La ciudad donde gritan sí a la reelección

Actualizado
  • 27/03/2019 01:00
Creado
  • 27/03/2019 01:00
¿Por qué me pongo la camiseta de un político?

Esta noche el representante del Barrio Sur, uno de los lugares con más pandilleros en la ciudad de Colón —según la Policía Nacional—, tiene el evento más costoso de la agenda política: un concierto con megaestrellas del reggae panameño, y cervezas gratis, para dos mil quinientos jóvenes colonenses que visten la camiseta del representante que quiere ser su alcalde.

‘En Colón —dice ‘Magnético', uno de los integrantes del grupo musical Comando Tiburón que hace de animador— no creemos en la no reelección'. El público aplaude con furor y el animador, que además es un icono de la farándula, les repite hasta que se van: ‘Gancho al 1 con Alex Lee' y eso haría entre cada pausa del evento, que fueron muchas, y los jóvenes le responderían, que por supuesto, que ‘claro que sí'. El sí a la reelección y el no a la reelección guardan semejanzas: funcionan como el aprendizaje en los loros, a través de la repetición compulsiva. Son afirmaciones inducidas que se caracterizan por no dejar pensar con tranquilidad, y que se repiten y se repiten y se vuelven a repetir, de forma frenética, como las voces en los esquizofrénicos, hasta lograr, como esta noche, que estos jóvenes alcen sus manos y señalen con el dedo índice a su líder político y le digan: ‘con Alex Lee, claro que sí'.

La ciudad de Colón hasta hace unos días, según la Policía Nacional, era controlada por dos criminales —Eduardo Macea ‘Marshall' y Jaime Powel ‘Yunya”—, traficantes globales que utilizarían sus puertos y sus barcos, y todo lo que necesiten para sostener su modelo de negocios, hasta que fueron capturados. Uno vivía en la Calzada de Amador, en las áreas revertidas de la antigua Zona del Canal, y el otro en Dubái, referencia geopolítica criolla, pero tenían una guerra en Colón con más de treinta muertos. Cuando a (Roberto) Saviano le consultaron por la captura del Chapo Guzmán, el denominado Steve Jobs de estos menesteres, este escritor que conoce a las mafias como se conoce a nuestros padres, nos dijo algo al respecto que podría explicarnos la sucesión en esta industria: ‘Un jefe de verdad que siga siendo poderoso se mantiene alejado de todo'.

En Colón no solo se mueren personas por trabajar con estos empresarios violentos, sino también para robar. Hace unas horas en esta ciudad, Cristal Becerra, una joven universitaria, fue degollada por otro joven que deseaba su televisor. El charco de sangre donde quedó sumergida es el tema de discusión de las mujeres que me acompañan, unas activistas del Frente Amplio por la Democracia (FAD) que harán política con un familiar que es dirigente y que esperan ganarse algo acompañando a Saúl Méndez, candidato presidencial de este partido de izquierdas, que está por recorrer su ciudad natal. Pregunta una de ellas al familiar dirigente sobre el trabajo de hoy: ‘¿Habrá algo para picar (comer)?'. Todos ríen. Ya se colocaron la camiseta del candidato presidencial, pero se resisten a cargar las banderas del FAD, porque no quieren lucir ‘revoltosas'.

La ciudad de Colón amaneció con su gente en sus bancas, en su mercado central, en sus panaderías y en sus comercios donde venden pollo frito y patacones hablando de sus problemas. Amanecieron pelando plátanos y pintando uñas, observando cómo las calles jamás terminan de repararse y cómo están vacíos los edificios de sus vecinos. A Colón, parece, le cayeron miles de bombas. El dance hall jamaiquino, sin embargo, los tiene bailando en la esquina. El futuro se avecina con edificios que empiezan a gentrificar el lugar, con ventanales de varios metros y acondicionador de aire nublando los espejos. El puerto está protegido por militares que llevan máscaras y rifles; los niños juegan entre los desechos que quedan entre sus casas. En los barrios donde están las pandillas reina la tranquilidad. Uno podría pensar que este pueblo, sometido a las condiciones más precarias, no se enoja, pero no es así. ‘Cuando estalla la mecha —dice una funcionaria— no hay vuelta atrás'.

