- 07/12/2009 01:00
- 07/12/2009 01:00
En junio pasado, hice un reportaje sobre la reunión de pornógrafos que se celebra anualmente en Panamá. Aprendí que mucha gente gasta su dinero en películas pornográficas. Aprendí también que Panamá es una de las capitales mundiales de la "industria" de la pornografía. No puedo decir que nuestros gobernantes buscaron esa distinción, pero no han hecho nada para que los pornógrafos no se sientan bienvenidos.
Considera, en cambio, a Maya Lin y Daniel Wolf. Son personas exitosas, ella como artista, él como comerciante. Una parte considerable de su dinero ha servido para crear y mantener una reserva ambiental en Panamá.
¿Por qué? Porque saben leer y tienen dos hijos. Leyendo, se dieron cuenta del calentamiento global producido por el aumento de dióxido de carbono en la atmósfera, y de los efectos catastróficos que va a causar, si la humanidad no hace lo necesario para contrarrestarlo.
Teniendo hijos, quieren que la humanidad tenga un mejor futuro, y se sienten obligados de hacer su parte. La causa principal del calentamiento global es la actividad humana de cortar árboles. Así es que Maya y Daniel se han dedicado a cuidar y sembrarlos en Bahía Honda, provincia de Veraguas, un lugar muy bello e inaccesible.
Todo les iba bien hasta hace poco. Pagaron bien por la tierra que compraron. Emplearon hombres como guardabosques, daban becas, y regalaron materias escolares, y establecieron una estación médica, y gozaron de excelentes relaciones con los lugareños.
Pero el auge de bienes raíces atrajo predadores. Un par de convictos extranjeros, financiados por intereses turísticos, ofrecen dinero a quienes están dispuestos de invadir y construir ranchos y tomar posesión de la tierra, con el total consentimiento de la dirección de Catastro del Ministerio de Economía y Finanzas, y de la Policía Nacional.
Mientras tanto, el director de Catastro y el diputado oficialista José Blandón Figueroa han difamado a Maya Lin y Daniel Wolf como “acaparadores”, porque quieren titular, a través de su sociedad, Catiland, S.A., 87 hectáreas de manglar y playa de que han comprado derechos posesorios. Más grotesco aún, el Ministerio de Economía y Finanzas, en el proyecto de ley 71, quiere prohibir la titulación de derechos posesorios con propósitos ambientalistas.
A mi juicio, Maya Lin y Daniel Wolf merecen por lo menos la misma bienvenida que han recibido los varios pornógrafos que han venido aquí para producir y comercializar su producto. Los árboles que Maya y Daniel han sembrado y cuidado absorben dióxido de carbono y emiten oxígeno. Lo que producen en Bahía Honda, a través de Catiland, S.A., se llama atmósfera limpia. Es más útil que la pornografía, y dentro de poco valdrá más en dinero.
Dentro de poco, las industrias que emiten dióxido de carbono tendrán que comprar “créditos de carbón” de sociedades como Catiland ubicadas en países como Panamá.
El Canal no rendirá mucho cuando el Océano Ártico sea navegable, pero Panamá estará bien si sus gobernantes logran entrar mentalmente al Siglo 21. En vez de explotar su posición geográfica, Panamá explotará sus bosques.
O quizás no. Cuando Al Gore visitó el país hace unos meses, habló de Maya y Daniel con el presidente.
Luego, Daniel habló con el ministro. No pasó nada. Las invasiones y las mentiras siguieron adelante.
La última vez en la historia del Planeta Tierra cuando el nivel de dióxido de carbono en la atmósfera estaba tan alto como ahora fue hace 15 millones de años.
América del Sur era una isla entonces. Lo que ahora es Panamá estaba debajo del mar.
A lo mejor así será en el futuro.