El circuito electoral que le teme a la lluvia

Actualizado
  • 24/04/2019 02:00
Creado
  • 24/04/2019 02:00
¿Por qué tiene que morir tu hijo? Una de las víctimas fue un niño de cinco años, en Pan de Azúcar, cuya madre ahora aspira a un puesto como representante ante la desidia de la administración pública 

Delany Guerra me lleva al lugar donde vio por última vez a su hermanito Israel. Está muy cerca de su casa. Bajamos una vereda, unos cuantos escalones, pasamos una cuneta, una calle de dos vías sin aceras, y llegamos a otra cuneta. A nuestra izquierda, un taller para autos. Aceites, hombres, alcantarillas, motores, repuestos. A nuestra derecha, un templo pequeño con dos cruces gigantes en la pared frontal. Entre esos dos mundos en Pan de Azúcar, en San Miguelito, un desagüe y una puerta de metal de menos de dos pies de ancho. Es la primera vez que Delany habla del tema. Desde ese 11 de septiembre, hace casi dos años, no le ha dicho a su madre qué pasó esa tarde. Sabemos que Israel resbaló, que la puerta de metal no estaba, que jugaban en la lluvia, que habían rescatado unos pollitos, y que su hermanito de cinco años se perdió por este desagüe. ‘Me tiré a buscarlo —dice Delany—. La corriente estaba fuerte y me agarré de unos árboles'. Delany está llorando. Las lágrimas se desbordan por sus mejillas aún rosadas y pecosas. Carga a una sobrinita que recuesta su cabeza en su hombro. Llora en silencio y le digo que no es su culpa, pero no me escucha. ‘Cuando salí —dice— ya no estaba'. Desde ese domingo Delany Guerra no juega con la lluvia.

Emilio de la Cruz tenía diez años cuando cayó a una cuneta en Samaria. Una corriente fuertísima de lluvia que corría descontrolada por sus caminos arrastró al niño que salía del Colegio Sinaí en San Miguelito y se lo llevó al río Palomo. Nadie pudo rescatarlo. Al día siguiente apareció su cuerpo uniformado en Costa del Este. Roderick Manuel Guerra no tenía cuatro años. Recogía una de sus chancletas de una vereda de una cuneta en la V etapa Santa Librada. También llovía. Se resbaló y una corriente de agua furiosa lo atrapó y lo lanzó al río Las Lajas. El pequeño Roderick Manuel Guerra apareció a unos 20 kilómetros de su casa. ‘Recuerdo los gritos de su madre', dice su vecina Blanca. Su vivienda está construida al lado de una quebrada. Justo debajo de su casa está la cuneta que se llevó a Roderick. Desde entonces —dice Blanca— la lluvia es un enemigo. Sus hijos tienen prohibido salir de casa en época de truenos y cuando regresan de la escuela, y está lloviendo, activa una logística de rescate con su madre para evitar que tropiecen en la puerta de su casa y terminen en la bahía de Panamá, sin vida. ‘Una vez mi sobrino resbaló también —dice Blanca—. La chancleta se le cayó y fue a buscarla y se lo llevó la corriente. Se salvó porque se agarró de mi sobrina'.

