‘No se puede decir que fue un ‘crimen político puro’, porque evidentemente también estaba presente el ingrediente del autoritarismo machista, de la masculinidad violenta. La asesinaron porque ella se atrevió a desafiarlo como macho. Pero también la mataron porque fue capaz de organizar un movimiento a nivel nacional para derrocar su poder dictatorial, un movimiento político que socavó las bases de su régimen’, indica.