El barrio de Chualluma en Bolivia, es único en la ciudad de La Paz ya que todas sus paredes están pintadas de colores que resaltan los rostros de las cholas,...
- 01/05/2019 02:00
- 01/05/2019 02:00
La soledad no es popular. Estamos muy solos en este país, pero pocos hablan de ello. La indefensión es un tabú, así como nuestra vulnerabilidad. Lo saben en Llano Tugrí, en la comarca Nägbe-Buglé; en Felipillo, en Tocumen; en las cordilleras de Herrera y Los Santos; en Kankintú, en Bocas del Toro; en Calobre de Veraguas. Lo saben los curundeños, la gente de Colón, los de Río Hato, la gente del oeste, del este, del sur, del norte. Lo sabemos casi todos. Si enfermas y no tienes recursos, aumentan las probabilidades de muerte. Si eres negro, indígena, mujer, homosexual o migrante, serás inferior. Nadie remedia la lipidia, ni nadie se preocupa por ti, ni por tus hijos y tampoco por tus padres cuando no tienes qué comer. El abandono es la norma en este país próspero.
‘Los acontecimientos venideros —escribió James Joyce— proyectan sus sombras delante. ‘Fuimos a sus casas, durante esta campaña electoral, a decirles que eliminaremos los subsidios de sus hijos, a prometerles que aumentaremos la cárcel para los vecinos, a jurarles que no habrá alimentos baratos, a confirmarles que la casa dependerá de un plan de gobierno, y que ese plan de gobierno no es necesario realizarlo porque hay videos en redes sociales. Les dijimos que impulsaremos la economía del país apoyando al que tiene la nevera con alimentos, que no son necesarios los impuestos, que los árboles no importan, que sus escuelas son una desgracia, que pueden salir de la pobreza por cuenta propia, que son ratas si aparecen en la planilla de los diputados y no trabajadores como los asesores estudiados de los políticos que aparecen también en esas nóminas. Les dijimos que los habíamos manipulado emocional y mentalmente para que votaran por ellos y todos seguramente entendieron, lo que entiende un humano que les visita caminando por unos meses durante esta campaña electoral y se dedica a escuchar y a mirar con serenidad: no esperes ayuda de nadie porque el abandono es el camino. Mañana será igual que ayer.
Ignorar es abandonar. Si no estoy, no existo. O estoy y no existo. O mejor: no estoy nunca. Ignorar es abandonar. El ganador, ignora los reclamos más necesarios —y esto también lo sabemos casi todos— porque no los conoce, porque no los ha vivido, porque no les importan y además, porque no escucha. La experiencia empírica los desborda. No se entenderá que mi hijo no fue a la escuela porque no tengo forma de moverme de casa, porque no tengo trabajo, y me construiste un apartamento lejano de la ciudad que tenía la escuela y el hospital. Tampoco se comprenderá que las casas que me hiciste en las montañas las destruye la brisa porque no me escuchaste y que no me interesa habitarlas. Tampoco se sabrá que el pandillerismo es un oficio y que se trabaja muy duro diariamente para unos empresarios y que no se sale de la pobreza aunque me explotes.
Tampoco se entenderá que esos árboles que tumbaste los quería, y que los cementerios donde están mis pasados los olvidaste. Tampoco se entenderá el miedo de ir al hospital, el miedo de salir a la calle, el miedo a no tener que comer, el miedo a la lluvia. Ni por qué bailo con Leslie Santamaría, ni por qué no disfruto ir a pedirle medicinas al diputado, ni por qué tengo que hacer filas en las juntas comunales para resolver asuntos que podría hacer con mis hijos, ni por qué no puedo construir la idea que me inventé, ni por qué mis padres tienen la nevera también vacía, ni por qué no disfruto las aguas negras en mi habitación, y por qué tengo mis esperanzas en loterías, en dioses o en familiares que tampoco ayudan. Menos se sabrá qué es dormir en el piso todos los días, no tener una casa con comedor, no tener libros para leer, ni tiempo para compartir.
El abandono ni siquiera nos conmueve. Esa discusión en la contienda electoral tan notoria estuvo ausente. Elegir un político es una diversión lejana. La racionalidad no tiene sentido cuando no existo. ¿Para qué pensar en alguien que no me entenderá? La democracia se vuelve autoritarismo en el lugar que edificó el desdén. El líder no está cerca de los problemas de la comunidad ni visitándolo. Y frente a esa disyuntiva no hay mucho que hacer mañana.
El abandono es nuestra incapacidad para pensar en otros. Y es también nuestra utopía, nuestro proceder habitual. Propusimos propuestas en estas elecciones nuevamente para nosotros mismos. El abandono también nos comprueba que el egoísmo sigue sosteniendo el país de la prosperidad, pero no el país de la miseria. Allí el egoísmo es un acto grotesco y eso también lo saben en Pilón, en la 24 de Diciembre, en los cerros de Azuero, en las playas de Bocas del Toro, o en la Favela de David, o en El Chorrillo, o en Arraiján, o en Portobelo, o en cualquier lugar y en cualquier corazón donde no se es prioridad nunca.