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La historia de ‘Juanillo' y la violencia de tierra dentro
- 04/05/2018 02:02
- 04/05/2018 02:02
Hay crímenes tan infames que marcan a familias, pueblos y sociedades. Han pasado alrededor de 60 años del martirio de ‘Juanillo' (de unos 10 años).
Sin embargo, Aguadulce (Coclé) no olvida al niño de la Calle del Agua, encontrado muerto en un potrero de las afueras del pueblo.
Las malas noticias corren como camino de pólvora: ‘mataron a ‘Juanillo' por los lados de El Campamento (aeropuerto medio silvestre). Lo violaron, asfixiaron y robaron los reales de la venta de las empanadas'. La gente quedó aturdida. Esto no ocurría —ni remotamente— en el tranquilo interior del país.
Nadie tenía idea del autor de la atrocidad. Inmediatamente se activaron los gendarmes de la Guardia Nacional, con apoyo de diestros detectives de la capital. Los expertos seguían la pista a un ‘gato de casa'.
Los aguadulceños se congregaron en el Parque 19 de Octubre para exigir justicia. Las campanas de la iglesia San Juan Bautista no dejaban de repicar. El repudio se extendió por Veraguas, Herrera, Los Santos y Chiriquí.
Se montó una vigilia de oración apoyada por toda la región. El pueblo enardecido inundó la emisora ‘La Voz del Vigía', de Antonio Jaramillo, para condenar el hecho y pedir castigo. En la cabina, el combativo periodista Julián Pérez se entregaba entero a su misión.
No se hablaba de otro tema. La vigilia no cedía ni una pulgada. Cuando el sol ya empezaba a ocultarse por la calle de Los Marineros, se escuchó el frenazo del Alacrán (temible patrulla de policía). Silencio total. Las campanas callaron y las oropéndolas del parque hicieron lo mismo.
El capitán Camarena, un hombre pequeño pero con la fuerza de un cartucho de dinamita, habló con el pecho pegado a la barbilla: ‘Tenemos al asesino, le dicen ‘Pescaíto'. Ya está preso en el cuartel de ‘El Chochito'. El grito de victoria de la multitud se escuchó hasta en las costas de ‘El Salado'.
‘Pescaíto' era el apodo. Era un pescador artesanal, con una edad de 20 años. Vivía camino de ‘El Barrero'. Fue capturado cuando asistió a los rezos de ‘Juanillo' en la Calle del Agua. Lo delató su excesivo llanto y el yunque de la conciencia. Lo llevaron al penal de la isla de Coiba, en el pacífico panameño, que entonces era el terror de los criminales; lloraban como niños cuando el lanchón de la Guardia Nacional enfilaba la proa hacia mar afuera.
Cuento esta triste historia para mostrar el valor de una vida y la solidaridad de esos tiempos. Hoy todo ha cambiado en las provincias. La criminalidad y la violencia acaba con vidas y bienes. ¡Qué lejos quedó esa cultura campirana que se enorgullecía de dormir con las puertas abiertas!
CIFRAS DEL MIEDO
Las estadísticas del crimen en las provincias orientan sobre el problema, pero la realidad es peor que los números. Un informe -de 2016- de la Unidad Antipandillas de la Policía Nacional da cuenta de 204 organizaciones criminales repartidas así: Panamá (119 grupos), Colón (35), Chiriquí (30), Panamá Oeste (11), Veraguas y Coclé (4) cada una; y una en Los Santos.
En cuanto a homicidios en 2016, sobresalen 171 asesinatos en Panamá, 40 en Colón y 28 en Chiriquí. Las autoridades atribuyen el aumento de la criminalidad a las bandas, tumbes de droga, robos a domicilio, guerra entre carteles criollos y violencia doméstica, entre otras causas.
Algunas pandillas tienen sus bases en las zonas metropolitanas, como Panamá y San Miguelito, pero trasladan sus huestes a regiones desprotegidas y menos vigiladas de tierra adentro.
Las cifras de la vergüenza registran 19 feminicidios en 2016 y miles de denuncias de maltrato doméstico, con la más alta incidencia en Panamá, Panamá Oeste, Chiriquí y Coclé. La realidad es más cruda porque hombres y mujeres no hacen las denuncias por temor a venganzas.
