“No dejo de oír a la gente pidiendo auxilio, su hilo de voz perdiéndose en la oscuridad y la silueta de un hombre en el techo de su coche alumbrada por...
- 15/01/2024 00:00
- 14/01/2024 17:36
Una extensión del dosel del bosque de manglar de Panamá Viejo, en la Bahía de Panamá, ya no es verde. Una porción – frente a un tramo del Corredor Sur- perdió sus hojas. Los troncos y ramas secas, apenas sostenidos por los fangos, parecen anunciar la muerte del humedal.
Otra porción aún conserva sus hojas, pero su color parece indicar que están a punto de caer. Se trata de árboles jóvenes, de cerca 20 ó 23 años. A mediodía, en plena estación seca, con el sol en su cenit, el escenario impresiona.
Digna Barsallo, la directora de Costas y Mares Ministerio de Ambiente (Miambiente) pasaba por el Corredor Sur - frente al tramo de Panamá Viejo y Coco del Mar - y su asombro fue mayúsculo al percatarse que el manglar había cambiado el natural verde de sus hojas por el ocre. De inmediato se encendieron las alarmas.
Lo asoció al cambio climático que incide en la severidad de El Niño, caracterizado por la disminución de las lluvias y el aumento de temperaturas marinas. Las normales oscilan entre 27° y 28°. Pero, actualmente alcanzan los 37 ° y más.
Barsallo notificó la situación: envió un correo a la Dirección de Información Ambiental y pidió una investigación que evalúe las evidencias y determine las causas de la degradación de los manglares de la Bahía de Panamá.
Tania Romero, bióloga que estudió el impacto del fenómeno de El Niño en el 2015 - 2016, lo confirma. La experta en temas de manglares explica que esta es una reacción de los árboles al incremento de temperatura y escasez de lluvias, que es propia de eventos extremos.
La decoloración y caída de las hojas son los primeros signos de la agonía del ecosistema. Es también un mecanismo de sobrevivencia de los manglares– que empiezan a perder sus hojas y su coloración - para reservar energías y mantener por un mayor tiempo la estructura del árbol (ramas y troncos), agregó Romero.
Pero, no son los únicos. Los manglares de Juan Díaz - que están cercanos a la planta de tratamiento de aguas servidas– también tienen áreas con apariencia fúnebre.
Muro de defensa
El manglar de Panamá Viejo está cercano al afluente del Río Abajo, que le proporciona el agua dulce, y al litoral pacífico. Acompaña la línea de edificios y viviendas erigidos en el límite de una zona histórica, donde reposan las ruinas de la primera ciudad de Panamá, fundada hace 504 años. Funciona como una barrera natural que amortigua los efectos de los oleajes y marejadas contra las estructuras.
Esos árboles salados son organismos vivos que requieren de ciertas condiciones para crecer y desarrollarse. Normalmente pueden sobrellevar los excesos de agua dulce y salada a los que están expuestos en el área de transición. Cuando la marea sube, los árboles absorben las sales y nutrientes a través de sus raíces. Al bajar la marea, el exceso de sal, que queda en sus raíces, se lava con la lluvia.
En la temporada seca, se pierde ese recurso. Eventos climáticos extremos como El Niño puede conllevar a la planta a un “estrés hídrico”, que impediría cumplir la función de eliminación de sales, añadió la bióloga Tania Romero. Pueden sobrevivir dos o tres meses en este ambiente extremo por su capacidad de resiliencia.
Pero con un fenómeno como El Niño - que duplicaría el periodo de la estación seca- las probabilidades de sobrevivir de los manglares son escasas. Primero caerían las hojas y luego las ramas. Por último, podrían perder el tronco. A un tronco debilitado – sin hojas ni ramas - podrían caerle insectos y hongos que descomponen la madera.
Más aún cuando han sido expuestos a un evento previo y extremo de La Niña – que provoca exceso de lluvias –, y que trae consigo escorrentías de ríos que se acumulan en las raíces de los manglares y las cubren, impidiéndoles absorber y expulsar sales.
“La superficie que tenían para eliminar la sal es reducida porque las raíces han sido cubiertas en un 25% y probablemente 50%. Solo tendrían un 50% para ayudarse en la sequía extrema”, concluyó Barsallo. Aunque, habrá algunos organismos que no morirán del todo y tendrán la capacidad de regenerarse.
El Niño 2015 -2016
Un fenómeno similar ocurrió entre 2015 y 2016. Los manglares de Panamá Viejo, Juan Díaz y La Maestra perdieron sus hojas y la coloración del follaje. Esto ocurrió a lo largo de la costa entre la Ciudad de Panamá y la provincia de Darién. Hubo una alta mortalidad: 70% en áreas cercanas al mar y 20% en otras más alejadas.
