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Sobreexposición a los dispositivos móviles, ¿perjudicial para los niños?
- 07/01/2022 00:00
- 07/01/2022 00:00
Los dispositivos móviles son una herramienta imprescindible para comunicarnos, trabajar, estudiar e informarnos. En este contexto, los niños, desde muy pequeños, están cada vez más expuestos a las pantallas de aparatos electrónicos. Sin embargo, diferentes estudios han demostrado que la exposición prolongada y descontrolada a las pantallas en los niños pequeños afecta significativamente su desarrollo.
Un estudio publicado en el año 2019, liderado por la psicóloga e investigadora Sheri Madigan, de la Universidad de Calgary, de Alberta, Canadá, analizó el tiempo frente a las pantallas y el rendimiento de los niños en cuanto a su desarrollo. En la investigación, que duró más de 10 años, se analizaron los progresos de 2,400 niños canadienses, cuando tenían 24, 36 y 60 meses, en cinco áreas distintas: comunicación, habilidades sociales, resolución de problemas, habilidades motoras gruesas y finas.
Al final se detectó que el tiempo excesivo con las pantallas se asociaba con varios resultados negativos, que incluían retrasos cognitivos en infantes (desde los dos años) y un rendimiento académico deficiente en niños que iniciaban la etapa escolar (desde los cinco años).
Al respecto, el Dr. Martin Lasso, pediatra y neonatólogo, explica que las pantallas afectan más de tres lugares en el cerebro.
“El primero es el área prefrontal, en donde se dan las funciones ejecutivas (procesos que sustentan actividades que incluyen la planeación, la atenta concentración, el desarrollo del criterio, pensamiento lógico, etc.). La tecnología inhibe el control de esa área del cerebro, porque el contenido de entretenimiento que ofrecen las pantallas hace que se libere dopamina (sustancia que genera placer), lo que a su vez activa la amígdala, que es la parte emocional del cerebro, que termina secuestrando el prefrontal, y no nos permite pensar con claridad. La segunda área afectada es el puente troncoencefálico, en el cual se libera la melatonina (sustancia que nos relaja y tranquiliza), y la tercera parte afectada es el hipocampo, donde se dan los aprendizajes y se guarda la memoria de todos los eventos del día, sobre todo, los eventos emocionales”.
El Dr. Lasso señala que el cerebro no logra aprender bien o desarrollarse correctamente, cuando todas esas áreas fundamentales están alteradas. “Por ejemplo, el puente que segrega melatonina y que les va a permitir descansar y recordar los aprendizajes, al no estar funcionando bien, no va a liberar melatonina y al día siguiente, se van a levantar somnolientos, fatigados y cansados. Evidentemente, así no se puede aprender”.
El pediatra comenta que la pandemia de covid-19 agravó este problema, ya que el uso de las pantallas aumentó considerablemente en los niños, y con ello la cantidad de dificultades en su desarrollo, como retraso del desarrollo del lenguaje, pobre coordinación en el uso de sus dedos, con sus ojos y manos, retraso en las habilidades motoras, etc. Incluso, menciona el Dr. Lasso, se ha estado dando algo parecido al trastorno del espectro autista, porque los niños están con un interés circunscrito al celular y a la tableta.
Para la psicóloga Angélica Cuns, el uso excesivo de la tecnología afecta a nivel emocional, ya que la interacción que se desarrolla desde la primera infancia con los niños juega un papel fundamental.
“Desde que nacen, los niños desarrollan un apego hacia sus padres o cuidadores por medio del tacto, el tono de voz y el contacto visual, brindándoles esa validación emocional que necesitan en esas etapas tan importantes de crecimiento y que permiten desarrollar un apego seguro. Esas figuras parentales en medio de la convivencia son las que refuerzan o rechazan determinadas conductas que le indican al niño los parámetros de lo que es correcto, y de lo que no lo es, brindándoles así una autoestima fuerte”.