Anoche, no obstante, en el megaevento político del representante, los jóvenes no solo se colocaban con orgullo la camiseta del representante, sino que también coreaban su nombre. Llegaron en buses desde Salamanca, desde Pilón, desde Los Lagos, desde la Avenida Amador. Ninguna indignación. Ninguna molestia. El espectáculo inició con raperos cristianos que los hicieron rezar y orar y arrodillarse entre la tierra del estacionamiento que hoy funciona como centro cultural. Le dijeron que el problema era del más allá y con ello libraron al político de cualquier responsabilidad en la tierra. El político, arrodillado, cerraba sus ojos. Luego de esas palabras de agradecimiento al todopoderoso, entonces llegaron aquellos cantantes que son nuestros ídolos: Japanese, Boy C. Las antorchas se encendieron. Los jóvenes bebieron y bailaron en sincronización, y Mr. Fox, que también estuvo allí nos cantó:

‘De qué te ríes ahueva'o, de mi pantalón gasta'o,

Qué carajo, ese es mío, ese no es presta'o,

Esto fue bien suda'o y bien trabaja'o

Tirando bulto en Zona Libre como un desgracia'o'.

Colón ha tenido dos levantamientos populares en los dos últimos gobiernos. Políticamente es una ciudad paralizada. No hay diálogo entre el gobierno y las principales organizaciones agrupadas en el Frente Amplio por Colón, en ningún tema. Ni en las viviendas, que como sabemos, culminó sacando a los colonenses de la ciudad, para llevarlos a una nueva ciudad que no tiene hospitales ni escuelas. Los que aún no tienen viviendas viven igual o peor. Una madrugada al inicio de la calle 14, me encontré con una docena de hombres durmiendo en el piso de un comercio con un perro. Tampoco tienen acuerdo sobre el financiamiento a las pandillas, ya que estarían aumentando las adicciones entre sus ciudadanos. A una señora le escuché decir lo siguiente: ‘¿Tú crees que yo le voy a ‘ta dando plata a un pandillero para que en la noche esté comprando cocaína?'. Y menos tienen un acuerdo sobre la distribución de los ingresos. Los colonenses están hartos del presupuesto nacional, de contar con una enorme actividad comercial que beneficia a la capital del país, y que no pueda siquiera ofrecerles agua en el grifo y calles decentes sin mierda rodando.

En Colón los tres partidos grandes tuvieron contiendas cerradas en las últimas elecciones de la alcaldía. En esta oportunidad tienen ocho candidatos. Los tres aspirantes de los partidos mayoritarios son los mismos de las elecciones anteriores. A esto se suma un alcalde de la izquierda, el dirigente Felipe Cabezas, docente universitario, e integrante del Frente Amplio por Colón, movimiento que paralizó esta ciudad en dos oportunidades recientes. Todos aspiran a controlar una ciudad que no se pone de acuerdo con el gobierno y que enojada pierde el control. Cabezas acompaña a Saúl Méndez esta mañana en la Avenida Central. La gente le apoya y le dicen maestro. Saúl es recibido con aplausos y una mujer detiene su auto para hacerse un selfi con el líder obrero. Cabezas me dijo antes de salir a entregar sus afiches que su idea es que las grandes empresas que se ubican aquí paguen impuestos en su ciudad. ‘Eso lo haremos —dice— a través de una ley y con el apoyo del pueblo'.

Mis amigas activistas, sin embargo, previo a la caminata con los integrantes del FAD, me comentaron los detalles del crimen de Cristal. Que utilizó un cuchillo de la cocina, que estaba prófugo el asesino, que estudiaba en la universidad, que tenían miedo. Todas terminaron llevando las banderas consigo. La decisión fue cumplir con la actividad, trabajar correctamente, posiblemente llevarse algo de alimento a casa, y ayudar al familiar en su conquista política. Llevar la camiseta no significaría otra cosa que trabajar ese día para un cercano.

En el evento de Alex Lee, del PRD, llevar la camiseta también sería algo parecido. Entre estos cientos de jóvenes, estaban sus dirigentes barriales, y sus familiares. También trabajaban esa noche en su candidato, pero bebiendo cervezas y escuchando las canciones que promueven la homofobia y elogian al que dispara las armas. En uno de esos momentos, entre el subir y bajar de artistas de la tarima, se utilizó ese espacio para grabar una promoción publicitaria. El animador sugirió hacer una prueba antes. Solo teníamos que decir ‘Con Alex Lee, claro que sí' mientras nos grababa un dron y otras cámaras. El representante que quiere ser alcalde tomó el micrófono e hizo el primer intento y no respondimos como añoraba. Entonces Lee nos dijo, en relajo —pero tal vez muy en serio— ‘si no gritan fuerte, no los invito para la próxima'.

‘A una señora le escuché decir lo siguiente: ‘¿tú crees que yo le voy a ‘ta dando plata a un pandillero para que en la noche esté comprando cocaína?'.

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