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El mercado es un excelente asignador de recursos, pero no es un buen distribuidor, y eso revela que la respuesta a los problemas nacionales tiene que ver más con la política económica, que con el modelo económico. El gobierno en Panamá es un gran cliente de la economía y como todo cliente responsable, el mismo debe pagar sus deudas para apoyar a la recuperación.
En una economía de mercado, el Estado debe asegurar una base competitiva para que el libre mercado brinde los mejores precios al consumidor y abrir oportunidades para que la actividad sea inclusiva y sostenible con políticas coherentes; teniendo en cuenta que en una economía dolarizada como Panamá, es importante apuntar al sector externo sin olvidarse del sector interno.
A lo externo se han impulsado muchas campañas para atraer capital y mantener el grado de inversión. Sin embargo, a lo interno, las políticas no son tan cónsonas a pesar de varias iniciativas de reactivación loables, porque se ha quedado por fuera la parte esencial: La liquidez.
La liquidez permite a las empresas adquirir los insumos para poder generar bienes. Una planta de leche necesita empleados, transporte, neveras, y también debe comprar otras cosas más a proveedores para poder llevar la leche al mercado y venderla. Así, esta cadena de valor es capaz de generar un bienestar más allá del productor o de la industria de leche. Para esto, la disponibilidad de crédito es crucial y abarca a toda la cadena.
El crédito les permite a las empresas realizar su operación y muchas son proveedores del Estado. Sin embargo, cuando el Estado retrasa el pago de sus cuentas, las empresas indirectamente financian al Estado, deterioran sus libros contables y esto les limita el acceso a capital para seguir operando. Así, cualquier retraso en el pago a la empresa afecta tanto a la empresa, como a su cadena de valor incluyendo al sector financiero, que en Panamá tiene mucha liquidez, pero depende de los pagos de las empresas para operar.
Según Ampyme, en Panamá el 96% de las empresas son clasificadas como pequeñas y medianas, y solo el 25% tiene acceso al crédito en tiempos buenos. Hoy la cifra es cerca de 8% y muchas son proveedores del Estado. A estos niveles tan bajos, es prioritario que el Estado no solo trate de reactivar la economía comprando bienes y servicios, sino que debe también pagar sus cuentas a tiempo y que se multipliquen los beneficios de esas ventas.
Desde el principio de la pandemia en países avanzados y en Panamá se establecieron programas para ayuda a las mypymes. Sin embargo, aquí muchas de las empresas sufren de iliquidez por pagos atrasados. Sin esos pagos, las cadenas de valor que incluyen hasta el sector bancario no podrán reactivarse.
Por otro lado, la perspectiva crediticia se deteriora rápidamente cuando la evidencia apunta hacia una mala perspectiva de política económica que se enfoca en alimentar la deuda externa sin pensar en la liquidez interna. Entre más deuda utiliza el gobierno, hay menos presupuesto para invertir en infraestructura y más probabilidad para que se retrasen los pagos; y sin pagos no hay reactivación.
Cuando el Estado utiliza los fondos para gastos operativos, que incluye su agigantada planilla, para el servicio de la deuda y para los subsidios y además, no les paga a las empresas, el mismo está nulificando el efecto de cualquier política de reactivación. Por esta razón, para reactivar la economía es imperativo que el Estado pague su deuda a tiempo.
En estos tiempos difíciles debemos pensar en políticas coherentes que comprometan al Estado no solo a comprar, sino también a pagar. Sin esa inyección de liquidez, las nuevas políticas de subsidios y de medicamentos terminarán destruyendo el sagrado grado de inversión y destruyendo nuestra base económica. Hay que ser proactivos y no reactivos. Solo así podremos mejorar nuestro Panamá.