La última vez que llovió fuerte en el Sector 3 de Samaria se desplomó un vecindario. Cuando lo visitas puedes ver las huellas del deslizamiento en el cerro, como las marcas que dejan en las velas la cera derretida. Una parte de la montaña tiene estas heridas de las lluvias, la otra mitad de la montaña tiene casas de hace más de cinco décadas. El 53% de los 546 deslizamientos de tierra registrados entre 1929 y 2018 en Panamá —según el Mapa de susceptibilidad a deslizamientos en el distrito de San Miguelito— sucedieron en el denominado distrito especial. Ese día que visité el vecindario que eliminó, en apariencia, un aguacero subí por sus escaleras hasta lo más alto del cerro. Construcciones sin ingenieros, de arquitectura empírica, atiborradas una encima de la otra, constituían el barrio restante que además tenía muchas flores y ropa secando en los techos. Para evitar que los niños se pierdan entre las cunetas —me dijo una abuela— los mantienen encerrados en casa. En este lugar, sin embargo, no le temían a la lluvia, le temen al gobierno. Un carpintero me dijo que las casas se habían desplomado por una falla en una tubería, y que el gobierno aprovechó ese daño y la lluvia que caía en abundancia para sacar a la mitad de su vecindario y que por esta razón muchos no tienen dónde vivir. En la cima quedan los restos de lo que fueron sus hogares. Juguetes, prendas, hamacas, armarios y restos de construcciones marcadas por el tiempo y el polvo. Un policía y una pequeña empresaria de un kiosco me dijeron que jamás había sucedido algo igual con ninguna lluvia y que creen que el gobierno construirá un edificio lujoso en el cerro y que sacará al resto de los habitantes de la montaña. Según los autores del Mapa de susceptibilidad a deslizamientos en San Miguelito, ‘la degradación de los ecosistemas que regulan las cuencas, la ocupación y utilización desordenada del territorio, aunado a factores hidrometeorológicos, han ocasionado una pérdida de las capacidades regulatorias de los ecosistemas y un aumento en la intensidad de los desastres ocurridos en San Miguelito'. Agregan: ‘La recurrencia de este fenómeno ha ido en incremento, en los últimos diez años, doce de los deslizamientos ocurridos a nivel nacional han causado la muerte de veintinueve personas.'

‘Israel Guerra apareció 48 horas después cerca de la isla de Taboga. Un policía que vacacionaba en el paraíso de la ciudad capital lo observó flotando. Sheyla Saldaña, madre de Israel, intenta desde entonces que otros niños no mueran por jugar bajo la lluvia'.

En San Miguelito, en el circuito 8-6 —según el Tribunal Electoral— existe más de medio centenar de candidatos para ocupar siete sillas en el parlamento panameño, seis aspirantes al control del municipio del distrito especial y casi ninguna idea para ayudar a su población a vivir sin miedo a los torrenciales. El político de San Miguelito —según sus carteles publicitarios— les ofrece dependencia, le dice que lo necesitamos o le recuerda que no son foráneos, que son de esos cerros; otros le dicen que es un asunto divino, que le teman a Dios. Otros le prometen honradez y eficiencia y otros, que cumplirán su palabra. San Miguelito es el segundo lugar más poblado de Panamá y el circuito electoral con más votantes —243,978— en las próximas elecciones. En Santa Librada, la propia comunidad arregló las veredas y construyó un pequeño muro con cemento en la salida por donde desapareció el niño Roderick para evitar tropezones. Según sus vecinos, no recibieron apoyo de ninguna autoridad. La madre del niño ya no vive en este lugar. En Pan de Azúcar, donde desapareció Israel, su madre Sheyla Saldaña ayudó a colocar la pequeña puerta de metal entre la iglesia y el taller para que la tragedia no regrese a ninguna casa de los vecinos. Sheyla, como su hija Delany, cuando escucha la lluvia se atemoriza y cuando habla de su hijo rompe en llantos, pero en llantos que no se escuchan, que se pueden ver saliendo de sus ojos, con una potencia, con un dolor, pero silentes. Sheyla piensa que la razón de la indiferencia del político con los niños que se mueren en estas cunetas en San Miguelito es porque no se les han muerto a ellos.

Israel Guerra apareció 48 horas después cerca de la isla de Taboga. Un policía que vacacionaba en el paraíso de la ciudad capital lo observó flotando. Sheyla Saldaña, madre de Israel, intenta desde entonces que otros niños no mueran por jugar bajo la lluvia. Lo hizo, primero, como ciudadana, mejorando veredas y colocando trampas donde los desagües pueden llevarse a cualquier niño. En estos días lo hace como candidata a representante por el partido Cambio Democrático. Sheyla Saldaña, madre de Israel, víctima de una lluvia, y otros azares, caminó ayer con Luis Casís. Tampoco está preparada académicamente como el vicepresidente del candidato presidencial Rómulo Roux, pero dice que su proyecto es ‘humanista'. Sheyla propone que no mueran más niños en los desagües. Su hija, Delany, antes de despedirme, me dijo que desde que su hermanito resbaló en la cuneta están más unidos en casa (…).

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