La Universidad de Panamá y su papel histórico

Actualizado
  • 03/07/2021 00:00
Creado
  • 03/07/2021 00:00
A partir de 1935 la Universidad se insertó en los capítulos más honrosos de la historia nacional. Lo hizo respondiendo a los deseos de su primer rector, doctor Octavio Méndez Pereira, “de convertirla en el más avanzado vigía de nuestro pueblo y en el más fuerte, consciente y eficaz defensor de nuestro destino”.
La Universidad de Panamá y su papel histórico

La Universidad de Panamá ha jugado un papel fundamental en la lucha por el perfeccionamiento de la independencia nacional. Antes de 1935 el movimiento patriótico estaba en manos principalmente de las organizaciones cívicas y lo que ellas hicieron para dar brújula o norte a las aspiraciones nacionales fue ejemplar y salvó el país de caer en la cultura del vasallaje. Muchas entidades y personajes empuñaron las banderas de la nacionalidad durante las tres primeras décadas republicanas, pero sin duda Acción Comunal tiene el mérito de recoger en su ideario y en sus luchas los objetivos emblemáticos de la nación panameña. A partir de 1935 la Universidad se insertó en los capítulos más honrosos de la historia nacional. Se insertó respondiendo a los deseos de su primer rector, doctor Octavio Méndez Pereira, “de convertirla en el más avanzado vigía de nuestro pueblo y en el más fuerte, consciente y eficaz defensor de nuestro destino”. Este papel asignado tan previsoramente lo ha cumplido la Universidad en diversas ocasiones, porque supo atinadamente “reconciliar y reafirmar los atributos espirituales de la nacionalidad panameña”, tal cual lo intuía con toda confianza el presidente de la República, doctor Harmodio Arias Madrid, en el discurso inaugural pronunciado el 7 de octubre de 1935.

En el ya largo camino recorrido por la Universidad, el país no solo ha recogido los frutos de su labor académica tan esencial en la misión universitaria, sino que en múltiples momentos de incertidumbre y de sacrificios la Universidad ofreció al país su palabra oportuna y orientadora. En los días azarosos de enero de 1964, en los momentos en que el heroísmo estudiantil marcaba para siempre el 9 y 10 de enero como fechas transformadoras de nuestro destino, el Consejo General Universitario, reunido el mismo 10 de enero, recogió la profunda dimensión patriótica de aquella jornada y entregó a su pueblo, como legado de los mártires, una resolución “elaborada por los profesores Diógenes Arosemena, Carlos Iván Zúñiga, Erasmo Escobar, Ricardo Arias Calderón, Fabián Echevers, Ernesto Castillero Pimentel y Dulio Arroyo” (ver La Estrella de Panamá del 12 de enero de 1964), aprobada por unanimidad. En esa resolución se fijaron los objetivos finales de la lucha histórica del panameño, a saber: denuncia del tratado de 1903 y los pactos complementarios, convocatoria de una conferencia de plenipotenciarios del mundo para establecer las bases contractuales de la neutralización del Canal, demandar la nacionalización del Canal como aspiración de la República, establecer relaciones diplomáticas con todos los países del mundo, solicitar al gobierno que declare al país en estado de alerta para defender la soberanía nacional, ordenar a la Guardia Nacional que asuma la defensa de la República, expresar su respaldo a las denuncias presentadas ante el Consejo de Seguridad por la agresión sufrida, respaldar a los estudiantes y al pueblo por la lucha que se realizaba en esos momentos en defensa de los altos intereses nacionales y apoyar plenamente al Gobierno Nacional en toda gestión dirigida a la defensa de todos los derechos soberanos de la República.

Ese prístino pronunciamiento de la Universidad de Panamá, que lleva la firma de su rector, Narciso Garay, y de su secretario general Diógenes Arosemena, rompió con los moldes revisionistas tradicionales, estableció los pilares del abrogacionismo y adoptó la nacionalización del Canal como objetivo supremo de la República. A partir de aquellas fechas luctuosas y gloriosas a la vez (9 y 10 de enero), y de aquella resolución universitaria, la diplomacia panameña encontró la camisa de fuerza que impediría la locura histórica de apartarse de los ideales fraguados en enero de 1964.