La psicóloga señala que es preocupante ver que los padres utilizan aún más a las nanas tecnológicas, y son ellos mismos quienes al estar tan inmersos en la tecnología, pierden la conexión con el infante, limitando el desarrollo del lenguaje, las habilidades cognitivas y motoras, y creando en los pequeños un apego ansioso. “Si no te miro, no conecto con tus necesidades y no te doy la importancia que mereces. Los padres, al interactuar con los niños, modelan sus conductas con las miradas, gestos verbales y no verbales, con ello los niños entienden qué es lo esperado y eso brinda seguridad emocional”.
Cuns añade que debido a la pandemia, los chicos han estado más expuestos a las pantallas por las clases virtuales, los videojuegos, etc. pasando largas horas del día frente a ellas, alterando la producción de melatonina (la hormona inductora del sueño) y consecuentemente, esto reduce la activación de la fase REM, clave para el descanso y la consolidación de los aprendizajes.
“No dormir o descansar lo necesario está generando en los niños y adolescentes mayor ansiedad, hiperactividad e incluso depresión, por lo que su mundo emocional también se ve alterado y, sin lugar a dudas, tendrá consecuencias a mediano y largo plazo”, agrega la psicóloga.
El fonoaudiólogo Israel Mendoza comenta que el uso de dispositivos móviles sin control priva al niño de la interacción social, limitando la necesidad de comunicar y, por ende, retrasando el lenguaje o alterando la pragmática de la comunicación.
“El uso de estos aparatos, en muchas ocasiones, también crea modelos comunicativos no reales que el niño imita, causando así una disminución en su interacción comunicativa con su círculo social familiar, sin mencionar otros problemas conductuales como dependencia o adicción”, añade Mendoza.
Si los niños no reciben la ayuda necesaria de un profesional en el lenguaje, esto puede traer consecuencias sociales, académicas y psicológicas. Al no desarrollarse el habla y el lenguaje de forma correcta, la comunicación se verá alterada y se manifestará en problemas sociales, ya que tendrá muchas dificultades en poder establecer relaciones interpersonales.
“Debemos tener en cuenta los hitos del desarrollo del lenguaje que nos dan un parámetro en el desarrollo de los niños. Por ejemplo, alrededor de los 12 meses, el niño debe comprender y responder preguntas sencillas como ¿dónde está? A los 24 meses debe saber pedir, repetir sonidos u onomatopeyas y al final de esta etapa debe tener alrededor de 50 palabras en su vocabulario”, precisa el especialista.
El Dr. Lasso explica que la última recomendación de la Academia Americana de Pediatría indica que los menores de 18 meses no deben estar expuestos a ningún tipo de pantalla (celulares, televisores, etc.). Entre los 18 a 24 meses, el niño puede estar expuesto, siempre y cuando, vaya a relacionarse con un familiar que esté lejos, para que tenga una conexión con su familia hablando con ellos cara a cara.
Entre los 2 y 6 años la exposición cambia a una hora de pantalla por una hora de actividad física. Después de los 6 años hasta la adolescencia, las pantallas están permitidas durante dos horas, por dos horas de actividad física. Si bien con el adolescente se puede ser más laxo, no se debe dejar de verificar el contenido que consumen.
Para la psicóloga Angélica Cuns, los padres deben establecer reglas, límites y rutinas, que van desde la convivencia de juego (al menos una vez a la semana) para permitir la interacción social, hasta el control de la cantidad de horas de exposición y de contenido. “Los padres deben poner controles parentales a los dispositivos que les dan a sus hijos para evitar que entren a ciertas páginas con contenido inadecuado”, añade.
El fonoaudiólogo Israel Mendoza dice que la socialización con los infantes siempre es la opción ideal para potenciar la comunicación. Permitir que el niño pueda compartir con sus pares en actividades deportivas, culturales, etc. Sus cuidadores también pueden brindarle alternativas de entretenimiento en casa como leer cuentos, juegos didácticos o actividades manuales.