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- 13/05/2022 00:00
- 13/05/2022 00:00
El verdadero colonense a nivel psicológico se encuentra frustrado debido a las promesas incumplidas por los gobiernos pasados y el presente, ya no confiamos en quienes nos representan y nos cansamos del irrespeto, la represión, y que seamos marginados por políticos que se aprovechan de las necesidades de una provincia para beneficiarse y lucrar a costa del dolor y el sufrimiento de los ciudadanos.
Los problemas legales mencionados por los representantes son escudos utilizados como excusas ante la falta de voluntad por parte de ellos mismos. Las autoridades de nuestra provincia han demostrado que no les interesan los problemas de sus mismos conciudadanos: la falta de agua, las calles en mal estado por donde ellos mismos transitan, el pandillerismo, el desempleo, los caserones en ruinas. Al parecer nuestras autoridades viven en otro Colón o solo vienen de otra provincia a gobernar la nuestra.
La represión es utilizada para intimidar a los manifestantes, lastimosamente los grupos negativos que psicológicamente ya tienen problemas con la autoridad, aprovechan estos espacios para afectar la lucha legítima que es por un mejor Colón. Hacemos un llamado alto a la represión por parte del gobierno y un llamado a la comunidad de que debemos luchar juntos sin actos violentos. El colonense decente no le tema a la represión, le teme al vandalismo, el cual es un reflejo de la falta de programas de resocialización y prevención en las comunidades.
Considero que la provincia de Colón –y me atrevo a decir que nuestro país– está siendo gobernada por hombres y mujeres que solo piensan en enriquecerse a costilla de las carencias del pueblo. En las elecciones te sacan de debajo de las piedras por un voto, ahora que necesitamos respuestas, no dan la cara; y hago la salvedad de que no son todos, pero sí la gran mayoría. La provincia de Colón no ha sido abandonada, la provincia ha sido utilizada y saqueada por gobernantes con falta de visión y supervisión a las obras de su propia comunidad.
Escoger mejor a nuestros gobernantes, salir de la mentalidad del clientelismo político. Trabajar en equipo las autoridades y la sociedad civil, los primeros que sean responsables en administrar y fiscalizar los proyectos de la provincia, y los segundos que sean garantes de que se cumplan. La provincia de Colón lo tiene todo, hombres y mujeres profesionales, una posición geográfica privilegiada, riqueza natural, entre otras, para ser una provincia próspera, pero solo faltan hombres y mujeres que gobiernen con temor a Dios y amor a su pueblo. Necesitamos colonenses con alto sentido cívico y sentido de pertenencia.
En este país de escasa memoria, nadie recuerda hoy la gran “marcha del hambre y la desesperación” que se movilizó desde la ciudad de Colón hacia la capital el año de 1959, como resultado del desempleo que impactaba a la clase trabajadora colonense. Podemos traer de la historia todos los antecedentes, para mostrar que la crisis colonense es una crisis de vieja data. Es una crisis de carácter estructural que aqueja a todo el país, pero que se expresa en la provincia y en la ciudad de Colón de manera dramática por el profundo nivel histórico de vulnerabilidad en que se encuentra la sociedad colonense. En un país donde el 86,6% de todo el PIB nacional se concentra en la zona de tránsito. Colón aporta a este PIB aproximadamente el 17,8%; sin embargo, la devolución en términos de políticas públicas no se compadece con lo que la provincia aporta.
Este es el país de la leguleyada y el tecnicismo jurídico, lo vemos todos los días; por supuesto que no se trata de buscar atajos procedimentales, que vulneren el proceder apegado a derecho. Pero está demostrado que cuando hay voluntad política y firme decisión administrativa, se logran resultados. Es un pobre argumento resultado de una profunda incapacidad administrativa. Pero no todo es incapacidad producto de incapaces, es el producto de una negligencia deliberada.
La respuesta represiva es siempre el resultado de la ineptitud de soluciones dialogantes o de la ausencia de políticas alternativas de inclusión. Sin embargo, la represión en áreas críticas socialmente, como en comarcas indígenas o Colón, expresa no solo la respuesta “dura” del Estado, es la respuesta orientada por un sentido de anticipación cargada de prejuicios y de menosprecio.
La economía panameña como hecho estilizado es de comercio y servicios. Un rasgo inherente a este tipo de economía es la informalidad predominante de su mercado laboral. Las provincias de Panamá y Colon concentran el 60% de la población nacional, como también una fuerte carga de contradicciones que se expresan de manera acusada en desigualdad y exclusión. Estas contradicciones sociales tuvieron una expresión terrible en el hábitat de la ciudad. Desde los años 70, la ciudad ya mostraba una acusada decadencia, que ha ido en incremento. La ausencia de inversión por parte de los propietarios de inmuebles, aunado al vacío de estímulos estatales y al deterioro de los soportes urbanos de servicios públicos, representaba no solo un sentido de racionalidad económica, expresaba –como manifestara el historiador Francisco Herrera– una constante: “el racismo y las expresiones de discriminación socioculturales”. Y agrega el historiador Herrera: “La población, mayoritariamente afrodescendiente, muchos afroantillanos, pero también costeños de costa arriba y costa abajo, así como coclesanos, ya no cumplía los valores estéticos y socioculturales que seguramente funcionaban en el imaginario de los planificadores del futuro de la ciudad”.
La ciudad de Colón es un océano de pobreza con algunas islas de riqueza que no derraman excedente, en la generación de actividades productivas o de servicios que construyan complementos económicos e integración social. Y no lo hacen porque la estructura económica de la provincia es la de un conjunto de enclaves que por su lógica de funcionamiento están diseñados para la exacción de excedentes desde el exterior. Lo cierto es que la provincia sufrió un fuerte proceso de disolución de actividades productivas, como fue la refinería que se desmanteló con el argumento que era tecnológicamente obsoleta, y que salía más barato traer los derivados que producirlos localmente. Una suma de acciones, todas con el efecto acumulativo de disolver el tejido social y urbano de la provincia. El diseño de un modelo económico-social fundado en el empleo decente, requiere repensar la economía transitista que por sus características está incapacitada de sacar a Colón y al país de la crisis. Hay que repensar el país, esa es la tarea.