Este viernes 20 de diciembre se conmemoran los 35 años de la invasión de Estados Unidos a Panamá. Hasta la fecha se ignora el número exacto de víctimas,...
- 20/12/2009 01:00
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Comenzar de nuevo es lo que el ser humano más quiere. Es lo que promete toda religión, y lo que buscaron las multitudes que emigraron a las Américas. Un nuevo comienzo es lo que Panamá podía haber conseguido de la invasión norteamericana de hace 20 años. ¿Por qué no lo logró? Para comenzar de nuevo, es menester renunciar a lo viejo. La esposa de Lot echó una mirada atrás hacía las ruinas de Sodoma y Gomorra, y Yahvé la convirtió en un pilar de sal. Los emigrantes trajeron consigo los perjuicios y rencillas de sus tierras natales, y envenenaron al mundo nuevo. Igual que ellos, la clase política-comercial panameña no quiso renunciar a la dictadura cuando las Fuerzas de Defensa dejaron de existir.
El ejército que ocupó a Panama durante 21 años era esencialmente extranjero. Sus miembros eran panameños, pero sus propósitos eran ajenos al bienestar del pueblo y a la salud del estado. Saqueó a su patria, y cometió crímenes terribles contra sus compatriotas.
Asesinó o exilió sus opositores intransigentes. Maltrató a todos quienes cuestionaron su autoridad. Así intimidó al pueblo. Pero gobernó por corromper, y encontró en todo sector de la vida nacional, desde el movimiento laboral hasta la Iglesia, gente afanosa de ser corrompida, si no con dinero con poder o zalamería.
La clase política-comercial se entregó masivamente. Uno puede citar con los dedos los miembros de esta clase que resistieron a la dictadura durante los primeros 19 años: Carles, Arias Calderón, Sánchez Borbón, Bernal, Eisenmann, unos pocos más. La mayoría colaboró activamente. Otros hicieron la vista gorda. Casi todos se corrompieron a un grado u otro, y algunos hicieron fortunas inmensas. Los miembros de la clase política-comercial panameña están relacionados, los unos con los otros, por sangre, por matrimonio, por adulterio, o por combinaciones de los tres, sin mencionar vínculos de amistad o negocios. Castigar a los civiles cómplices de la dictadura hubiera costado a todos un pariente o amante o amigo o socio. Hubiera obligado a todos reconocer su vergüenza colectiva. No quisieron pagar el precio de purgarse. No podían repudiar a "los años locos".
Además, el mismo invasor estaba culpable de asociación para delinquir con los dictadores panameños. A él tampoco le convenía hacer justicia. Suficiente era llevar a Alí Baba, y dejar a los cuarenta ladrones tranquilos.
Así es que Panamá no comenzó de nuevo. La clase política-comercial no quiso pagar el precio, y tú y yo no la obligábamos a pagarlo. Lo que hay es la misma mierda con distintas moscas: el sistema de gobierno de la dictadura sin los militares.
Para precisar, en el lugar del ejército de ocupación, hay una clase dirigente parásita, corrupta y impune que perpetua su monopolio político con la ley de los partidos. Su principio de gobierno es que quienes se encuentren por el momento en el gobierno tienen derecho de usarlo para su beneficio particular, por ejemplo regalar embajadas a sus familiares. Lo que no hay es terror estatal por medio de tortura y asesinato. Todavía no hay justicia, pero la pandilla de hoy no da miedo.
Hemos avanzado, la lucha continua.