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Margarita Sánchez, entre la naturaleza y la tragedia de la migración irregular
- 02/10/2023 00:00
- 02/10/2023 00:00
Cuando Margarita Sánchez aún era niña su familia salió de Colombia por la inseguridad que azotaba al país. Migraron a Estados Unidos.
Allá se crió y estudió Desarrollo internacional.
Luego trabajó en Canadá y decidió retornar a Latinoamérica para conectarse con las comunidades vulnerables que estuvieran más cerca del país en que nació.
Así llegó a Darién, un lugar de muchos contrastes donde está cerca de la naturaleza que tanto le gusta, pero donde también puede ver muy de cerca la tragedia.
“Cuando llegué a Darién hace cuatro años para trabajar como oficial de protección infantil en emergencias, en este caso la emergencia migratoria, sentí que mi propia historia como migrante me unía en cierto modo a las miles de personas que transitan la región en busca de mejores oportunidades” dice Margarita Sánchez.
Estar en esta región y lejos de su familia ha sido desafiante.
Margarita fue una de las trabajadoras humanitarias de primera línea de UNICEF que permaneció en Darién incluso durante la pandemia.
En estos años de trabajo continuo, la organización ha escalado su apoyo al Estado panameño, aumentando los programas de atención humanitaria, de manera flexible y respondiendo al constante cambio del contexto y de las necesidades de los niños, niñas y adolescentes en movilidad humana así como aquellos de las comunidades impactadas por la migración.
El contexto de vulnerabilidad debido a la crisis migratoria, la ha acercado a historias de vida muy fuertes.
Ella recuerda una en particular. Ocurrió apenas llegó a Darién. “Una madre de origen haitiano se había separado de sus dos hijas pequeñas en la selva. Ellas llegaron con un señor a la Estación de Recepción Migratoria. Tres o cuatro días después llegó la madre y se reunió con las pequeñitas. En sus rostros no cabía la emoción, pero en el rostro de la madre también vi culpa, le pesaba mucho haberse separado de ellas”, explica.
A Darién llegan cada vez más niños y niñas separados de sus familias.
Desde 2019 cuando la organización para la que trabaja inició ese registro y hasta el cierre de 2022, los niños y niños separados o no acompañados sumaban unos 1,300.
En los primeros ocho meses de 2023, se ha contabilizado más de 1,100 niños en esta situación de alta vulnerabilidad.
El organismo, en apoyo a la respuesta del Estado panameño a la situación de movilidad humana a través de la selva del Darién, contribuye con servicios de protección infantil para aquellos separados y no acompañados, incluyendo la creación de un espacio de cuidado temporal en Metetí donde esperan la reunificación con sus familias.
“No es fácil trabajar en un entorno donde se vivencian tantas necesidades y con familias que atraviesan tantos traumas. Y si bien no es posible resolver todas las carencias, me reconforta saber que algunas veces logro alegrarle el día a alguno de ellos, o alivianar un poquito esa enorme carga que traen consigo. Con algo tan simple como sentarme a escucharlos”, reconoce Margarita.
En medio de todo este panorama, Margarita trata de impregnarse de la resiliencia, la compasión y la esperanza de esos miles de niñas, niños y adolescentes que se desplazan para reunirse con su familia o que viajan con ellos para buscar una mejor vida.
“Mi sueño es seguir trabajando en ayuda humanitaria, ya sea en contextos migratorios o de desarrollo”, concluye Margarita.
La violencia, la pobreza y la esperanza por encontrar mejores condiciones de vida empujan a las familias con niños a abandonar sus hogares y enfrentar amenazas en áreas inhóspitas como el tapón del Darién.
En el denso bosque tropical, las familias de migrantes con niños y adolescentes están particularmente expuestas a la violencia, incluido el abuso sexual, la trata de personas y la extorsión de bandas criminales.
Los niños también corren el peligro de contraer diarrea, enfermedades respiratorias, deshidratación, y otras dolencias que requieren atención médica.
Se enfrentan también a los peligros naturales de la selva tropical y protegida que es hábitat de serpientes y arañas venenosas y jaguares.