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La chica panameña que brilló en los sesentas
- 11/06/2023 00:00
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“Levántese, porque Liz Taylor está aquí… esta noche, a las 8:30 pm, la voluptuosa estrella y su esposo Richard Burton acudirán al programa de variedades “The Sammy Davis Show” en NBC. Seguido, la cantante Nancy Ames y los bailarines Augie y Margo”.
Era el año 1966. En momentos en que el mundo parecía hacer reverencia a todo lo que se viera y sonara a juventud, cuando todos bailaban y cantaban las canciones de los Beatles y las mujeres lucían escandalosas minifaldas y tendencias impuestas por la modelo Twigy, irrumpía con fuerza en el mundo del espectáculo estadounidense una joven cantante llamada Nancy Ames.
“Es hermosa. brillante y educada. La señorita Ames lo tiene todo. Increíble no es un calificativo exagerado para describirla”, aseguraba un cable de la United Press International, fechado en mayo de 1963, haciendo alusión a su primer disco de larga duración The Incredible Nancy Ames, lanzado en 1963.
Todos parecían fascinados con su encanto y vivacidad, así como por su repertorio de canciones, especialmente “Cucurucucu paloma”, “El día que me quieras”, “Ayer”, “Alma Corazón y Vida, cantadas en español.
La joven aparecía como invitada frecuente de los más prestigiosos programas de variedades nocturnos como el de Ed Sullivan, Hootenanny, “The Steve Allen Show” y “Tonight” e inundaba las portadas de revistas y espacios radiales.
En el año 1966, dos de sus canciones (“Ballad of the Green Beret” y “Cry Softly”) se colocaron entre las 100 más populares del momento.
En 1967, acumulaba 9 discos de larga duración en apenas 4 años: The Incredible Nancy Ames (1963), A Portrait of Nancy (1963); I Will Never Marry (1963); This is the Girl That is (1964); Let It Be Me (1965); As Time Goes By (1965); Latin Pulse (1966); Versatile Nancy Ames (1966); Spiced With Brasil (1967).
Con sus finas facciones, sus ojos verdes aguacate y cabello rubio atado en una cola de caballo, Nancy Ames parecía la típica chica norteamericana, pero en los centenares de entrevistas y reportajes que hizo para la radio y la televisión, siempre se tomó el tiempo de aclarar que su nombre de nacimiento era Nancy Alfaro y que tenía raíces panameñas. Hablaba perfectamente el español y había vivido varios años en Panamá.
Su abuelo era el ex presidente de Panamá Ricardo J. Alfaro, quien, en los últimos años de la década del sesenta, al momento en que ella alcanzaba el cenit de su fama, se desempeñaba como vicepresidente de la Corte Internacional de La Haya y era condecorado por la Reina Isabel II.
Su padre era Victor Alfaro, hijo mayor del abogado y diplomático y su esposa Amelia Lyons, conocido como un prominente otorrinolaringólogo panameño-americano, miembro de la Facultad de Medicina de Georgetown University entre 1931 y 1961, y presidente de la Asociación de Otorrinos de Estados Unidos (1972).
Bajo las circunstancias de la época y lugar, Nancy parecía destinada a convertirse en una “dama de sociedad”. Nació en Washington en 1937 y, al igual que su padre, recibió una educación esmerada. Acudió al Holton-Arms School (Maryland) una de las escuelas de niñas más prestigiosas de Estados Unidos, la misma a la que había asistido la primera dama Jackie Kennedy. Posteriormente, ingresó al Bennette College, en Nueva York, y después de obtener su título en este centro superior, hizo un intercambio académico en Europa, donde perfeccionó sus conocimientos de español, francés e italiano.
Era, además de consumada deportista y jinete, aficionada a las artes. De niña, recibió clases de ballet durante ocho años (“para que tomara gracia”, decía su madre, la socialite Nancy Hamilton). Tocaba perfectamente la guitarra, el uke y el banjo.
Dados su talentos y el prestigio de su familia, cuando debutó en sociedad en el exclusivo Chevy Chase Country Club, a los 18 años, todos supieron que estaba destinada a hacer un buen matrimonio y brillar en la sociedad de Washington.
En 1959, todo parecía seguir su curso cuando los periódicos de la ciudad anunciaron con prominencia su boda con el caballero Edward Louis Emes, de una conocida familia de Mount Vernon, graduado de Duke University y corredor de seguros.
