La reunión de este miércoles 13 de noviembre en la Casa Blanca entre el presidente saliente de Estados Unidos, Joe Biden, y el mandatario electo, Donald...
Pedro Crenes Castro: 'No creo en las musas. Cuando llega, yo suelo llevar ya mucho rato trabajando'
- 27/01/2022 00:00
- 27/01/2022 00:00
Pedro Crenes Castro no imaginó todas las cosas que haría con las palabras después encontrar en casa, en unos libros, Poemas del destierro y de la espera, de Rafael Alberti, y Poemas de otros de Mario Benedetti.
Muchos años después, en una entrevista que nos concedió para “El Panamá que queremos”, reconoce que su aventura en el mundo de las letras comenzó cuando se encontró con estos dos libros. No lo pensó y decidió imitar a los autores.
Su mamá y su abuela, excelentes narradoras, completaron la receta, para convertirlo en escritor. Hoy conversamos con el escritor panameño, ganador de dos premios Ricardo Miró, el reconocimiento literario más importante que se otorga en Panamá.
Creo que lo que me impulsó en principio fue la lectura. Había por mi casa algunos libros de un negocio de revistas y libros que tuvo mi papá. Entre ellos estaban Poemas del destierro y de la espera, de Rafael Alberti, y Poemas de otros de Mario Benedetti. Los leí con asombro: no pensé que se podía hacer eso con las palabras. Inmediatamente quise imitarlos. Creo que allí surgió el primer destello, las primeras ganas de escribir. Luego se sumó a eso que mi abuela y mi mamá eran excelentes narradoras, contaban todo con una eficiencia tan sugerente, que imagino que algo de ese veneno me contagió. Luego está la necesidad de contar la herida, sin la cual no hay historias.
Primero, la falta de estímulos. En casa se leía más bien poco. Había libros, había ganas de leer, pero no se leía mucho. Después, la falta de formación. Uno se obstina, se pierde en los laberintos del propio orgullo, y fracasa. Para mí fue muy estimulante y fundamental los talleres literarios que tomé con Jorge Eduardo Benavides en Madrid: un escritor brillante y un excelente profesor de escritura.
Por muchas razones, Vargas Llosa y Gabriel García Márquez. Onetti, Carmen Martín Gaite, Rafael Alberti, claro, y también Benedetti, sus cuentos son una maravilla. Cabrera Infante, Ramón H. Jurado, Enrique Vila-Matas y Ricardo Piglia. Víctor Hugo, eterno. Estos son unos pocos.
Creo que me han ido dotando de herramientas. Las estructuras de Vargas Llosa, la minuciosidad caribe de García Márquez. Los colores de Alberti, y la nostalgia y el otoño. Cabrera Infante, el humor serio en blanco y negro. Jurado, una mirada panameña y un talento en precisión y construcción de escenarios novelescos. Vila-Matas me descubrió la vida interna de las historias, los autores que construyen la historia que estás escribiendo y cómo todo eso tiene su asidero en lo cotidiano. Piglia me enseñó los vericuetos del cuento, su particular manera de hacerlo, y es el gran maestro de lectores: le debemos más de lo que todavía somos capaces de entender. Carmen Martín Gaite y Soledad Puértolas me han enseñado la narración de interior y lo importante que es la reflexión sobre el oficio.
No creo en las musas. Cuando llega, yo suelo llevar ya mucho rato trabajando. Le digo que se siente allí, en un rincón del cuarto, mientras yo sigo con lo que estoy haciendo. Alguien dijo que el trabajo literario es 1% inspiración y 99% transpiración. Aunque no puedo negar que hay días en los que uno está “más inspirado”, lo cierto es que prefiero seducir a la musa con trabajo para que comparezca.
He publicado hasta la fecha cuatro libros y medio. “El boxeador catequista”, que es un libro de cuentos. “Microndo”, que es una colección de microrrelatos encerrados en un territorio que no es otra cosa que un homenaje al Macondo de García Márquez. Luego está “Cómo ser Charles Atlas”, que ganó en la sección cuento el Miró de 2017; y “Crónicas del solar”, que ganó en novela el Miró de 2019. El “medio” libro es la antología “Puente levadizo: veinticuatro cuentistas de Panamá y España”, que tuve el privilegio de hacer con el gran Enrique Jaramillo Levi, uno de nuestros grandes escritores.
Para mí, primero, un gran estímulo. Cuando recibí la noticia, en la madrugada, me eché a llorar: muchos años de búsqueda, aprendizaje, descalabros, cuentos y novelas tiradas a la basura y, por fin, una recompensa, ¡y en tu país! Es también una responsabilidad, anima a seguir trabajando, a seguir construyendo una obra que sostenga la decisión de ese jurado que te ha premiado. Pero el mejor de los premios que me ha dado escribir, es la amistad, los amigos que he hecho por el camino: ese es el mejor premio.
Sí, siempre tiene uno en la cabeza y en el alma un siguiente libro. Estoy trabajando en varias cosas a la vez. Dios mediante, espero que pronto, pueda ver la luz alguno de esos proyectos.
Como te decía, primero lo hice como lector. Aunque no leí todo lo que debía en su momento, cuando tuve la oportunidad de leer más y mejor, no dudé en hacerlo. Así comenzó mi biblioteca, otra herramienta fundamental del escritor. Nadie que quiera escribir con un mínimo de solvencia estética puede renunciar a la lectura. Escribir sin leer, es una ruina literaria segura. Pero también, como decía, me formé en el taller literario de Jorge Eduardo Benavides. Me hacía falta exponerme a la mirada de un escritor bien leído y muy sólido en su obra. Le debo mucho a Jorge.
Lo primero: lean, lean más, lean mejor. Con papel y lápiz, subrayando, en voz alta, admirando y odiando, envidiando y copiando, deformando y sumando lo que hacen los escritores. Luego, disciplina al escribir y autorrigor, nada de concesiones, nada de creer que lo que sale de la computadora es literatura porque flota negro sobre blanco en la pantalla. Y que no tengan prisa por publicar, eso me lo dijo Jorge en el taller, y aunque me parecía lo peor que se le puede decir a alguien que quiere escribir, a la larga resultó el mejor consejo: escribir y publicar no es lo mismo. Y también que busquen un buen taller literario, en Panamá los hay, y aprendan técnicas narrativas.