Este viernes 20 de diciembre se conmemoran los 35 años de la invasión de Estados Unidos a Panamá. Hasta la fecha se ignora el número exacto de víctimas,...
- 27/03/2024 00:00
- 26/03/2024 16:50
Un día, Emilza Almanza me escribió desde Miami para agradecer que entre los personajes que desfilaron en el libro de mi autoría Lo que no habían contado, estuviera el maestro Ramón H. Almanza, consagrado pintor panameño que ya ocupa espacios importantes a nivel internacional, uno de ellos el Museo Nacional de la República Popular China que lo convirtió en el segundo artista latinoamericano que es parte de su galería, después del maestro Fernando Botero.
Ramón Hache, además, cumplió 30 años en el oficio y ha forjado una obra muy respetable desde donde se la mire, y como si fuera poco, sin que nadie se lo pidiera apoya a los artistas panameños con la Fundación Almanza, que él creó, acompañado por sus caros amigos con el fin de descubrir talento, especialmente en el Panamá profundo.
La señora Almanza, en aquella ocasión, me hizo saber que estaba escribiendo un libro y que más adelante me daría detalles.
La verdad verdadera es que su libro El beduino viajero del tiempo apareció en un vuelo ambicioso por las estanterías digitales y de papel de una de las famosas plataformas corporativas dedicadas a estos menesteres, pero también lo está haciendo por tiendas y librerías de América Latina, en países como Guatemala y Honduras. En Estados Unidos, tiendas como Walmart lo están distribuyendo, y en México y Uruguay, cadenas como mercadolibre. No vende miles de libros, pero como gotas salvadoras de agua en el desierto, lo van pidiendo, se agota, de nuevo lo surten, y se está convirtiendo en un rumor que está atrapando lectores.
Antes de que esto empezara a suceder, la dinámica y vibrante señora escritora vino a Panamá, como lo hace siempre, a visitar a su querida familia, la conocí y supe que su relato literario fue inspirado en un viaje que hizo con su esposo a Egipto, hacia 1985. Se alojaron en un hotel que antes era un palacio construido o remodelado durante la época de la expedición francesa al mando de Napoleón. Allí, a la inquieta escritora se le ocurre explorar la manera como viven las familias egipcias, bajo carpas en el desierto, y un culto guía, de mejor apariencia y versado en al menos tres idiomas, piensa que ellos deben visitar a un maestro en el desierto que él conoce, porque la señora Almanza posee un extraordinario parecido con una reina de tiempos inmemoriales que vivió precisamente en aquel palacio transformado en hotel.
Emprenden la aventura a lomo de camello, y en efecto, debajo de una carpa los esperaba el maestro con el que conversaron largamente y al que escuchaban con profunda atención mientras contemplaban la llegada de la noche. Cada palabra que aquel hombre iba soltando con cierta sencillez meditabunda, matizada fluidez y hondas certezas, envolvía el entorno de misterios premonitorios, vasos comunicantes con aquel universo de azules y estrellas, silencios largos y gemidos abrumadores de las ventiscas de arena que aparecen, de pronto, ostentando su soberbia natural.
La experiencia fue electrizante y lo suficientemente fuerte como para que la señora Almanza, intrigada por las revelaciones, repasara el tema con su esposo en más de una ocasión. El maestro era considerado un viajero del tiempo, y desde luego esa condición inspiraba un gran respeto social y cultural.
Los esposos Almanza habían viajado a Egipto como intermediarios de una compañía para realizar un negocio favorable a Panamá, algo relacionado con la producción y comercialización de aceites.
“El maestro era un personaje único. Solo podía vernos en horas especiales, casi entrando la noche y esa visita se convirtió en una charla tan mística que nunca la pude olvidar, pues de alguna manera están fluyendo en los tiempos cosas que me dijeron en esa reunión”.
La señora Almanza, durante varios años, en Estados Unidos, sirvió como ghost writer (escritora fantasma) a varias compañías editoriales que contratan sus servicios para producir o ampliar capítulos de relatos de amplio formato. Nunca utilizó su propio nombre, hasta cuando decidió escribir, animada entonces por su querido esposo, una novela con su propia impronta, la terminó, y en ese proceso falleció su compañero de vida. Año 2016.
Del dolor de la ausencia, la escritora panameña pasó a considerar su experiencia en Egipto. La mente le dio vueltas, suspendió la presentación de la primera novela y le puso toda la pasión a esta historia vivida en directo con el maestro beduino. En 2019 la concluyó, vino la pandemia, y hoy está sorprendida un tanto por el éxito de su libro.
“Sin saber por qué yo, teniendo otra novela, quise hacer mi presentación como escritora bajo mi propio nombre, refiriendo esa aventura. El libro está corriendo bien en España, y se han interesado en traducirlo al idioma inglés”.
Lo realmente maravilloso de Emilza Almanza es que es una escritora panameña raigal, con profundo sentido de pertenencia nacional, con alma interiorana, a pesar de vivir en Estados Unidos hace ya varias décadas. Y que, como hecho paradójico, a su edad adulta la están leyendo y conociendo primero en el exterior y no en el terruño, lo cual no significa que sea un hecho negativo.
Su amor por la escritura no es de ahora. En otra época mantuvo una columna de opinión en uno de los diarios de Panamá, hasta cuando se trasladó al país del norte. Ha estudiado sicología, es profundamente espiritual, y concibe la vida con la soltura que le da su fe; una confianza que se asocia a su capacidad mental de interpretar ciertas manifestaciones del universo, y ese poder oculto que hay en mensajes inesperados como aquel que recibió en las noches de Egipto y que le correspondió descifrar, luego, con pleno control de su conciencia y con base en sus conocimientos y lecturas.
El título de la obra sugiere un paseo expectante por laberintos que podemos imaginar o no desde nuestro sistema de creencias, pero en todo caso, al día de hoy no es destemplado para el intelecto la exploración de destinos vinculados a otros planos existenciales. “Eso que llamamos energía es el alma, que sale del cuerpo y viaja”. El maestro beduino, en el año 85, le habló premonitoriamente de la inteligencia artificial y del peligro del ser humano transformado en una máquina peligrosa, por los avances desmesurados y descontrolados de la tecnología.
Auscultar el relato de la escritora Emilza Almanza puede resultar atractivo a mentes abiertas y curiosas. Su prosa es sencilla y solo ocupa un poco más de 100 páginas, suficientes como para empezar a pensar en los misterios del destino.
El objetivo de la escritora con la venta de su libro es contribuir a los propósitos de la Fundación Almanza, que orienta su hijo, el maestro Ramón H. Almanza, y que dirige con gran acierto Yvette Castro.
Estamos en tiempos de Pascua y viene en camino el Día Mundial del Idioma Español. Aparece un libro que sugiere algún misterio espiritual. Invito a su lectura, primero, por la escritora panameña de edad madura aquí desconocida, y enseguida, porque no debemos temer asomarnos a lo aparentemente desconocido. Y finalmente, porque el movimiento del libro para Panamá tiene un noble fin: contribuir a que niños y jóvenes con talento artístico puedan recibir apoyo y creer en sus sueños.