El número de víctimas mortales por la dana en la provincia de Valencia se eleva a 212, de las que 183 están ya plenamente identificadas, según el último...
- 28/09/2018 02:00
- 28/09/2018 02:00
Alfredo probó su primera cerveza a los 13 años, y aunque su sabor no le agradó, sí la sensación que tuvo. Entonces, el alcohol se convirtió en un símbolo de pertenencia y escape y que tras 17 años hoy lucha por abandonar. ‘Me topé con un vaso de cerveza y me gustó el efecto que causó en mí. Me sentía bien, contento, y sentía que pertenecía a ese grupo en el que estaba. Me sentía yo', dice a Efe el joven, hoy de 30 años.
Hasta hace seis meses, Alfredo era uno de los 3.3 millones de jóvenes mexicanos que consumen alcohol en el país, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco 2016-2017. En México, del 24 al 30 de septiembre, la Central Mexicana de Servicios Generales de Alcohólicos Anónimos (AA) celebra la Semana Nacional de AA para jóvenes, con el fin de hacer conciencia sobre este problema en este sector de la población.
El alcohol, asegura Alfredo, aunque al principio parece ser un buen aliado para sentirse de buen ánimo, puede llevar a las personas a perder el control de su vida, así como sus posibilidades de crecimiento personal y profesional. ‘Empecé a tomar cuando estaba en la secundaria y de manera más crónica en la preparatoria. El divorcio de mis padres fue el pretexto perfecto para escudar mi alcoholismo, y aunque en mi casa se daban cuenta de que tenía un problema, me tachaban de adicto', asegura.
UNA VIDA TRUNCADA
Explica que su manera de beber fue haciéndose cada vez más crónica, lo que le hacía evadir sus responsabilidades escolares y beber en ocasiones en las que no planeaba hacerlo. ‘Durante dos años intenté ingresar a la universidad; sin embargo, siempre llegaba oliendo a alcohol o con mal aspecto y a veces ni siquiera me dejaban entrar a hacer los exámenes', afirma.
Ya en la universidad, donde estudió informática, su alcoholismo siguió en ascenso y seguía rodeándose de amigos que también eran alcohólicos. Con el tiempo pudo conseguir un trabajo, lo que le dio solvencia para comprar más alcohol y seguir consumiendo en grandes cantidades. Alfredo reconoce que esos excesos comenzaron a traerle problemas en su salud. ‘Empecé a perder el apetito. Cuando comía no podía comer irritantes, y empecé a tener problemas en el hígado', explica.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) en su último informe sobre la situación mundial del alcohol y la salud en 2018, el consumo de esta sustancia se relaciona con el riesgo de desarrollar más de 200 enfermedades. En esa lista se encuentran desde patologías como cirrosis hepática, pancreatitis y diversos tipos de cáncer, hasta enfermedades crónicas que habitualmente la población no asocia ni relaciona con un consumo abusivo de alcohol o con la adicción a esta sustancia.
Además, el consumo de alcohol puede producir daño cerebral irreversible y demencia. Justamente fue un caso de demencia lo que, asegura Alfredo, hizo que de alguna manera empezara a darse cuenta de que tenía ya un problema con el alcohol. ‘Un día choqué un auto que no era mío. A los pocos días un primo murió por chocar en estado de ebriedad. Eso fue una primera llamada. Una segunda fue cuando olvidé dónde dejé mi automóvil después de una borrachera; quedó una semana perdido hasta que lo encontró mi hermano', asevera.
Alfredo asegura que fue hace seis meses cuando tocó fondo. ‘En diciembre tuve una depresión muy severa. Yo pensaba que era por las fechas, la famosa depresión navideña, pensaba en el suicidio. Pasó esa época y me seguía sintiendo así y buscando maneras de cómo suicidarme sin dolor', admite.
Un día, afirma, en medio de una borrachera, uno de sus amigos le recomendó ir a un grupo AA y él aceptó. ‘Cuando llegué al grupo me explicaron que no era adicto sino un enfermo de alcoholismo. Me explicaron por qué tenía esas depresiones, por qué bebía de manera descontrolada, y empezó a cambiar mi vida', dice.
Hoy, tras seis meses en el grupo, Alfredo entiende que tenía un problema y en este proceso de recuperación busca ayudar a otras personas. ‘Dos veces a la semana voy a los reclusorios a dar charlas sobre esto. Ahí me di cuenta por ejemplo, que entre 80 y 90 % de los convictos están ahí por causas relacionadas con el alcohol', señala.
Es por ello que ahora recomienda a quien tiene problemas con su manera de beber que busque ayuda. ‘Cualquiera que haya tenido una llamada de alerta por algo relacionado al alcohol, una pérdida de la memoria que haya causado cualquier problema discusión con un familiar o amigo, que se acerquen a un grupo (de AA). Pueden ahorrarse muchos años y salvar su vida', finaliza.