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- 22/12/2022 00:00
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La muerte y una Italia fascista quizá no son las palabras mágicas que pensamos al imaginar la historia clásica de Pinocho contada por Walt Disney, sin embargo, este es un Pinocho diferente, visto desde el lente del aclamado director mexicano Guillermo Del Toro (La forma del agua, El laberinto del fauno) para reimaginar nuevamente la historia creada por el italiano Carlo Collodi hace poco más de 200 años.
En su historia, Del Toro toma la técnica del stop-motion –grandemente infravalorada en la animación actual, siendo Kubo y la búsqueda del samurái (2016) e Isla de perros (2018) algunas de las más recientes en utilizarlo– para contar el nacimiento de Pinocho tal como Collodi la pensó en sus escritos: a raíz de una pérdida y la desolación.
Con Del Toro y Mark Gustafson a la cabeza de la cinta, y siguiendo un guion creado por Gris Grimly, Del Toro, Patrick McHale y Matthew Robbins, vemos a un Pinocho guiado principalmente por su curiosidad, su inocencia y su falta de conciencia sobre lo bueno y lo malo en un mundo particularmente peligroso para un niño de madera (e incluso, humano).
Desde el inicio de la cinta vemos los detalles de la animación stop-motion y su clara mezcla de animación digital, pero lo que más nos acerca a la parte emotiva de la narración es la movilidad de los personajes, pese a ser notoria su unión en materiales abstractos y patrones que varían entre líneas, curvas, ángulos cerrados y puntas. Pinocho de Del Toro se levanta como el debut del director en largometrajes animados, ya habiendo sido cabeza de series animadas como Trollhunters: Crónicas de Arcadia.
Aquí vemos una clara diferencia entre el Pinocho popular de Zemeckis y la propia versión de Del Toro, siendo que este último se basa en el lado humano, doloroso y real de la pérdida, el luto, y los pasos para salir de la zona de la devastación hacia un futuro mejor.
La sorpresa de Pinocho (Gregory Mann) se convierte en una espiral de aventuras y lecciones de vida tanto para sí mismo como para Geppetto (David Bradley) y Sebastián J. Cricket (Ewan McGregor), quien actúa como el sabio grillo y la conciencia del niño de madera.
La belleza de la técnica de animación salta a la vista en diversas escenas, siendo la inclusión de la hada Azul (Tilda Swinton) una de las más emblemáticas. El diseño de este personaje nos remonta a las fábulas de bosques oscuros y alertas de peligros místicos, pero que realmente nos guían hacia el bien. Con miles de plumas y decenas de ojos cubriendo sus alas, coronada en un azul profundo y alejada lo más posible de la tradicional “hada”, la “guardiana de las cosas perdidas” presenta una nueva idea de las exploraciones artísticas de la animación para toda la familia, desencadenándose de la etiqueta eterna “infantil” que ha adquirido involuntariamente.
El arte de la animación stop-motion nace en 1898, una técnica que “traía a la vida” de formas más palpables a los personajes, que la animación tradicional a mano en papel. Con el paso de los años hemos visto diversas cintas que han trascendido la pantalla grande hasta convertirse en cintas de culto, tales como Pollitos en fuga (2005), Coraline y la puerta secreta (2004), El fantástico Mr. Fox (2009), Pesadilla antes de Navidad' (2008) y Wallace y Gromit (2005), entre otras, dejando ver la versatilidad narrativa y creativa que se conduce a través de esta técnica de animación.
Pese a que su producción puede ser tediosa y llevar muchos años de filmación, Del Toro devuelve la magia y la fantasía de esta técnica a la pantalla y en una plataforma con aún mayor alcance que sus predecesoras. En Pinocho no se escatima en efectos para los personajes y sus escenarios, donde cada diseño de iluminación y coloración encaja perfectamente con las emociones que nos presenta la historia: peligro, temor, arrepentimiento, perdón, amor y bondad.
Cuando nos adentramos a la película descubrimos que Geppetto ha perdido a su amado hijo, Carlo, en la Gran Guerra. A raíz de esto, luego de muchos años el dolor sigue intacto, hasta que una noche el carpintero decide cortar el árbol que yacía cerca de la tumba de su hijo y comienza a construirse su propio pequeño de madera. Esa misma noche, el hada Azul aparece cubierta en ojos y plumas y da aliento de vida al muñeco, bautizándolo Pinocho, y le envía a “llenar de luz” los días de Geppetto y “ser su hijo”.
La muerte y la vida, sus contrastes eternos, se mantienen como pilares en la visión de Del Toro para la cinta, más allá de los eventos que suceden y que son clásicos de la historia de Collodi. No, Pinocho no es aquel muñeco de cabello negro y vivaces ojos que solo busca hacer reír y agradarle a todos; es ahora un agente del caos, que destruye, pero también reconstruye, mientras se hace sus propias preguntas sobre su existencia y lanza típicos berrinches de niño pequeño, hasta que poco a poco aprende el control de sus propias emociones y abraza su lugar junto a Geppetto.
