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El Instituto América o la dignidad de lo público
- 21/10/2016 02:00
- 21/10/2016 02:00
La llegada de Rachel Rodríguez a la Olimpiada Iberoamericana de Química 2016 no es un milagro divino, sino el resultado de la estructura de trabajo comprometido de la comunidad educativa que sostiene al Instituto América.
Rachel, con 17 años, compitió anteriormente en las Olimpiadas Centroamericana y del Caribe de Química y en la Olimpiada Nacional de Química 2015.
Los logros de la joven, que forma parte de la delegación panameña de química, resultan sorprendentes, si se toma en cuenta que ella nunca ha usado un laboratorio, pues el centro educativo al que acude no cuenta con uno.
El colegio en el que se forman jóvenes de entre 12 y 18 años de edad tiene equipo de fútbol sala y jockey , pero no tiene una cancha para practicar estos deportes; tiene una de las mejores bandas de música del país, pero no un salón de ensayos adecuado; tiene grupos de lectura y debate, pero carece de una biblioteca.
En el año 2012, cuando Lucy Molinar dirigía el Ministerio de Educación (Meduca), el Instituto América estuvo en crisis.
La falta de supervisión del Meduca a los trabajos de remodelación que se efectuaron ese año dio paso a una serie de problemas que todavía afectan al centro educativo. ‘La empresa contratada hizo un trabajo descuidado; se dejaron abiertos los grifos, lo que provocó la inundación de los laboratorios de Ciencias Integrales y de Biología y la biblioteca', explica el director del plantel, Luis Alberto Peralta.
Desde entonces, varias empresas entraron a realizar arreglos, pero, hasta la fecha, solo se han logrado terminar los laboratorios nuevos, que no tienen insumos para que los jóvenes trabajen.
Los laboratorios son solo un caparazón vacío de institucionalidad como el Ministerio de Educación, donde es notable la ausencia de un proyecto educativo de Estado a largo plazo.
El Instituto América está ubicado en el área urbana a dos cuadras de la Avenida Ricardo J. Alfaro (Tumba Muerto), rodeado por una valla de ciclón que protege el patrimonio del centro.
Es conocido simplemente como ‘El América' y siempre fue una opción de calidad para muchos padres sin la capacidad económica para pagar una matrícula y mensualidad privada.
‘LA MAYORÍA DE LOS ESTUDIANTES PROVIENE DE PANAMÁ ESTE, OESTE Y SAN MIGUELITO. PASAN ENTRE DOS Y TRES HORAS VIAJANDO',
LUIS CEDEÑO
ASOC. PADRES DE FAMILIA
Actualmente, el centro cuenta con 2,640 estudiantes en sus turnos matutino y diurno, pero antes del caos de la administración anterior, llegó a tener 2,800 estudiantes.
Sin embargo, es uno de los pocos colegios públicos respaldado por una verdadera ‘comunidad educativa', un concepto que implica el compromiso y esfuerzo conjunto de padres, docentes y estudiantes preocupados por el plan educativo y las actividades del centro.
SU HISTORIA
Al sector de Betania lo despierta cada mañana el ruido y las risas de los adolescentes vestidos de azul que van llegando a este colegio, que nació como primer ciclo en 1961 y pasó a ser instituto en 1972.
Los estudiantes hacen su entrada a través de una escalera o una rampa para personas con discapacidad, bajo la vigilancia de una supervisora que cuida que cada estudiante cumpla con el reglamento del uniforme: corte de cabello sencillo, nada de prendas llamativas, remera del color de ciclo en curso dentro del pantalón, insignia cocida, pantalón azul con corte recto. Para las mujeres, el requisito incluye falda debajo de la rodilla, cero maquillaje o aretes llamativos y zapatos negros para todos.
‘Sabes que no puedes entrar maquillada', dice la supervisora en voz alta a una joven que pasa frente a ella al mediodía para iniciar la jornada vespertina.
‘¿Por qué me tienes que hablar así?', cuestiona la niña, de unos 17 años, mientras tuerce la boca y se limpia el rojo de los labios.
‘¡Grosera!', murmura la supervisora.
‘A mí háblame de frente', reta la adolescente, que da media vuelta y decide no entrar a la escuela.
En el Instituto América, la disciplina no se negocia.
UN RETO
La fórmula del Instituto América lo ha llevado a ocupar el sitial de excelencia en los concursos de índole deportiva, cultural o académica.
Algunos aseguran que es un tema de disciplina y dedicación. Así lo cree el profesor Rodolfo De Gracia, quien asegura que el personal docente de este centro educativo se preocupa por los saberes del estudiante y su bienestar.
‘Estamos preparados, actualizados académicamente y queremos que los estudiantes sean el producto de nuestra buena preparación', advierte De Gracia, quien, además, es el miembro más joven de la Academia Panameña de la Lengua.
De Gracia reconoce que la labor de los maestros implica más que asignar tareas: les toca ‘ser receptivos' y entender situaciones complejas.
‘Uno se da cuenta de que hay problemas familiares cuando los muchachos empiezan a bajar las notas. Son jóvenes y vulnerables', afirma el docente mientras sostiene su maletín.
Con más de 20 años de experiencia, ha desarrollado la habilidad para entender a los adolescentes y convertirse prácticamente en ‘amigo'.
Otros, como Luis Cedeño, presidente de la Asociación de Padres de Familia, cree que el éxito del Instituto se debe a la conjunción de varios factores, entre ellos la voluntad de los padres, el compromiso de sus docentes y el entusiasmo de sus estudiantes.
Las actividades extracurriculares que se realizan en la institución ayudan a sobrellevar las cargas.
Muchos de los jóvenes provienen de áreas de riesgo social: San Miguelito, Los Andes, Tocumen y, en menor medida, de Panamá Oeste.
La realidad del país no desaparece a la puerta del Instituto América, donde hay jóvenes con muchas ganas de estudiar pero con escasos recursos. Para ellos, la escuela también responde.
Hay un comedor estudiantil donde se les da desayuno y almuerzo a 100 estudiantes.
‘Es lo que el colegio puede dar, aunque sabemos que son más los que necesitan este apoyo', afirma Cedeño.
La conciencia de los docentes de las limitantes económicas de las familias de los educandos los lleva a hacer concesiones en las aulas; el Instituto América tiene estudiantes que viajan entre tres y cuatro horas al día para llegar a la escuela y luego regresar a sus casas.
En el caso de Lester Cárdenas, quien vive en Las Cañitas de Chepo y cursa su último año en el Instituto América, el día comienza a las 3:30 a.m. Pero eso no le impide ser vocero estudiantil, pertenecer al Club de Ciencias y además, integrar el cuadro de honor.
Las doce horas que Lester pasa fuera de su casa, no frenan su ambición de convertirse en abogado marítimo. Él dice sentirse orgulloso de ser ‘Americanista' y ansioso, no demora su carrera educativa hacia el futuro, una competencia que el Estado panameño, entre burocracia y falta de inversión, está por perder.