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- 08/09/2024 00:00
- 07/09/2024 19:53
Del 16 al 21 de septiembre en Madrid, España, se celebrará Centroamérica Cuenta, el festival literario más conocido de la región centroamericana. Este evento fue fundado en 2012 por el escritor nicaragüense Sergio Ramírez y las primeras ediciones se realizaron anualmente en Nicaragua entre 2013 y 2017, hasta que en 2018 las represiones de la dictadura de Daniel Ortega se extendieron a todos los ámbitos sociales, políticos y culturales del país. Ese año, Centroamérica Cuenta tuvo que ser cancelado semanas antes de su inauguración.
Desde entonces, en cada mes de mayo, Centroamérica Cuenta se ha celebrado fuera de Nicaragua: en Costa Rica (2019), Guatemala (2020, 2021 y 2022), República Dominicana (2023) y Panamá (2024). Paralelamente, en cada septiembre desde 2021 se ha realizado un segundo festival Centroamérica Cuenta en Madrid.
Algo que ha caracterizado a este festival desde sus inicios es la participación de escritores de dentro y fuera de Centroamérica. Sin embargo, me ha llamado la atención que en las últimas ediciones la participación centroamericana en sus convocatorias (por irónico que parezca) ha escaseado.
Si bien Centroamérica Cuenta “tiene como objetivo principal contribuir a los esfuerzos de integración cultural que se llevan a cabo en la región centroamericana, creando espacios culturales regionales, nacionales y locales, mediante el fomento de las capacidades humanas e institucionales del sector cultura”, para nadie es un secreto que cada año se ha alejado más de ese propósito. Este festival se ha vuelto cada vez más ajeno e inaccesible —cultural y geográficamente—, pero además, un tanto elitista y excluyente.
Desde sus inicios, un enorme mérito de Sergio Ramírez y de los distintos organizadores y patrocinadores de Centroamérica Cuenta ha sido poner a la región centroamericana en el mapa literario internacional, pero no soy el único que piensa que en los últimos años han perdido el norte. Esto, más que una opinión, se trata de un hecho fácil de deducir cuando enumeramos los propósitos y la razón de ser de este festival según sus organizadores: “1. Promover el arte y literatura centroamericana y a sus creadores; 2. Reflexionar sobre la identidad y realidad centroamericana; 3. Proyectar y difundir la cultura de la región, especialmente su narrativa; 4. Crear lazos entre los creadores centroamericanos y con los invitados, favoreciendo la conexión entre la cultura centroamericana y las demás culturas; 5. Entablar un diálogo generacional entre creadores ya reconocidos y nuevos creadores emergentes”.
¿Cuáles de estos cinco “propósitos” aún se están cumpliendo hoy en 2024? Si tomamos como muestra la edición mayo pasado aquí en Panamá y la próxima a celebrarse dentro de unos días en Madrid, podremos notar lo verdaderamente lejos que está Centroamérica de contar para su propio festival literario. Según el programa oficial del festival llevado a cabo en Panamá, de los 27 eventos del programa, sólo 8 de ellos sucedieron realmente en tierras panameñas, porque el resto, incluyendo la inauguración el 21 de mayo, se celebró en la capital española.
O sea que, por paradójico que parezca, la mayor parte de Centroamérica Cuenta “edición Panamá” estuvo lejos de Panamá y de la mayoría de los centroamericanos: a más de 8 mil kilómetros + US $950 dólares (precio promedio por un boleto a Madrid en mayo) + el océano Atlántico de distancia.
Este último Centroamérica Cuenta fue bien variado: desde la presentación de un libro del escritor mexicano Juan Villoro (pero de ningún escritor centroamericano) hasta un “Centroamérica Cuenta Making of” donde “Escritores y escritoras participantes de Cuenta Centroamérica, el proyecto de crónicas literarias del festival, comparten y leen sus textos sobre sus experiencias en Madrid” (y donde, según el programa, sólo uno de los exponentes era centroamericano).
Quizá no habré sido el primero en notar que Centroamérica Cuenta es excluyente con los mismos artistas centroamericanos. Esto se nota a leguas desde la misma planificación, concepción y convocatoria del evento. Uno de los eventos del pasado mayo en la edición de “Panamá” (pero sede en Madrid, claro) se llamó “Libro, Lectura y Derechos Culturales” (aclaro que el mal uso de las mayúsculas lo tomé del programa oficial y no pertenece a la edición de este periódico). En este evento conversaron “María José Gálvez Salvador (España), Luciano Monteiro (España)” y “Karine Pansa (Suiza)”. Pero ¿qué conocen estos autores —con todo el respeto que se merecen, por supuesto— sobre la realidad literaria y cultural en Centroamérica? ¿Dónde estaban los centroamericanos en un conversatorio como este?
Por lo que sabemos, este tipo de exclusión está lejos de ser cosa del pasado: en el programa del próximo Centroamérica Cuenta a celebrarse dentro de pocos días en Madrid podemos leer invitaciones como esta: “David Uclés (España), Nona Fernández (Chile) y Emiliano Monge (México) conversan con Aroa Moreno Durán (España)”. O si no: “Charles Olsen (Nueva Zelanda) y Lilián Pallares (Colombia) conversan con Gabriela Lovera (Venezuela)”. Ya cada vez me extrañaría menos que un estudiante en edad escolar que asista a Centroamérica Cuenta repruebe geografía por escribir en un examen que España, Chile o Nueva Zelanda quedan en Centroamérica. Me pregunto si siempre seré el único en notar una carencia de identidad por parte del festival en este tipo de situaciones. Pero lo más lamentable quizá sea el evidente desdén hacia los verdaderos escritores centroamericanos (los de a pie: todos esos que no tienen contratos editoriales internacionales ni agentes literarios, y que son la mayoría).
No exagero al decir que los participantes centroamericanos del Centroamérica Cuenta que está a punto de iniciar en Madrid apenas se contabilizan con los dedos de la mano (incluyendo a los organizadores). Para comprobarlo, basta una simple revisión al programa oficial, en donde, a pesar de contar con más de 40 participantes, sólo 9 son centroamericanos (incluyendo dos de los organizadores). Aunque al menos esta vez sí se presentará un libro de una autora centroamericana: Mujer insignificante, de Catalina Murillo (Costa Rica).
No faltará quien opine que nada de esto es verdaderamente alarmante (y quizá en parte tenga razón), pero nadie puede negar que Centroamérica Cuenta ni siquiera cumple con una buena función publicitaria para sus invitados, sean centroamericanos o no, dado que la producción literaria de una gran mayoría de ellos ni siquiera se puede conseguir en librerías centroamericanas, según consulté en varias cadenas de librerías, salvo la obra de Catalina Murillo que se presentará el sábado 21 de septiembre, pero que a la fecha en que escribo estas líneas aún no ha venido a Panamá.
Por donde sea que lo veamos, Centroamérica Cuenta está lleno de ironías que hoy, en 2024, y desde hace algunos años, empiezan por el mismo significado implícito en el juego de palabras que conforma su nombre. Hablamos de un festival que no cuenta con una gran mayoría de centroamericanos: ni exponentes ni espectadores. ¿De qué sirve para la precaria actividad cultural centroamericana un festival literario sobre Centroamérica en Madrid? ¿Desde cuándo la razón de Centroamérica Cuenta dejó de ser Centroamérica?
Como espectador, y sobre todo como centroamericano, desearía que Centroamérica Cuenta recordara su razón de ser.