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- 14/08/2011 02:00
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Algunos hombres se dieron cuenta de que podían viajar por mar y se volvieron navegantes. Otros se dieron cuenta de que podían asaltar a esos navegantes y se volvieron piratas. Henry Morgan fue más allá: corrió por el mar, el barco se volvió su hábitat y la cacería de tesoros, su obsesión. Atacó también ciudades y aldeas del Caribe, entre ellas la ciudad de Panamá, una de las mayores hazañas del gran navegador y estratega. Hoy su naufragio podría ser revivido gracias al supuesto hallazgo de un equipo de arqueólogos en las aguas superficiales que rodean arrecife Lajas, en la desembocadura del río Chagres: seis cañones de hierro y restos del barco con el que el corsario se alzó con la legendaria ciudad española de Las Indias, por donde pasaban las riquezas procedentes de las minas del Perú y se concentraban mercaderías, ahora están sometidos a estudio y tratamiento de conservación por investigadores panameños, en colaboración con un equipo del Instituto Nacional de Cultura de Panamá (INAC).
Pero nunca todo puede ser tan bueno, simple y claro, en una historia de piratas. Y esta es una.
De las envidias palaciegas del siglo XVII, cuando Inglaterra y Francia refunfuñaban por la acumulación de riquezas de España y querían un poco, llegamos a las peleas de científicos, académicos y países, por la primicia, los fondos y la publicidad de un descubrimiento, en pleno siglo XXI.
La Dirección Nacional de Patrimonio de Panamá anunció que demandará a los investigadores por divulgar la información que, considera, tiene la única intención de conseguir dinero para financiar nuevos proyectos. Dicen allí que nada más puede empujar a esos hombres a ventilar al mundo un hallazgo formidable, que despierta el interés de más científicos y de piratas del siglo XXI, atraídos con la promesa de un tesoro dormido en el fondo del Chagres (ver recuadro).
La Universidad y el estado de Texas, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica y el Instituto Waitt se defienden: el descubrimiento es único.
Lo cierto es que mucha agua pasó antes de que encontraran estos tesoros sumergidos, tanta como la que puede correr en 341 años.
ENERO DE 1671
—La ciudad tiene una cita con la muerte, detestaría que la perdiese— dijo Henry Morgan el 26 de enero de 1671 a un colaborador cercano. Seguía erguido pese al cansancio. Confiado, tras tomar San Andrés, Providencia, Santa Catalina y el castillo de San Lorenzo. Sucio, tras ocho días de caminata por selvas, bajo lluvia y sin comida. Inspirado, allí, en un lugar conocido como Cruces, ante la visión de la ciudad que quería conquistar.
Los 2 mil hombres festejaron echando los sombreros al aire, como si ya hubiesen conseguido la victoria. No hubo trompeta que no resonase.
Morgan olía victoria desde hace tiempo. Por eso no le importaron los recientes tratados en los que España e Inglaterra garantizaban el cese de violencia y provocaciones y prometían relaciones comerciales. Él, que pasó los últimos ocho años sin ley ni dios, entre combates y asaltos, tributando parte de lo robado para el gobierno británico y Jamaica, donde vivía, no iba a abandonar sus planes por un papel.
Para ese entonces, en las poblaciones de los puertos temblaban al escuchar el nombre Morgan. Los hombres de mar no lograban ponerse de acuerdo sobre el pasado sufrido o privilegiado del corsario inglés: ¿fue el chico rapado y vendido como esclavo a un propietario millonario o el hijo de un potentado inglés que siguió su espíritu aventurero y se fue a Jamaica para conquistar el mundo? Como sea, a nadie se le escapaba que fue el dolor de cabeza de España en el Caribe.
No quedan dudas de que su vida es digna de una ficción: nació en Gales en 1635, se mudó a Jamaica, donde trabajó bajo las órdenes de otros filibusteros de la época como Christopher Myngs y Eduard Mansvelt, emprendió varias campañas bélicas contra las posesiones españolas en el Caribe y terminó sus días como Teniente Gobernador de Jamaica, donde por las paradojas insospechadas de la vida, persiguió a piratas.
Morgan jugó vivo hasta para morirse: se fue antes de que a los piratas no les quedara más opción que ponerse a trabajar como cualquier cristiano, corridos de los mares por la independencia de los países de América y los buques modernos, que los dejaron pobres y aburridos.
Y ahora está aquí. En un lugar conocido como Cruces, con su objetivo enfrente, dando órdenes sobre cómo quedarse con toda la riqueza de la ciudad de Panamá. Cueste lo que cueste.
EL PRESAGIO Y LA BATALLA
Agustín de Bracamonte, gobernador de Panamá, quiso tener las armas con las que Morgan tomó Portobello, y se las pidió. Él las envió con un mensaje: ‘Guárdela un año, pasado el cual le prometo que iré a buscarla a Panamá’, contestó Morgan.
El 27 de enero de 1671 Morgan envió una cuadrilla para que estudiara el territorio a conquistar, desde ese lugar conocido entonces como Cruces que hoy nombran Loma de los Bucaneros. Supo entonces que los españoles estaban reagrupados en el camino principal y pensó: si avanzamos de frente, nos matan a todos. Nos superan en 3 a 1 y están mejor alimentados. Tenemos que rodearlos a través de la jungla. Una maniobra más difícil, sí, pero lo que sea con tal de evitar un choque frontal. Así se hizo.
Juan Pérez de Guzmán vio los movimientos de los enemigos y ordenó el ataque como defensa. Ir a buscarlos. Los artilleros de los filibusteros empuñaron sus armas y descargaron el fuego sobre los españoles que se resbalaban en el lodo y caían. Murieron más de seiscientos.
El lodo fue también una trampa mortal para los toros que liberó Guzmán para amedrentar a la escudería del corsario que entonces sí avanzó sobre Panamá.
El final es conocido. Morgan se quedó por un mes en las calles que sentía como suyas. El 24 de febrero partió con todas las riquezas que encontró: 175 mulas cargadas de oro, plata y joyas, más unos 600 prisioneros.
¿ES O NO ES?
A las intrigas históricas de uno de los piratas, buhoneros, filibusteros, más famosos del Caribe, viene a sumarse una nueva. ¿Son restos del barco con el que Morgan atacó Panamá lo que se encontró en el río Chagres o es una apuesta de marketing arqueológico?
El equipo que los localizó, del estado de Texas, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica, el Instituto Waitt y el Instituto Nacional de Cultura, explicó que el descubrimiento es el primer vínculo tangible arqueológico a la actividad del corsario, que fue mucha y furiosa.
Sorprendentemente, los arqueólogos aún no han encontrado ninguna evidencia directa en las ruinas de Panamá Viejo, la ciudad destruida, y sólo han descubierto un tenue rastro del incendio que devastó la ciudad antigua en 1671.
Morgan seguramente se relamería en su tumba con los conflictos que genera la ilusión de su arsenal encontrado cuatro siglos después.
Inteligente y esquivo, muy poco se sabe hasta ahora de la escudería que comandaba el pirata Morgan. Por eso su modus operandi, especialmente su actividad en Panamá, es un misterio.