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Un tributo a la medicina forense en Panamá
- 16/02/2023 00:00
- 16/02/2023 00:00
La Asociación Panameña de Medicina Legal y Forense (Apamelef), escogió el 4 de febrero, día del natalicio del doctor Humberto Mas Calzadilla, como la fecha de celebración del Día del Médico Forense.
Ese día, en un selecto encuentro, los médicos especialistas asociados, así como invitados especiales, se reunieron para conmemorar los 10 años como gremio, honrar la memoria del primer médico forense de Panamá, y hacer un reconocimiento a otros especialistas consagrados en su profesión.
La doctora Elaine Bressán preside Apamelef, y en su intervención en el acto solemne dejó saber que, para ellos, desde que fue concebida esta idea, la ilusión era contar con la presencia física del doctor Mas.
No ocurrió así, sin embargo, pero en su representación habló su esposa Nidia Españó, y su hijo Jorge, quien leyó las palabras de agradecimiento de la familia por este homenaje.
También estaban presentes los demás miembros de la familia, y le acompañó el doctor Adolfo Ahumada, quien intervino en el evento para destacar al amigo de siempre y sus virtudes humanas y profesionales.
Hace muchos años entrevisté por primera vez al doctor Humberto, en su calidad de director del Instituto de Medicina Legal, adscrito a la Procuraduría General de la Nación. De apariencia circunspecta, era de humor inteligente, y al saludarlo, siempre solía responder: “Aquí, defendiéndome del imperialismo”.
Aquel primer encuentro con el galeno fue en condiciones muy especiales: lo encontré en el sector de Calidonia, en el viejo edificio que servía de sede principal al Instituto de Medicina Legal, cuyo esqueleto arquitectónico seguía eternamente pintado de azul oscuro.
En aquel entonces, la edificación lucía severamente desvencijada, y el interior húmedo, lúgubre y atiborrado de oficinas estrechas y funcionarios y ciudadanos demandantes de oficios judiciales, denuncias, casos mortuorios y forenses.
Al fondo de aquel batiburrillo, en uno de sus laberínticos espacios, estaba la oficina de Mas Calzadilla, en la que no había esqueletos humanos ni muestras óseas, como uno imaginaría que son estos despachos, y en cambio sobresalía el retrato del poeta Pablo Neruda con un poema en letras blancas, un diploma de reconocimiento como personalidad notable por la soberanía, una foto ancha en blanco y negro en la que aparecía con varios amigos sosteniendo la bandera panameña tomada el 31 de diciembre de 1999, cuando entró Panamá en la antigua Zona del Canal.
Un diploma de la Sociedad Bolivariana de Panamá, el diploma de la Universidad de Buenos Aires, Argentina, que lo acredita como médico, y una silueta del Che Guevara repujada en cuero, traída de Cuba, que decía: “Hombre y amigo”.
El doctor Humberto Mas Calzadilla ingresó al instituto como médico forense, pero su verdadera historia comenzó a finales de los años 50 cuando en medio de la fogosidad de las ideas en el Instituto Nacional del que fue líder estudiantil, cambió la lectura de Las aventuras del pequeño Pepín, el Capitán Maravilla y Superman, por libros misteriosos.
El joven bachiller era víctima frecuente de obsesiones oscuras. Leía a Agatha Cristhie y seguía a Sherlock Holmes, asistía a salas de cine y entre los largometrajes preferidos estuvieron La ventana indiscreta, de Edward Robbins, y Doce hombres en pugna, con Henry Fonda. No olvidó jamás En manos del destino o Testigo de cargo, con Tyron Power, y La que no quería morir.
En esa misma secuencia, Humberto Mas siguió con sumo interés el caso de Caryl Shessman, apodado El bandido de la luz roja, un hombre condenado a muerte que postergó muchos años su sentencia con argumentaciones propias. Tenía la opinión pública internacional en ascuas, hasta que finalmente lo condenan. “Me llamaba la atención la investigación criminalística, pero sin duda, también el suspenso”, me dijo, en aquella ocasión.
