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- 21/02/2019 01:00
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El año 2018 conmemoró el primer centenario de la reforma de Córdoba, y el mismo pasó casi sin pena ni gloria en muchas de las universidades en Panamá. No se escuchó de algún foro, simposio, asamblea estudiantil o encuentro que permitiera analizar la trascendencia de este gran acontecimiento académico, a pesar de que más de diecisiete países de la región incluyen en sus constituciones nacionales el principio de la autonomía universitaria. Algunas lo hacen de modo genérico, otras lo hacen de forma más detallada resaltando el impacto y los valores que dicha Reforma produjo en la universidad latinoamericana.
Pareciera que el discurso anticlerical y antiimperialista que formó parte de la lucha antinorteamericana; y el combate antidictatorial, han desaparecido de la memoria histórica de los docentes y egresados de nuestras universidades. Será que nuestras universidades viven una cultura democrática que solo piensa en el presente y en la sociedad del conocimiento como problema actual; o por el contrario, estamos viviendo una transición que no logramos entender por la amenaza de la cuarta revolución del conocimiento, las nuevas tecnologías de información y comunicación, el problema de las migraciones, la globalización o el nuevo tranvía eléctrico en Panamá.
Las universidades panameñas necesitamos más espacios de debate sobre los problemas nacionales e internacionales que afectan la vida en el planeta, tratar temas cruciales de seguridad ciudadana que nos afectan en la actualidad y como producto de estos debates y encuentros académicos sacar ricas y fecundas reflexiones, que permitan el intercambio de experiencias y aplicación del conocimiento, para lograr así el perfeccionamiento de la educación superior.
El movimiento de reforma universitaria de Córdoba, en 1918, contribuyó a dar una identidad distintiva a las universidades latinoamericanas que no se puede olvidar y que es aún el problema central de muchas de ellas: autonomía, democracia y cogobierno, desarrollo de la ciencia y el conocimiento; libertad docente y, sobre todo, la asunción por la universidad de responsabilidades políticas frente a la construcción de la Nación y la defensa de la democracia, conformaron una tradición en la consolidación del Estado, que impactó grandemente en el pensamiento universitario.
Las grandes transformaciones mundiales del último cuarto del siglo XX han tenido fuertes implicaciones en las universidades de la región y en especial en Panamá. El abandono del Estado y los cada día más pobres presupuestos que otorga para su funcionamiento, han hecho que se pierda la centralidad de nuestras universidades y las ha puesto en una situación de crisis identitaria y programática.
El pobre presupuesto asignado año tras año ha impuesto una nueva filosofía pública en la que se enuncia que lo privado es más eficiente y de mayor calidad que lo público y que la competencia entre instituciones universitarias constituye la mejor regulación y garantía de calidad; tal parece que el abandono a las universidades públicas, la reducción del gasto, el desamparo material de equipos y suministros para el desarrollo de la docencia, sea un modelo y proyecto privatizador y mercantilista latente que amenaza a nuestras universidades, como lo vivió Córdoba en 1918.
Las universidades panameñas tenemos que reinterpretar los principios de Córdoba, pues es ineludible reivindicar la defensa de la educación universitaria, fortalecer la autonomía, crear nuevas formas democráticas de gestión que devuelva la conducción estratégica de la universidad y que , además garantice el derecho a la información, la transparencia y la rendición de cuentas sin la presión asfixiante del Estado.
La Universidad Especializada de las Américas necesita un presupuesto justo para cumplir con su Misión de seguir ayudando a los grupos humanos que viven en condiciones de disparidad social. No a la universidad elitista, inequitativa subordinada a una lógica de mercado que nos quieren imponer y que nos harían perder el ideario que Córdoba se planteó en 1918.