Este viernes 20 de diciembre se conmemoran los 35 años de la invasión de Estados Unidos a Panamá. Hasta la fecha se ignora el número exacto de víctimas,...
Del pueblo salen las correas
- 11/02/2022 00:00
- 11/02/2022 00:00
La calle Loma del Pájaro, en Aguadulce, provincia de Coclé, nos dejó tatuado el corazón con los recuerdos de su calor humano. Aquella especie de ciudadela variopinta reunía a personajes dignos del mejor teatro de la vida pueblerina.
En su rústica carpeta de alquitrán, no faltaba un chiquillo distraído atropellado de bicicleta; el béisbol callejero, riñas de gallos, niñas lanzando tejos a la rayuela, juego de jacks en los portales, desafíos de canicas, vendedores ambulantes de zarcetas limpias (patos salvajes), a 25 centavos la unidad; de corvinas amarillas y camarones de El Salado, a 20 centavos la libra.
La vecindad tenía un papel estelar en el Carnaval de Aguadulce, con su comparsa 'Los Cuadrosos', famosos por sus coloridas máscaras confeccionadas con papel periódico, moldes de lodo de tierra de arriera, engrudo y pintura artesanal.
El punto de encuentro de la muchachada era la concurrida tienda de Santiago 'Chago' Batista, para comprar pan moña con mantequilla florecita (Cloverbloom), duros de frutas, guineo congelado, queque, pan de dulce, cabanga, cofio, rosquete y hielo en trozo para el culey diario.
Chago era carismático, bajo, gordito y un cabello canoso libre de invasiones químicas. Llamaba a los clientes por su nombre, atento y de alma grande. Su abarrotería nada tenía que envidiarle al buhonero de Pedrito Altamiranda.
Un curioso conductor de la distribuidora mayorista Horna Hermanos, S.A. le preguntó un día: ¿Por qué tienes tanta clientela?
Chago cerró una libreta de venta al fiado, montó el lápiz mongol en la oreja, mordió la patita del lente, y respondió: “Los respeto y valoro. Son la vida del negocio, tú y yo dependemos de ellos”.
Hoy, en medio de una pandemia infame, algunos comerciantes riñen con la visión de aquel pequeño empresario aguadulceño: quieren recuperar sus pérdidas castigando el bolsillo de su principal aliado: el consumidor.
La crisis sanitaria se ensañó contra todos. Jamás sabremos con certeza la cantidad de empresas que cerraron o están en vías de hacerlo. La cifra real de desempleados es otro enigma.
Rodolfo Adames, presidente de la Asociación de Comerciantes de Víveres de Panamá (Acovipa) menciona factores que inciden en el alza de muchos productos: aumento de los fletes navieros, falta de insumos agropecuarios, la inflación mundial por la ruptura de la cadena de suministros (Panamá América, 27/1/2022).
En este trabajo recogemos testimonios de los épicos sectores populares, los más afectados por el alto costo de la vida, generado por la pandemia.
Ariosto Berbey, educador, critica a los empresarios –no todos- que apuntan la mira telescópica de los precios altos contra un pueblo sumido en la desigualdad, el desempleo; que paga luz y gasolina caras; endeudamiento bancario y educación onerosa.
Berbey admite que todo negociante busca la rentabilidad, pero es excesivo que pretendan ganar hasta un 300 % con sus productos.
Rolando C., farmacéutico en pausa, cuestiona a los restaurantes y hoteles que niegan el descuento al jubilado, reducen las porciones, encarecen la comida, desmejoran el servicio y explotan al empleado con la amenaza del “tómalo o déjalo”.
“En estos días fui a un hotel campirano de Coclé, donde los precios cambian como las fases de la luna. Da risa que el jabón que ponen en los baños es del tamaño de una estampilla”
Jacinta Barrera, conductora de bus colegial, se conoce todos los supermercados de Panamá. “Las mascarillas, jabón (subió como la espuma), alcohol, pan, aceite, sardinas, todo está caro. Lo único que disminuyó fue la cantidad de cajeras”.
Cuando al taxista A. Gibson se le daña el carro, se encomienda a san Judas Tadeo, el “santo de las causas difíciles”. Los mecánicos lo quieren desplumar cada vez que va por el mantenimiento de “La Burrita”, un doble cabina fiel como un perro.