De modo simultáneo el Colegio Nacional de Abogados, dirigido por Jorge Illueca, Manuel García Almengor, Carlos Del Cid, Rodrigo Molina, Ascanio Mulford, Mario Galindo, Carlos Bolívar Pedreschi y R. A. Rodríguez (ver La Estrella de Panamá del 13 de enero de 1964), marcó pautas adicionales a la nueva política exterior, exigió la desmilitarización de la Zona del Canal y recomendó “la movilización de todas las fuerzas vivas del continente a fin de crear una atmósfera continental propicia para la solución favorable de las demandas panameñas”. En ese pronunciamiento de los abogados tomó fuerza la tendencia de hacer mundial la causa panameña, tendencia que también tiene antecedentes en los años 30 y en la Asamblea Constituyente de 1946 (discurso de Diógenes de la Rosa y de Gumercinda Páez) y que algunos falsificadores de la historia la atribuyen a los negociadores de los tratados de 1977.

La Universidad de Panamá y su papel histórico

En el nuevo aniversario de fundación de la Universidad de Panamá, el recuerdo de estos hechos debe primar sobre la antropofagia “académica” de algunos gacetilleros que andan rumiando con indeclinable e injustificado rencor los pasivos de la Universidad para proyectar la imagen de que en ella nunca ha encontrado su domicilio la lectura, la inteligencia y el patriotismo. Igualmente, la fecha es oportuna para recordar que el espíritu universitario siempre debe identificarse con las mejores virtudes humanas, entre ellas la probidad, sin la cual la Universidad perdería sus luces y dejaría de ser el principal escudo protector del honor nacional.

Si, como queda dicho, en los aciagos días de enero de 1964 la Universidad supo brindar su palabra orientadora, hoy, a lo interno, la Universidad debe comportarse cada día con mayor rigor como una República de docentes, estudiantes y egresados, comprometida con la educación, con la moral, con el conocimiento, con la solidaridad social, con la cultura, con la investigación científica, con lo académico y con las buenas políticas del Estado. Solo así podría crear y recrear en el campo humanístico y científico, y solo así podría ejercer su misión de “reconciliar y reafirmar los atributos espirituales de la nacionalidad panameña”.

Al cumplir la Universidad de Panamá 67 años de fundada, nadie debe olvidar que allí se trabaja con la juventud que no solo recurre a ella para satisfacer su sed de sabiduría, sino para que los buenos ejemplos de los maestros inspiren su comportamiento. Ayer la Universidad agotó sus esfuerzos para funcionar en una patria libre. Convencida como estaba de que Universidad y colonia no nacieron hermanas, incorporó en su gestión pública la lucha por la consolidación de la soberanía. Y convencida, como debería estar, de que Universidad y corrupción obedecen a fines opuestos, como a fines opuestos responden los conceptos democracia y dictadura, toda la misión universitaria debería estar dirigida a ser siempre una República moral, con mandamientos que sean apóstoles del magisterio, nunca traficantes de la politiquería, y pueda así, la alta casa de estudios, luchar con mayor eficacia por la democracia, por la decencia ciudadana y por el humanismo como doctrina que se ocupa de la personalidad del ser y su destino.

Publicado originalmente el 12 de octubre de 2002.
FICHA

Un vencedor en el campo de los ideales de libertad:

Nombre completo: Carlos Iván Zúñiga Guardia
Nacimiento: 1 de enero de 1926 Penonomé, Coclé
Fallecimiento: 14 de noviembre de 2008, ciudad de Panamá
Ocupación: Abogado, periodista, docente y político
Creencias religiosas: Católico
Viuda: Sydia Candanedo de Zúñiga
Resumen de su carrera: En 1947 inició su vida política como un líder estudiantil que rechazó el acuerdo de bases Filós-Hines. Ocupó los cargos de ministro, diputado, presidente del Partido Acción Popular en 1981 y dirigente de la Cruzada Civilista Nacional. Fue reconocido por sus múltiples defensas penales y por su excelente oratoria. De 1991 a 1994 fue rector de la Universidad de Panamá. Ha recibido la Orden Manuel Amador Guerrero, la Justo Arosemena y la Orden del Sol de Perú.
Lo Nuevo
Suscribirte a las notificaciones