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- 11/09/2016 02:00
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En Panamá, reposa bajo tierra una gran cantidad de cadáveres anónimos.
‘N/N' —les dicen— del latín ‘nomen nescio' o ‘desconozco el nombre'. Muchos son difuntos hallados sin una identificación. El estado los guarda en las neveras de las morgues por un tiempo, pero cuando no hay más espacio para los nuevos cadáveres, deben enterrar a los N/N en fosas comunes. En el Istmo, la falta de personal capacitado en ciencias forenses —que analicen al muerto para descubrir su identidad—, provoca que estos cuerpos permanezcan incógnitos.
ANTROPÓLOGO FORENSE
‘Yo tuve que enseñar antropología forense sin laboratorio, pero es imposible hacerlo en el claustro universitario porque uno de sus fuertes es el trabajo de campo'
A esto se suma la alarmante cifra de personas que buscan a sus familiares desaparecidos: anualmente se realizan cientos de denuncias en el país.
Lo trágico es que si estos desaparecidos mueren sin una identificación, pueden convertirse en ‘N/N' y terminar en las fosas comunes del estado. Junto a fetos o extirpaciones de cuerpo.
Así lo asegura el antropólogo forense David Martínez en una entrevista con Facetas. Ambos problemas tienen una raíz en común: la ausencia de un laboratorio de antropología forense.
LABORATORIO INEXISTENTE
El nuevo Sistema Penal Acusatorio —que entró en vigencia el pasado 2 de septiembre— contempla la existencia de una unidad de antropología bajo su sección de patología forense.
‘La evidencia física es la columna vertebral de un sistema penal acusatorio, pues sirve para corroborar los testimonios', precisa César Sanabria, antropólogo forense colombiano y ponente magistral durante el Congreso de Antropología e Historia de Panamá 2016.
‘Aquí no existe un departamento antropológico de identificación humana para analizar huesos, esqueletos o cadáveres en estado de descomposición', aclara Martínez, quien agrega que por otra parte sí existen laboratorios para otras especialidades, como la genética.
También menciona que el código establece el ‘principio del contradictorio' o solicitud de una prueba de peritaje privada —adicional a la que realiza el Instituto de Medicina Legal (Ministerio Público)— para contrastar información sobre el cadáver.
Sin embargo, en Panamá no hay capacidad para satisfacer estas solicitudes, no solo por la ausencia de laboratorios sino por la carencia de un componente vital: el recurso humano capacitado.
FORMACIÓN DE EXPERTOS
Martínez lleva años enseñándole antropología forense a los estudiantes de medicina. ‘El científico no ve atractivo trabajar en esta área como perito, cuando le resulta mejor irse a una universidad de afuera y ser profesor', formula el especialista.
Además, tiene que enseñar antropología forense sin laboratorio. ‘Les doy una formación teórica', añade. ‘Pero la antropología es imposible enseñarla en el claustro universitario, porque uno de sus fuertes es el trabajo de campo'.
Este es un problema en toda la región. Sanabria indica que incluso a nivel universitario, Latinoamérica no cuenta con escuelas de formación.
‘Hay una maestría de antropología forense en México, pero eso no cubre la demanda', detalla.
En el caso de Panamá, la antropología forense es solo una clase dentro de la carrera de antropología.
Lo más que se puede hacer en el Istmo, según Martínez, es un diplomado para poder compartir sus experiencias e incentivar a alumnos a que salgan a estudiar esta especialidad.
‘La Asociación de Antropología e Historia acaba de ofrecer una charla en la Universidad de Panamá divulgando la cantidad de becas que se pierden por falta de participación', agrega el forense. ‘Es importante, porque ahí está el relevo generacional'.
PERO, ¿QUÉ ES LA ANTROPOLOGÍA FORENSE?
La antropología forense es una ciencia que complementa a la medicina forense.
Se especializa en el cuerpo humano, con énfasis en el tejido óseo (huesos), a diferencia del médico, que lo hace en tejido blando (músculos, tendones, nervios, órganos, etc).
‘Viendo el esqueleto, sabemos por dónde entró y salió una bala o dónde estaba el que disparó. Pero no sabemos exactamente qué es lo que pasa dentro del cuerpo que mata a la persona: la fisiopatología del trauma. Eso sí lo saben los médicos', dice Sanabria.
Sin embargo, esto no significa que un antropólogo forense solo trabaja con esqueletos. Por el contrario, su praxis incluye también la autopsia de un cadáver fresco, incluyendo asesinatos.
‘Nosotros debemos estar en la escena', objeta Martínez, ‘el antropólogo es el que mejor maneja el tema de la recuperación, no el policía o el criminalista. Ellos no tienen formación en eso'.
