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- 17/09/2023 00:00
- 17/09/2023 00:00
Tarde o temprano iba a llegar la era de la Inteligencia Artificial (IA) a nuestras vidas, pues ha sido una promesa que se ha vislumbrado en el horizonte durante décadas, y que la ciencia-ficción siempre nos hizo soñar. Sin embargo, este avance ha ocurrido de manera sigilosa, a pesar de que ha explotado la curiosidad de muchos, desde que OpenAI lanzó ChatGPT.
A partir de entonces, hemos sido testigos de una explosión de posibilidades en las que la IA transformará nuestras vidas. Desde el ámbito laboral hasta el arte, la educación, nuestras presentaciones de PowerPoint… ¡En fin! Básicamente, cualquier cosa con tecnología, pues la IA promete cambiarlo todo, incluso; nuestra manera de pensar. Es un fenómeno que parece no tener límites en cuanto a su impacto potencial en nuestro mundo.
No obstante, en medio de este debate, hay una cuestión que parece no estar recibiendo suficiente atención, y es una de las más cruciales: ¿cómo podemos utilizarla para conectar de manera más profunda con nuestra propia humanidad? Esta pregunta se basa en una verdad innegable: sin importar las regulaciones que se impongan o no, la IA es, en última instancia, una herramienta, y su impacto será moldeado por cómo la humanidad la emplea y la integra en nuestras vidas, así como en su momento fue el descubrimiento del fuego y la electricidad.
En general, hay un sentimiento de que hemos entrado en una nueva era. Es importante recordar que los períodos de disrupción y cambio ofrecen oportunidades únicas para la introspección y la sabiduría, los cuales implican despojarnos de lo que no es esencial. Eso es precisamente lo que estamos experimentando ahora, y es la razón por la cual muchos son optimistas sobre la posibilidad de que este momento sea una época de transformación y renovación.
A pesar de los avances tecnológicos, ciertos aspectos de la vida seguirán siendo fundamentales, como nuestras interacciones sociales, porque en última instancia, seguimos siendo seres humanos.
Pienso que uno de los aspectos cruciales de este potencial transformador de la IA es su capacidad para despejarnos, pues a medida que automatiza tareas repetitivas y mundanas, nos podremos enfocar en lo que realmente importa. En lugar de gastar tiempo en procesos y actividades que pueden ser manejados por máquinas, podemos centrarnos en cultivar nuestras cualidades esenciales y que nos lleve a conectarnos con lo que es verdaderamente humano y significativo en nuestras vidas.