Un “santuario arqueológico” yace bajo el barrio de Coco del Mar

Actualizado
  • 24/10/2015 02:00
Creado
  • 24/10/2015 02:00
Una de las zonas más exclusivas de la capital esconde parte de la historia del país. Aunque la población actual data de 1930, hay evidencia de asentamientos prehispánicos

El hallazgo arqueológico fortuito, en 2007, en el barrio de Coco del Mar ha revelado, ahora, varios datos sobre el ADN panameño y la historia del propio istmo.

Aunque el crecimiento urbano en esta zona cercana al mar, de aproximadamente 10 hectáreas, data de 1930, las investigaciones han permitido comprobar que allí hubo un asentamiento humano en el siglo XIV, es decir cien años antes de la llegada de los españoles a América.

En el 2007, el actual director de la Secretaría de Ciencia y Tecnología (Senacyt), Jorge Motta, descubrió que en el patio de su residencia habían estado enterrados restos humanos por siete siglos. Los primeros estudios y el rescate arqueológico fueron encomendados al arqueólogo Carlos Fitzgerald, que aún trabaja en ellos.

‘En la memoria de vecinos, constructores y en las bodegas del Patrimonio Histórico existe evidencia de hallazgos arqueológicos de cerámica y enterramientos que hablan de un asentamiento costero extenso, desde el centro de convenciones Atlapa hasta las ruinas de Panamá Viejo', señala Fitzgerald. Esa es, precisamente, la zona que encierra el barrio de Coco del Mar, en el corregimiento de San Francisco.

A pesar de que las osamentas halladas en la residencia de Motta se remontan al siglo XIV, tanto el director del Senacyt como Fitzgerald hablan de la presencia humana en ese sector desde los años 900 y 1200 después de Cristo. O por lo menos, esa la referencia científica más antigua que se ha logrado obtener.

Los restos humanos encontrados, que pertenecían a tres jóvenes entre 16 y 19 años de edad, fueron llevados al Conjunto Monumental de Panamá Viejo (en el barrio homónimo, en el corregimiento de Parque Lefevre), declarado Patrimonio de la Humanidad en 2003 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, Ciencia y la Cultura (Unesco, por su siglas en inglés).

Los restos estaban acompañados de una serie de vasijas de cerámica, algunas completas y otras rotas.

‘Si bien las condiciones del suelo permitieron la buena preservación de los esqueletos, en nuestro clima tropical húmedo los materiales orgánicos como la tela y la madera sencillamente no se preservan y nos toca inferir su presencia', explica Fitzgerald.

ESTUDIO DE ADN

Tras el hallazgo, la familia Motta decidió involucrarse en la investigación y con la colaboración de especialistas de otros países se sustrajo el ADN de los huesos para cruzarlo con el ADN de personas de diversas partes del país, incluyendo las provincias y las comarcas indígenas.

El estudio permitió determinar que las población actual del país comparte, en su línea materna, el ADN de este asentamiento humano precolombino y que la diversidad étnica que se observa en la población de hoy proviene de la línea masculina.

La ascendencia materna de la población panameña de hoy es 75% amerindia, un 15% afro y el resto, europea, explicó Motta. La ecuación se invierte cuando se analiza la ascendencia paterna, dijo.

En palabras sencillas, dice Fitzgerald, ‘nuestra etnicidad materna es indígena bien antigua y propia del istmo de Panamá'.

Los estudios fueron publicados, en el 2012, en la revista italiana científica Plos One.

Una de las características del barrio de Coco del Mar es la construcción de edificios que superan los 40 pisos y que se mezclan con las residenciales unifamiliares.

Fitzgerald recordó que cerca de la residencia de Motta se realizó otro rescate arqueológico similar, como parte de la mitigación del impacto de un proyecto urbanístico. Ese hallazgo, explicó el arqueólogo, se trataba de un entierro primario de una mujer acompañada de tres cráneos. Otras han quedado sepultada por edificios, añade. ‘Hoy se puede señalar con más certeza que en Coco del Mar se encontraba el primer asentamiento y sede del cacicazgo de Panamá', alega Fitzgerald, lo que permite reescribir la historia del istmo de Panamá. A su juicio, Panamá no fue una zona de paso, sino lugar de asentamiento permanente. ‘Y continúa así desde hace mucho siglos', agrega.

La publicación en la revista Plos One plantea cómo el hallazgo en la familia Motta puede reescribir la historia. ‘La evidencia arqueológica sugiere un vínculo inquebrantable entre nativos modernos y sus ancestros paleo-indios en algunas zonas de Panamá, aun cuando los grupos indígenas que sobreviven representan sólo el 12,3% de la población total', recalcó.

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‘Nuestros pueblos originarios estuvieron aquí hace siglos',

JORGE MOTTA

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