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Reforma constitucional: Ideologías y discursos en el contexto
- 17/11/2019 00:00
- 17/11/2019 00:00
El sociólogo francés Michel Foucault indica que cada sociedad tiene un discurso dominante e ideológico, que permea cada parte de la vida cotidiana, las estructuras sociales y mentales de los individuos, generando sus propios ordenamientos, dispositivos e institucionalidad para regular el comportamiento y normalizar la sociedad. Esta base nos permite aproximarnos a la actual coyuntura del país, donde nos surge la siguiente interrogante:
¿Cuál es el discurso dominante de la sociedad panameña y cómo se articula con la decisión de evaluar, eliminar, adherir o cambiar los elementos que forman el principal cuerpo de la legislación del país: la Constitución Política de la República de Panamá?
Iniciamos señalando que el contexto donde se crea la Constitución actual de la República de Panamá, en 1972, sucede en una realidad política, económica, social y cultural muy distinta a la actual. El modelo económico mundial, las visiones políticas, sociales y culturales respondían y eran atendidas sobre un contexto ideológico particular. Panamá mantenía una visión económica planificada, una condición nacionalista con el discurso de la lucha por la soberanía y el tránsito hacia condiciones institucionales propias del aparato militar gobernante en la década de los 80.
Además, en términos culturales, la dinámica giraba en torno a los tradicionalismos producidos por discursos conservadores prefiriendo invisibilizar, o dejando fuera del discurso a los grupos LGBTIQ+, mujeres, indígenas y afrodescendientes. Algunos han indicado que esta Constitución contenía elementos progresistas en aspectos económicos y sociales; pero conservadora y tradicional sobre la diversidad cultural y sexual.
En las reformas posteriores a 1972, se presume que se trató de adecuar el texto a realidades que han ido evolucionando, principalmente aquellas que se concibieron posteriores a la invasión de Panamá, con la entrada del país a una economía de libre mercado en un sistema democrático liberal. Así se introducen los títulos del Canal de Panamá, el régimen ambiental y otros cambios en términos económicos y políticos para facilitar los ajustes estructurales propios de la realidad económica mundial.
En ese sentido, lo que se pretende hoy es volver a reformar la misma Constitución, donde ya, en esta situación, tendríamos que preguntarnos, tal cual la “Paradoja de Teseo”: si con todas las reformas o cambios experimentados, y las nuevas reformas recomendadas podemos decir que pese a lo anterior, se mantiene en esencia la Constitución de 1972.
Diría el filósofo Slavoj Zizek: la visión tradicional sobre ideología implica una “ingenuidad” de quien la posee, donde aparece una diferencia entre lo que concibe en la conciencia; y lo que hay en la propia realidad social. Pero también afirma citando a Peter Sloterdijk que la visión ideológica en un momento determinado es cínica, lo que implica que entienden plenamente que lo defendido no es precisamente lo que está en la realidad, pero de igual forma insiste en sustentarlo.
En el caso de las reformas a la Constitución, los actores sociales que la proponen indican por un lado la necesidad de estas, sobre la base de insuficiencias principalmente de orden económico y ordenamiento institucional, como panacea romántica de solución a la situación del país.
Es pertinente utilizar las propuestas de Zizek sobre la visión ideológica de dos actores que sustentan las reformas: por un lado, aquellos que consideran y defienden “ingenuamente” el discurso de la panacea de las reformas, y por el otro, aquellos actores sociales que entienden sus intereses y saben que estas reformas no son tal remedio, pero cínicamente la venden como lo necesario para la sociedad panameña actual.
El discurso es importante en la medida que articula y moviliza a los actores frente a la aceptación o no del contenido ideológico, dependiendo de la situación, conciencia e intereses de los actores. En ese sentido, en la venta del discurso sobre las reformas como soluciones del país, el tema central parece ser la corrupción y la institucionalidad; mas no, derechos humanos ni las desigualdades. Es decir, no es lo mismo indicar que las reformas permiten terminar la corrupción, a expresar que las reformas son necesarias para respetar los derechos humanos, acabar con la pobreza y la desigualdad social; los actores que se movilizan frente a estos discursos podrían estar diferenciados por la aceptación o no del mismo, y sus acciones y negociaciones frente a la coyuntura pueden producir rupturas en ellos.
En este caso no se ha producido ningún debate de fondo sobre el objetivo central de las reformas a la Constitución o de la posibilidad de una Constituyente. Reduciéndolo a un tema de artículos y de “mejoramiento” de los mismos, evitando la discusión conceptual necesaria y sobre todo lo que implicaría en términos de cambios en la matriz económica, social y cultural del país.
La propuesta de reformas surgió de las discusiones de la Concertación Nacional, un ente que en su composición legal y naturaleza, se excede en la prerrogativa de generar propuestas de reformas a la Constitución, sin el aval de las organizaciones para ese importante fin. Por otra parte, la Asamblea Nacional, quien sí tiene un mandato constitucional para discutir la propuesta, se ha excedido en articulados que a todas luces generan discordia en la población por la naturaleza de los cambios que introducen, entregando mayor poder a los diputados.
Las reacciones frente a estos cambios surgieron de grupos de estudiantes universitarios, en primera instancia de la Universidad de Panamá, pero posteriormente tomados por estudiantes de otras universidades particulares del país. Es importante entender: ¿Qué pensamientos o elementos ideológicos existen en la situación y el discurso que permiten articular a un actor que históricamente se mantiene fuera del escenario?
Los grupos estudiantiles que participan en las protestas responden a visiones ideológicas y discursivas distintas. Unos abogan por la lucha contra la corrupción, adherida a un discurso de clase media, y otros abogan por acabar con la pobreza y desigualdad, adheridos a grupos estudiantiles de clase popular.
Es decir, unos se concentran en el ataque a los diputados por sus actuaciones y otros se dirigen al ataque a las desigualdades que produce el sistema. Unos indicarían que esto se resuelve con las reformas y artículos que reduzcan la corrupción y el otro grupo estaría por una constituyente que hable del bienestar de la población, derechos humanos, sostenibilidad ambiental, cuestionando directamente la matriz económica y política del país
Dadas las condiciones expuestas creemos que los grupos de manifestantes que coinciden con los discursos ideológicos del Gobierno, aceptarán la propuesta de reforma, dado que el adversario se encuentra en la Asamblea Nacional; mientras que los otros grupos se decantarán por una constituyente como una alternativa real de cambio y refundación del país. Lo lamentable será que estos últimos grupos serán estigmatizados y aislados esta posición.