Lo dice porque un mal movimiento podría ocasionar la pérdida de pistas valiosas.
Asimismo, los antropólogos forenses trabajan en la identificación de personas vivas. Esto cobra importancia en la actualidad con los frecuentes grupos de migrantes que atraviesan Panamá en ruta hacia los Estados Unidos.
‘En este caso, la antropología forense permite la identificación en vivos porque vienen sin documentos y se desconocen sus países de origen', subraya Martínez. ‘Parte de la especialidad es que estudiamos la etnicidad y las variabilidades genéticas'.
Esto también les permite, por ejemplo, trabajar en identificación humana en aeropuertos, para detectar personas que están escapando de otros países; en casos de robo de identidad, o en procesos civiles por herencias.
En cuanto a la identificación humana local, detalla que el país requiere una base de datos de investigación que especifique las características biotipológicas de los panameños. Es decir, un modelo de la raza.
En la mayoría de países latinoamericanos, las técnicas utilizadas por los antropólogos forenses para generar el perfil biológico de cadáveres complejos no identificados, han provenido de estándares biodemográficos extranjeros, de acuerdo con un artículo de Sanabria.
Pero esto no corresponde con el consenso mundial, que aconseja utilizar estándares locales para evitar sesgos en la investigación.
En Panamá estas investigaciones no se han hecho. ‘Tengo que recurrir a tablas internacionales, que no son lo ideal', sugiere Martínez.
UN CÍRCULO VICIOSO
El especialista panameño detalla la forma óptima de desarrollar una ciencia como la antropología forense en Panamá.
‘La antropología forense se debe mover en tres esferas: la docencia, la investigación y el peritaje', argumenta.
En principio, se debe crear una propuesta académica. Y para esto se necesita un laboratorio en el que docentes, científicos y estudiantes puedan investigar.
Finalmente, se genera la tercera esfera: el peritaje. Un escenario ideal en el que cada vez que se suscite un caso de cadáveres no identificados, sea posible enviarlos al laboratorio de antropología forense para que sean examinados a fondo.
‘En el Canal de Panamá se sacó mucho material, incluso paleontológico, y no tenemos dónde recibirlo, analizarlo y permitir que los estudiantes puedan hacer tesis con base en estos hallazgos', enfatiza Martínez.
El estudio de estos recientes descubrimientos podría servir para enseñarle a las siguientes generaciones todo lo bonito que la antropología puede brindar, dice el forense.
El propósito de Martínez, en sus propias palabras, no es vender un proyecto, ni tan siquiera un preproyecto, sino simplemente ‘la idea' de un laboratorio de antropología, que no existe en ninguna universidad de Panamá. Su objetivo es crear más profesionales en esta ciencia.
‘El estado debe disponer de gente para el momento en que se necesita, no ir sacando del bolsillo para ver si tenemos por aquí un antropólogo', coincide Sanabria .
LA ANTROPOLOGÍA FORENSE PARA SUPERAR EL DUELO
‘La gente dice que los forenses somos un poco fríos, que no nos importa la muerte', añade el especialista colombiano. ‘Yo no soy muy expresivo en mis sentimientos, pero me produce gran satisfacción examinar un cuerpo y ayudar a establecer quién era esa persona, de qué murió, para que los familiares puedan desarrollar su proceso de duelo'.
En Panamá se han encontrado fosas comunes relacionadas con asesinato. Una de ellas se descubrió con víctimas del ‘Salvaje Bill', caso en el que el Martínez participó como perito en antropología forense.
Pero este fue un caso de alto perfil, según describe. Como lo fue también el de las holandesas que desaparecieron en Boquete, para el que trabajó un especialista mexicano.
Sin embargo, surgen casos complicados todos los días que no generan titulares. Y son sucesos en los que los cadáveres muchas veces se perpetúan en el anonimato.
Lo mismo sucede con los entierros de solemnidad que organiza el Municipio de Panamá y el Instituto de Medicina Legal, donde los cuerpos son sepultados sin ningún tipo de clasificación.
Esta situación impide que profesionales en el área puedan realizar un estudio de identificación en el futuro, de ser necesario. Por ejemplo, en el caso que alguien esté buscando a su familiar desaparecido.
‘La desaparición y posible muerte de una persona es un evento de gran trascendencia social, pues hace que las familias sufran mucho', concluye Sanabria. ‘Una familia a quien se le haya desaparecido alguien, no puede enterrarla acorde con sus creencias religiosas. Esta es otra de las razones por las que las ciencias forenses tienen un gran impacto en la sociedad'.
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INVASIÓN
El error histórico de la antropología forense en Panamá
De acuerdo con el antropólogo forense David Martínez, existe un punto en la historia de la identificación humana panameña en el que se tomó una decisión errónea.
