Este viernes 20 de diciembre se conmemoran los 35 años de la invasión de Estados Unidos a Panamá. Hasta la fecha se ignora el número exacto de víctimas,...
- 13/11/2022 00:00
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Cada año, el 13 de noviembre se celebra en Panamá el día de las y los periodistas y se aprovecha esta ocasión para rendir homenaje a aquellas personas que durante la labor periodística arriesgaron su vida por investigar y relatar con veracidad las historias, en momentos en el que se ha atentado contra la libertad de prensa y la libertad de expresión.
En este día también se recuerda una noticia que fue de gran relevancia mediática en nuestro país: el caso Watts. Se trató del brutal homicidio en la madrugada del 13 de noviembre de 1983 de Eudocia Fredesvinda González de Watts, mujer de 33 años, la cual se encontraba en su tercer mes de embarazo al momento de su deceso. Para ese entonces fue catalogado como “un crimen horroroso, con ribetes pasionales, hecho con odio y de extrañas circunstancias nunca antes visto en el país”. Pese a que el entonces esposo de la víctima Miguel Watts, cumplió una condena de 20 años por este crimen, del que nunca confesó ser culpable, aún hay quienes sostienen y debaten en ciertos portales de internet que otros fueron los artífices y las razones o motivos del crimen.
En retrospectiva, si para ese entonces se hubiese tenido el conocimiento y sensibilización que tenemos hoy para investigar desde una perspectiva de género, tal vez tendríamos más de esta historia. Algo hemos avanzado como sociedad cuando cuestionamos la violencia patriarcal, el abuso de poder, la subordinación y obediencia de las mujeres como base, antes de naturalizar los mal llamados “crímenes pasionales”.
En ese aspecto, Lucia Sabaté (2016) propone aclarar esta expresión, ya que de alguna manera el término suaviza el delito y esconde los motivos del mismo. Resalta que el uso de la palabra “pasión” ya es un recurso para expresar el entusiasmo por algo; por ejemplo, “la pasión por el fútbol” o “la pasión por la música”. Subraya que “no son crímenes pasionales, son femicidios”.
El término “femicidio” llegaría a ser relevante mundialmente en la década de los noventa, para advertir la violencia y la discriminación contra las mujeres. Como define la socióloga costarricense pionera en la investigación de los femicidios en Centroamérica, Montserrat Sagot (2007), “el femicidio expresa de forma dramática la desigualdad de relaciones entre lo femenino y lo masculino y muestra una manifestación extrema de dominio, terror, vulnerabilidad social, de exterminio e incluso de impunidad”.
En Panamá se tipificó el femicidio en el año 2013 con la Ley No. 82, “Que adopta medidas de prevención contra la violencia en las mujeres y reforma el Código Penal para tipificar el femicidio y sancionar los hechos de violencia contra la mujer”. En el artículo 22 insta al Estado a desarrollar políticas públicas, entre ellas “asesorar a los medios de comunicación social para un adecuado enfoque de la temática y la difusión de los derechos de las mujeres”.
Respecto a este punto, es importante resaltar que el Estado debe promover espacios de formación continua para profesionales de las ciencias de la comunicación con perspectiva de género y derechos humanos en el tratamiento de la información.
Por lo expuesto resulta imperante que aquellas personas que ejercen el periodismo mantengan una mirada crítica de las fuentes y en qué basan sus testimonios, es decir, si apelan a prejuicios y estereotipos negativos para culpar a las víctimas, si emiten juicios de valor con respecto a las relaciones sexo afectivas y/o si de alguna forma justifican las acciones de los agresores.
De acuerdo a los valores y principios éticos del periodismo, es su función investigar y contrastar la veracidad de los hechos con cuantas versiones sea necesaria, sin perder de vista que pueden ser opiniones sesgadas.
En el panorama actual las víctimas y las supervivientes esperan justicia, no esperan juicios mediáticos que cuestionen su forma de vestir, el lugar donde se encontraban, su nacionalidad o edad. Lo que sí esperan es ser respetadas, escuchadas, que sus testimonios de alguna manera eviten que otras mujeres vivan esas experiencias y que las autoridades se comprometan a garantizar su seguridad.
Exhorto a las y los periodistas a que continúen sumando esfuerzos para que desde el relato de los hechos podamos apoyar la consigna feminista ¡Ni una menos!