Con regularidad los periódicos informan sobre la creciente delincuencia en las regiones. Citamos algunos titulares: ‘Acribillado por chacales en moto', ‘Cinco pepazos en Pacora', ‘Matan a mujer y la entierran en el patio', ‘Sicariato en Bugaba', ‘Caníbal irá a juicio', ‘Decomisan coca y marihuana en Darién', ‘Cae otro por feminicidio', ‘Rosa María tiene un año de desaparecida', ‘Se activa alarma por robo de recién nacida', ‘Recibe tres plomazos en baile', ‘Cuatreros vueltos el diablo', ‘Ejecutados'.
ENEMIGOS SILENCIOSOS
Hay una delincuencia con poca presencia en estadísticas y periódicos: el robo a domicilio. Al investigar algunas comunidades rurales de las provincias centrales, salta un detalle: la renuencia a hablar por temor a represalias. Según ellos, ‘más dura el pan en un horno que los rateros en prisión'.
Un vaquero, que se identificó como ‘Juan sin Miedo', dijo que el cuatrerismo anda ‘sin Dios ni ley'. Las vacas amanecen desguazadas y la carne va a los mercados clandestinos.
Muchos dueños de casas de campo y de fin de semana sufren los robos de techos, ventanas, servicios higiénicos, muebles, etc. Hasta las puertas. Ya casi nadie cría gallinas o patos porque no dejan ni las plumas. Las personas se van al bingo de la cooperativa y cuando regresan, se han llevado la línea blanca.
‘Ña Merce', nativa de Capellanía, Natá, dice que se llevan las pailas, máquinas de moler, tanques de gas, escaleras y gallinas culecas, con todo y huevos. Entre las ardillas y los ladrones ya no hay ni una fruta. ‘Mi Eugenio puso un candado para que no se lleven el trapiche', dice.
TRADICIONES DAÑINAS
Geraldine Emiliani, psicóloga clínica, sostiene que estos males tienen relación con una sociedad de consumo que ‘golpea a los muchachos del interior', creando necesidades falsas que a la larga los lleva a delinquir para obtener dinero y satisfacer sus necesidades.
‘Las redes sociales manejadas sin control y los medios en general transmiten antivalores. Empieza el consumo de alcohol a extenderse, propio de una juventud sin control, y de allí el consumo de drogas que influye igualmente en la delincuencia'. Agrega Emiliani que la venta de drogas es un negocio que les resulta lucrativo y fácil y que trae como consecuencia violencia y muerte entre vendedores y consumistas. ‘El alcoholismo, con raíces antiguas en el interior de la República, provoca riñas y violencia en general (hasta la destrucción del núcleo familiar)'.
En tanto, la Policía Nacional ha cambiado las estrategias para combatir el crimen. Sus planes no sólo contemplan la represión, sino también la prevención del delito.
La Dirección Nacional de Operaciones puso en práctica un Plan de Reducción de Delitos y Faltas Administrativas (2014-2019). El programa contiene tres grandes bloques. Disuasión policial, preventiva y represiva.
En lo referente a la Disuasión policial, se desarrollan acciones para influir en los ciudadanos con el propósito de que desistan de cometer delitos. El plan incluye seguridad ciudadana, convivencia pacífica, educación para la resistencia a las drogas (estudiantes de 10 a 15 años), programa de niños seguros (4 a 6 años de edad), conservación de la naturaleza y de los valores cívicos y morales.
También se trabaja en educación y resistencia a las pandillas (10-16 años), programa de jóvenes contra el delito, destrezas y comportamientos.
La prevención contempla orientación sobre uso indebido de drogas, estilo de vida saludable (padres y la comunidad), charlas preventivas, peligro de las drogas y mal uso de las redes sociales.
En materia de seguridad se mantiene la vigilancia permanente en las calles -vecinos vigilantes, ganaderos vigilantes- y el incremento de personal policial con nuevas tecnologías.
En cuanto a la represión, se garantiza la certeza del castigo al delincuente. Se realizan operativos antipandillas, de decomiso de drogas y armas, bloques de búsqueda, entre otras acciones contra la criminalidad en todas las provincias y comarcas indígenas del país.
Todos los entrevistados en este trabajo, algunos en el anonimato por un comprensible miedo, solicitan a gritos que la seguridad ciudadana se convierta en un tema de Estado, en el que prevalezca la solidaridad, los valores morales y el amor por el prójimo; como se demostró en tiempos de ‘Juanillo'.