Del Toro nos envía, tal como el hada, a encontrar los rayos de luz en medio de una sociedad que no perdona y que se burla de la inocencia, llamándola simplemente 'ingenuidad' –tal como planteaba Collodi con su Pinocho original, mucho más violento y sin tanta redención–. Nos pide que intentemos ver más allá de la rebeldía, y nos identifiquemos con aquel pequeño títere que busca la razón de por qué está vivo y dónde realmente puede ser querido.
Tras 14 años de producción, Del Toro logró interconectar sus experiencias con las de Pinocho, y a través de la animación se logra ver la intrínseca colaboración entre Collodi y el cineasta, llevando Pinocho a una dimensión nueva dentro de la cinematografía, aunque podemos recordar el trabajo de fantasía de Matteo Garrone 2019 como un caso de profundidad con actores en acción viva.
“Fue la visión única que él y Patrick, su coguionista, tuvieron de la historia”, explicó Gustafson al sitio web especializado Deadline.
“Llegaron a eso con la noción de lo que es importante acerca de ser desobediente en oposición a la obediencia. En la historia estándar, Pinocho tiene que ser un buen chico y aprender estas lecciones, y luego se convierte en un chico de verdad. Y decían: 'Bueno, espera un minuto, ¿cómo aprendes a ser tú mismo? ¿Cómo se aprende a ser real? Aprendes preguntando'. Y eso me pareció una idea realmente interesante y una razón para contar esta historia nuevamente de una manera completamente diferente”.
Asimismo, la cinta cuenta con nuevas canciones de la mano del compositor Alexandre Desplat (La forma del agua) que conllevan la misma profundidad que compone la animación de forma visual, inspirada en la edición ilustrada de Pinocho de Gris Grimly de 2002. Desplat logra contener los matices emocionales e internos de los personajes junto con sus adversidades desde el primer momento hasta el final, basándose en la profundidad de la historia y su contexto histórico, así como la parte de fábula que comparte.
“Para mí, ambas son películas de acción en vivo. Es extraño. Siento la misma emoción cuando veo Pinocho que La forma del agua”, dijo Desplat a Deadline. “El mundo de Guillermo, algunas personas dicen que es oscuro. No es oscuro, es solo profundo. Existe esta profundidad, existe el alma... Entonces, para un compositor, hay tantas opciones para explorar porque no es solo un tipo de personaje unidimensional o una historia unidimensional”.
Un gran guion depende de una gran representación en el escenario, y para trabajar con títeres no es diferente. Así explicó Guy Davis, director de diseño de personajes para la cinta a Netflix: “Guillermo describió el mundo y la apariencia que quería como 'perfectamente imperfectos', de modo que los personajes nunca fueran misteriosamente realistas. El mundo tiene una textura visceral y un sentimiento de vejez que le da a todo un sentido de historia”.
La construcción del mundo de Pinocho muestra la calidez y la frialdad del entorno, las personas y las personalidades que rodean a los personajes principales, despertando sensaciones distintas con cada escena y cada giro de la trama. “En general, me encanta cómo todas las diferentes locaciones de la película adoptan estilos, estados de ánimo y atmósfera únicos, pero siempre se sienten cohesivos”, comentó Davis en una entrevista con Netflix.
“Desde la ciudad y el carnaval ampliamente investigados, que era una mezcla tan rica de textura y color supervisada por el director de arte Robert DeSue y un increíble departamento de utilería y fabricación, hasta el campo fascista modernista (casi brutalista) y el reino del limbo de la Muerte, todas las áreas se destacaron como únicas, pero aun así trabajaron con cada escena como un todo. Nunca empujar los puntos de referencia de la estilización de manera demasiado abstracta o fantasiosa, sino permanecer conectados a la realidad de los demás”, indicó.
Se trabajaron más de 32 títeres de Pinocho para la cinta, con un equipo dedicado a mostrarlo lo más expresivo posible, sin caer en lo caricaturesco. En esto, la directora de animación de personajes Georgina Hayns comentó a Netflix: “Estuvimos constantemente adaptando los títeres. Nuestro hospital de títeres adaptó títeres para cada toma individual. Entonces, tal vez un títere necesite estirarse mucho, y su brazo simplemente no se estira tanto. Agregamos una articulación adicional para ayudar a que se estire. Y cada animador diferente quiere una tensión distinta de la marioneta. Vinieron a nosotros diciendo: “Oh, ¿puedes aflojar el cuello? ¿Puedes apretar la muñeca?”, dependiendo de cuál sea la acción. Así que tuvimos que entrar literalmente en el esqueleto de la marioneta a través del disfraz y adaptar esa marioneta a las necesidades del animador”.
El trabajo de pasión de Del Toro se deja ver en Pinocho, dejando preguntas específicas en el aire al terminar sus casi dos horas de proyección: ¿Sabemos realmente quiénes somos? ¿Somos lo suficientemente buenos? Según Pinocho y lo que aprende, sería una respuesta positiva.