Poco fue el tiempo en que Nancy seguiría el guión escrito para ella. Su vida dio un giro 180 grados en 1960, a raíz de la atención que generó su participación en un baile de caridad.
Se trataba de un musical del Club Hexagon, un show satírico y humorístico de aficionados cuyos invitados eran personajes de alto nivel —el presidente, el gabinete, el cuerpo diplomático—. Era un evento para recoger dinero para obras sociales y Nancy aceptó cantar y hacer un sketch.
Pero su actuación no pasó desapercibida a la prensa. “Ha nacido una estrella”, dijo sobre ella la columnista de sociales Beth Beale.
El empuje definitivo se lo dio uno de los fotógrafos que cubrieron el evento, quien le consiguió una cita con su amigo el director Harold Prince, quien hacía audiciones para una nueva obra que se presentaría en Broadway en 1961.
Nancy nunca se había planteado actuar o cantar en serio, pero acudió a la cita temblando, señalaría más tarde. Al parecer impresionó al director, quien la contrató de inmediato.
La obra estaba ubicada en el Nueva York de principios del siglo XX y trataba sobre los esfuerzos que acomete un pastor para limpiar la zona roja conocida como Tenderloin, enfrentado a políticos corruptos que se aprovechan de la miseria de las trabajadoras nocturnas. A Nancy le correspondía bailar y cantar en el papel de una chica de personalidad irreverente.
A pesar de su poca experiencia, su participación fue un éxito. Cuando terminó la temporada en Broadway, el show se trasladó a Las Vegas con ella en el papel principal.
Se le abrían las puertas a una vida diferente, con nuevas ofertas y posibilidades que nunca había considerado.
“Mi familia se opuso radicalmente a que siguiera en el espectáculo”, diría Nancy al periodista Ed Misurell, en 1964. “Pensaban que me había perdido. No podían separar el papel que desempeñaba en la obra de mi vida real”.
Pero ella lo vio de otra forma. “Vi lo que se esperaba de mí, la vida que tenía por delante. Si rechazaba la oportunidad, tendría un viaje fácil en la vida como matrona de un country club. Sería una ronda de bailes de caridad, tiaras. Me pareció horrible, injusto, ser arrinconada a esa situación en la que solo podría estar expuesta a experiencias limitadas, a una visión única de la gente y la realidad. Allí es donde empiezan los prejuicios”, diría en el mismo reportaje.
Pero su decisión, además del rechazo de la familia, le costaría su matrimonio. Después de tres años y medio casada con quien parecía un “príncipe azul, esposo perfecto”, debió pasar por un doloroso divorcio.
“Pobre Nancy. Era una muchacha agradable. Enloqueció. Se perdió”, decían los amigos de infancia, según comentó en muchas ocasiones ella a la prensa. Nunca más volvió a frecuentarlos.
“No quiero amigos que me compadezcan, sino que piensen que soy afortunada, porque lo soy”, dijo a la prensa en 1964.
Después de unos comienzos duros, su carrera despegaría definitivamente en 1963, con el apoyo de Harry Belafonte. Ese año consiguió un contrato con NBC para servir como anfitriona en el programa semanal “That Was the Week That Was”, una revisión satírica de los eventos semanales. Sus compañeros eran estrellas nacientes como David Frost, Henry Morgan y Elliot Reid que más tarde despegarían en el panorama de la farándula. El programa le abrió más puertas y recibió ofertas para una película. Era el momento más alto de su corta carrera.
Eventualmente, su familia llegaría a aceptar y compartir la dicha de sus éxitos.
Actualmente, Nancy Ames vive en la ciudad de Houston, Texas, donde en 1982 montó junto con su esposo Danny Ward una empresa especializada en la organización de eventos corporativos de alto nivel. Entre otros importantes funciones montó el evento de inauguración del presidente George W. Bush.
Una búsqueda de su nombre en internet llevará a infinidad de videos de sus participaciones en programas de variedades, portadas de discos y fotografías de reportajes y apariciones, así como de sus iniciativas empresariales.
Recomiendo en especial escuchar el video en el que interpreta la canción mexicana “Cucurucucu paloma”, de Tomás Méndez (1954), en una versión que aparece múltiples veces en youtube.com