“Pasa igual con albañiles, electricistas, plomeros, sastres y pasteleros. Van a matar al gallo y a la gallina de los huevos de oro”, comenta Gibson, quien ya sacó del archivo la revista Mecánica Popular para convertirse en un utility services.
La chiricana Evelyn Miranda fue a un taller a cambiar la alarma de su carro. Cuando recibió la cotización, exclamó: “La alarma no es para el Chase de Nueva York, sino para mi pequeño Chevy”. En otro lugar consiguió el mismo servicio por un 70 % menos.
El jubilado L. Soberón lanzó su gorra bibop al aire, como birrete de recién graduado, al referirse al costo de las medicinas. “Como el alcohol ya no huele a nada, va a las farmacias con un frasco de amoníaco en el bolsillo por si se desmaya con los precios”.
“Un tarro de multivitaminas, que en Walmart (Estados Unidos) cuesta $10 (120 tabletas), aquí lo venden en más de $40 (60 pastillas), agregó.
“Las correas salen del cuero, las correas no deben salir del pueblo”, expresa el viejo Soberón, mientras tritura una ruidosa trenza de mafá entre su dentadura en recreo.
Pedro Acosta, presidente de la Unión Nacional de Consumidores y Usuarios de la República de Panamá (Uncurepa) indicó que desde octubre de 2021 la canasta básica familiar ha ido en aumento. “Los consumidores van a seguir enfrentando esta realidad”.
Hay aumentos en productos cárnicos, artículos de aseo, jabones líquidos, detergentes, legumbres, enlatados, vegetales mixtos. Antes la canasta básica era de $273.48, ahora subió porque los desinfectantes y jabones están en la lista.
María Inés S., cocinera triple A, cuestiona la mala calidad de algunos productos: pasta de dientes llenas de aire, salsas de tomate delgaditas, jabones líquidos con una viscosidad parecida al agua de pipa, bacalao a precio de quimera y cloro inoloro, entre otros.
“Los paquetitos de café son como bolsas de té, los juguitos liliputienses, legumbres frescas a precios calientes, frutas saludables y bien cariñosas, besitos de chocolate microscópicos.
La chilibreña B. Hidalgo R. habla de las carnes. “Hay algunos súper en los que la pulpa blanca y el rincón son un fraude: mezclan cortes duros con suaves. Antes resolvías el día con una sopa; ahora un buen caldo es un lujo”
En el interior del país pasan el Niágara en velocípedo. En el campo, antes se ganaban unos dólares comerciando sus cultivos, aves de corral, cerdos y otros productos. La crisis los ha obligado al consumo propio y no les queda para vender.
Los trabajitos eventuales, conocidos como “camarones” (pintar una casa, cortar la yerba, hacer una cerca, reparar techos, jardinería, etc.), pasaron al olvido por falta de dinero; muchos sobreviven con el bono digital y bolsas de comida.
“El Gobierno nos ayuda, pero las necesidades son muchas. Aparte de comida, hay que comprar ropa, artículos para el aseo, medicinas, cuadernos”, comenta el chepano Liborio Ruiz T.
Los consumidores son piedra angular de la economía. ¿De qué sirve una barbería si nadie se corta el cabello? ¿Para qué un gimnasio lleno de fierros si nadie se ejercita? ¿Qué aburridos son los salones de belleza sin clientela?
El expelotero bocatoreño, Robin González, dice que el cliente es nervioso como un venado, más si le meten la mano en el bolsillo. “El comerciante que pierde un cliente por vender caro, no lo recupera jamás”
“La pandemia ha golpeado al mundo de diferentes maneras. Nadie sabe el rumbo que tomará la crisis, pero lo seguro es que la unidad y la solidaridad nos permitirán resistir los embates”
Al momento de redactar esta crónica se anuncian aumentos en el combustible, plátanos y posiblemente el arroz.
La comida es la prioridad; por eso no se puede abusar con los precios. La alimentación es una necesidad vital, ineludible, tal como dice un letrero colgado en una fonda de Boca La Caja : “El hambre nunca dice adiós, sino hasta luego”.