Hacia el año 1957, en la Universidad de Panamá (UP), había mucha selectividad en la carrera de medicina. Las posibilidades de ser médico eran muy reducidas. La mayoría de los estudiantes llegaban hasta un grado que se denominaba premedicina. La primera graduación en Panamá tuvo ocho médicos y la segunda diez y seis médicos.
Entonces, con el apoyo de su madre y la familia, junto a Juan Carlos, su hermano, hoy también médico, viajó a Buenos Aires, Argentina, donde el estudio era gratuito, se ingresaba directamente, la nación era próspera y los costos de manutención favorables. Vivían en pensiones o en casas estudiantiles y solamente regresaron una sola vez a Panamá durante ese período, en 1961.
En Argentina, Mas Calzadilla, supo del socialismo gaucho y participó activamente en las huelgas estudiantiles universitarias. Por dos ocasiones la universidad se paralizó, la primera por nueve meses, lo que prolongó por dos años más sus estudios. Como miembro de un club de viajes, con el tiempo, pudo conocer Europa.
En 1968 salió en barco desde la capital argentina hasta Portugal y, allí, con unos amigos, compró un auto. Desembarcó en París para vivir la revolución parisina de aquel famoso año, alentada por la mayoría de las corrientes del pensamiento francés, embravecido con las prédicas existencialistas de Jean Paul Sastre. Cruzó la Cortina de Hierro para vivir de cerca la Primavera de Praga, otro acontecimiento que marcó el mundo caliente de la guerra fría.
De regreso a la Argentina se quedó por dos años más trabajando y acumulando experiencia, hasta que en 1970 aterrizó en Panamá. Sin pérdida de tiempo ingresó a la Caja de Seguro Social (CSS) para hacer el internado. Se fue a Colón y allí se reencontró con su compañero de adolescencia Hugo Spadafora, quien había sido asignado por el general Omar Torrijos para coordinar el sistema integrado de salud. “Con Hugo, hicimos el sistema. Aunque a él lo nombraron luego viceministro de Salud en 1975 y yo me quedé en Colón hasta 1977”.
En ese año se va a la Argentina a hacer la especialidad en medicina legal por cuenta del Estado. “Me puse a ver la posibilidad de hacer esta especialidad, porque en Panamá no la había y ese trabajo lo hacían los médicos no especializados”, contó en aquel encuentro de Calidonia.
Se tomó tres años en esa tarea y un año más en Costa Rica. En 1981 regresó y quedó sin nombramiento. Al año siguiente, en 1982, se incorporó a la Procuraduría General de la Nación. “Fui llamado por Olmedo Miranda, quien era el procurador”, recuerda, señalando que hasta 1985 fue médico forense de la Fiscalía Auxiliar. “Estaba solo examinando detenidos y lesiones personales”.
Pero el Instituto de Medicina Legal (IML) se crea por ley en 1984, aunque en el tiempo precedente, de hecho, habían venido creando la estructura de funcionamiento con otros nombres.
Lo cierto es que Mas Calzadilla es para la historia, el primer médico especialista en medicina legal que llegó a Panamá.
En 1989, con la crisis, el nuevo procurador general de la Nación, Rogelio Cruz, lo nombra director del Instituto. Y desde 1990 ocupó ese incómodo puesto, hasta los primeros días del mes de enero del año 2005 cuando la recién nombrada procuradora Ana Matilde Gómez, lo despidió.
En 2009 regresó por restitución de la Corte Suprema de Justicia. Y años más tarde, finalmente pasó a retiro.
Estos y otros encuentros con el doctor Mas Calzadilla me llevaron a acompañarlo en su aventura final de recoger su vida en unas memorias de corte sencillo, pero que, en todo caso, testimoniarán su lado humano y profesional. Su enfermedad impidió tener el libro a tiempo, pero está en camino, y esa será otra forma bella de su familia rendir tributo de amor y admiración. El libro está escrito en primera persona.
Dondequiera que se encuentre, y conociéndole, debe andar en las mismas: haciendo dictámenes forenses y defendiéndose del imperialismo.