C omparto una nota donde según la ONU, hay 100 mil jóvenes que son parte de la ‘Generación nini’ en Panamá. Un grupo etario de jóvenes de 18 en adelante que no estudia ni trabaja.
En primer lugar, una juventud sin rumbo trae riesgos gravísimos al país en políticas públicas, falta de mano de obra calificada, desarrollo económico y sobre todo son el caldo de cultivo perfecto para el ingreso a bandas delictivas y en el peor de los casos, potenciales víctimas de la violencia.
La juventud responde a estímulos y recompensas. En la actualidad hay pocos estímulos para el desarrollo académico (el pie forzado es que la educación es mala) y las recompensas son bajas. (Después de ser licenciado ganas $400.00 incluso trabajando los sábados). Esto no significa que sean los únicos factores detonantes del fenómeno ‘nini’, ya que los problemas sociales son multidisciplinarios.
El Estado tiene que velar por la formación de políticas públicas para que durante el desarrollo temprano de los jóvenes, y los padres en sus hogares, puedan reforzar los valores de superación y éxito. Es importante como sociedad reaccionar ante las injusticias, corrupción, antivalores, actos delictivos para no reforzar el mensaje que ‘no importa, no pasa nada’. Reaccionar ante lo bueno es promover, reaccionar ante lo malo es prevenir. Nuestro problema es que no reaccionamos ante nada, ni tenemos una política nacional de juventud.
Estamos viviendo un cambio de paradigmas sobre la juventud. Inicialmente se entendía ‘Adolescencia: Período preparatorio’ donde las políticas públicas eran protectoras. Ahora como un proceso de tesis y antítesis surgió un nuevo paradigma ‘Juventud: actor estratégico del desarrollo’ .
Esta visión incentiva la inversión en los jóvenes para que adquieran destrezas y capacidades que les permitan actuar en el ‘futuro’. Un nuevo comienzo podría ser dejar a un lado las políticas de represión y comenzar a pensar en construir una juventud para el presente y no para el futuro que es incierto, o que ya cambio.