Este viernes 20 de diciembre se conmemoran los 35 años de la invasión de Estados Unidos a Panamá. Hasta la fecha se ignora el número exacto de víctimas,...
- 31/07/2010 02:00
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PANAMÁ. Al estilo de la época de la América prehispánica, Panamá volvió a ser el puente y punto de partida al encuentro de culturas indígenas.
Los expedicionarios, en su mayoría, son del viejo mundo. No los mueve el oro, tampoco las ansias de colonizar otras tierras ni la imposición de su lengua, religión y cultura; mucho menos el exterminio que motivó a sus antepasados.
Vienen y van de camino, en avión o autobús, con la curiosidad de conocer lo poco que sobrevivió al genocidio ocurrido durante la colonización de América: los indígenas, quienes por siglos han sido despreciados hasta por la propia descendencia del mestizaje que hoy es la mayoría poblacional en el nuevo mundo.
UNA AVENTURA: DOS TRAMOS
Convocados por el programa Ruta Inka, 140 exploradores iniciaron la primera expedición en la ciudad antigua de Tiwanaku, en el altiplano de Bolivia, y recorrieron Perú, Ecuador y Bolivia, bordeando todos los caminos que conducen al Cusco, capital del imponente imperio Inca.
De esos 140 excursionistas, solo 10 se sumaron a la segunda parte de la aventura: el tramo que los llevará al encuentro con la cultura maya, que parte desde Panamá hasta Guatemala.
Otros 110 llegaron al Aeropuerto Internacional de Tocumen —en ciudad de Panamá— para integrarse al peregrinaje por sitios arqueológicos y comunidades indígenas a lo largo del istmo centroamericano.
En la tierra canalera, fueron recibidos por la Universidad de Panamá (UP) y la Autoridad Nacional de Turismo, instituciones que en coordinación con Pandeportes, les brindaron alojamiento en la Ciudad Deportiva, además de alimentación y transporte.
Los expedicionarios quedaron fascinados con las atenciones de los panameños. Así lo dejó saber Arturo, un argentino de 22 años que manifestó: ‘Me ha gustado la hospitalidad de Panamá. Nos han recibido con una organización tremenda. ¡La comida ha sido lo mejor!’.
Por su parte, Diana no vino a conquistar, pero quedó conquistada. Dejó escuchar su acento español cuando expresó que ‘es interesante la cultura de los indígenas. Es algo que te cuentan, pero no lo crees hasta que no lo ves. ¡Bailamos con los emberá!’, dijo emocionada al referirse a los aborígenes que residen en las cercanías del río Chagres, al norte de la capital panameña.
Al peruano Juan Chero le gustó el contacto con los emberá y manifestó que ‘la pintura natural y sus bailes son tradiciones propias de sus antepasados. Me parece que, por la situación en que están, necesitan más apoyo del gobierno. Se ve que están abandonados’.
Sentado en el piso de la entrada del Auditorio José Dolores Moscote de la UP, el español José Antonio se levantó de un tirón para dar méritos a las autoridades universitarias por las atenciones que les brindaron.
En tanto, el director ejecutivo de la Ruta Inka, Rubén La Torre, no vaciló en revelar la falta de ayuda a nivel regional y sentenció que así ‘como los indígenas no son muy tomados en cuenta, a la Ruta Inka tampoco se le ha tomado en cuenta’.