El 18 de enero de 2001, se crea en el Istmo —como en otros países que han sido víctimas de dictaduras— la Comisión de la Verdad.
Esta comisión tenía como objetivo investigar los crímenes y desapariciones que habían ocurrido hasta el 20 de diciembre de 1989. Hasta antes de que ocurriera la Invasión de Estados Unidos a Panamá. Es decir, no se quisieron mezclar las investigaciones entre los desaparecidos antes y después de la Invasión.
‘Para mí fue un error histórico', advierte Martínez, ‘porque se trata de un mismo país, un mismo proceso histórico, y haberlo partido a la mitad fue un error. Pero fue por disparidades políticas'.
El informe que contemplaba las desapariciones y crímenes desde 1968 hasta 1989 (dictadura), se entregó. Pero la ‘nueva comisión' que se formaría parala identificación humana de los crímenes y desaparecidos de la invasión de las tropas norteamericanas al Istmo, nunca se hizo.
‘Eso no se logró y ya vemos lo que ha costado', añade Martínez, ‘Hubo muchísimos desapacidos, hay cifras inciertas de diferentes lugares, pero no han logrado cuajar porque hay intereses muy dispares, entonces no han podido desarrollar una Comisión de la Verdad'.
El 20 de diciembre de 2014, el actual presidente de Panamá, Juan Carlos Varela, ordenó la investigación profunda de la Invasión de Estados Unidos, que sería dirigida por su vicepresidenta, Isabel de Saint Malo. Pero hasta hoy, de acuerdo con Martínez, no parece haber nada concretado.
Hay una gran deuda con los desaparecidos. ‘Por esta separación histórica, se nos acercó gente a decirnos que había tumbas clandestinas', añade el especialista. ‘Conversé con gente que estuvo en la morgue del Complejo Hospitalario, donde llegaba una cantidad de personas que no había tiempo para identificar'.
Debido a la agitación del momento, por esas fechas no se hizo una identificación científica, sino que los cadáveres se documentaban a veces solo con fotografías.
Pero este no es el único escándalo que empaña la justicia panameña sobre la identificación de humanos.
En el caso de la Primera Comisión de la Verdad, para la que según Martínez vinieron antropólogos forenses de Argentina a dar entrenamiento intensivo a locales, un can ocasionaría titulares de periódicos.
‘Eagle' —el perro de la norteamericana Sandy Anderson— había sido traído varias veces a Panamá en 2001 porque supuestamente era capaz de ‘oler huesos' que se encontraban bajo tierra, lo cual ayudaría a la búsqueda de cadáveres desaparecidos.
Sin embargo, se trataba de un fraude. Anderson fue encontrada culpable incluso de plantar huesos para falsificar evidencia.
Martínez fue quien la denunció primero a sus superiores y luego salió a la luz pública. Pero el hecho ocasionó la pérdida de la confianza de la nación y el colapso de la primera Comisión de la Verdad.
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TURISMO
Sepulturas puestas en valor, una tarea pendiente
El cementerio de Père Lachaise se encuentra lis tado en el sitio de recomendaciones turísticas Trip Advisor entre las 30 experiencias más recomendadas para visitantes en París (Francia). Con una calificación de 4.5 de 5.0, tras 4,433 críticas. Algunas de sus tumbas más visitadas incluyen la del vocalista de la banda The Doors, Jim Morrison, la de la cantante Edith Piaf y la del escritor Oscar Wilde.
‘No se deje intimidar por la idea de visitar un cementerio, es realmente un paseo por la historia de Francia', dice uno de los reseñantes en el sitio web.
Otros cementerios muy visitados incluyen el Trinity Church en Nueva York, donde está sepultado Alexander Hamilton (considerado uno de los padres fundadores de los Estados Unidos), o el Recoleta en Buenos Aires, en el que descansa en paz Eva Peron.
‘En otros países los cementerios se ponen en valor. Eso aporta mucho al turismo', dice el antropólogo forense David Martínez. ‘Aquí en Panamá no se hace, pero se podrían llevar a cabo visitas guiadas a tumbas conocidas del país'.
PERFIL
PRESO DEL SISTEMA GUBERNAMENTAL
El Dr. David Martínez se graduó de las licenciaturas en Derecho y Antropología por la Universidad de Panamá. Es tecnólogo en medicina nuclear y posee una maestría y doctorado en antropología física y forense por la Universidad de Granada (España). Al regreso de su formación doctoral, tuvo que permanecer en su trabajo anterior (del gobierno) tres veces el tiempo que estuvo afuera, lo que le impide ejercer la antropología forense hasta el 2017.
Por: DANIEL M. ALARCO
LEILA NILIPOUR