Los de Juan Díaz y La Maestra sufrieron un evento de mortalidad masiva. Los de Panamá Viejo experimentaron la defoliación de las hojas, pero se recuperaron rápidamente, aseguró Steve Paton, investigador de la Secretaría Nacional de Ciencia y Tecnología (Senacyt).
Los primeros estudios – que se realizaron entre agosto y septiembre de 2016 - apuntaban a un incremento de la actividad herbivoría -que es cuando un insecto consume una planta – como causa de la muerte de los manglares.
Para confirmar o descartar la hipótesis, un equipo multidisciplinario de tres instituciones y nueve organizaciones, liderado por Senacyt, realizó un monitoreo de insectos (polilla), hongos y enfermedades. También hicieron una evaluación ecológica y fisiológica de los manglares, así como pruebas fisioquímicas al agua y suelo, y estudios de los niveles de almacenamiento de carbono.
Las conclusiones están consignadas en el documento “Estudio y Monitoreo de los Manglares de la Bahía de Panamá”. La polilla no era la causa de las afectaciones a los manglares. Su presencia era normal en la época en que se produjo el fenómeno y no causó afectaciones severas, según el documento.
Los científicos agregaron que, aunque estos insectos son los que más usan el foliar del manglar, sus ataques son esporádicos. Además, forman parte de la fauna de los manglares y son enemigos naturales de ciertas plagas que afectan los árboles.
Ubicados en la Bahía de Panamá, que forma parte de la Convención Ramsar sobre protección de humedales, estos manglares son considerados como uno de los sitios importantes de migración de aves de Norte a Sur de América y viceversa. Se estima que, solo de aves playeras, transitan anualmente hasta dos millones de ejemplares por esta zona.
Salinidad tóxica
Como consecuencia de la sequía de 2015 y 2016, hubo una evaporación extremadamente alta que provocó que la salinidad del suelo de los manglares alcanzara niveles tóxicos. Los árboles que se habían desarrollado bajo condiciones de abundantes lluvias y nutrientes, no lograron tolerar la escasez de lluvias, durante ese periodo. Así lo establece el estudio del equipo multidisciplinario.
”La acumulación de estrés hídrico causado por tres años seguidos de lluvias por debajo de lo normal”, pudo haber causado la muerte de los manglares, indicó Steve Paton, investigador de Senacyt.
El mismo episodio (2015-2016), que se experimentó en la Bahía de Panamá, fue reportado en toda la cuenca del Pacífico. En Australia, se reportó la mortalidad masiva de manglares en la Bahía de Carpentaria. En Ecuador, se ha estudiado cómo diferentes eventos de El Niño alteran los niveles del mar en el Golfo de Guayaquil.
Hombre vs naturaleza
A esta cadena de situaciones hay que sumarle el grave impacto de las actividades humanas. Las aves conviven en el manglar junto a latas vacías, botellas de plástico, restos de neumáticos y suelas de calzado, que han llegado al bosque arrastrados por la marea, favoreciendo la contaminación.
Hay, además, otras actividades producidas por los seres humanos que también atentan contra la conservación de los manglares. Entre ellas están el uso de suelo, el manejo inadecuado de aguas servidas y el desarrollo humano desordenado que incrementa la sedimentación.
Extensión de manglares
Panamá, con 187.064 hectáreas de manglares, es uno de los países de Centroamérica que tiene más bosques azules. El país, con costas en el Pacífico y el Atlántico, tiene 12 de las 75 especies puras que existen en el mundo. Pero desde la década de los 70 ha perdido más del 50 %. Sin embargo, en algunos lugares ha aumentado su cobertura por procesos naturales.
Eran muy apreciados por las sociedades precolombinas, pero la introducción de la ganadería, hace cinco siglos, provocó que la sabana se convirtiera en el ecosistema principal y que los manglares empezaran a ser percibidos como “inútiles” para la actividad humana.
Aún se tiene la percepción de que los manglares son poco productivos y deben ser sustituidos por inversión inmobiliaria. Pero la realidad es que las afectaciones a los bosque de manglar comprometen los bienes y servicios de captación de carbono, reciclado de nutrientes, capacidad de refugio de especies marinas de importancia comercial, al tiempo que reduce la defensa de las costas frente a la intrusión de aguas marinas y su protección contra las tormentas.
La sequía de 2023
El 2023 fue el segundo año más seco en 98 años de registros en la reserva biológica de Barro Colorado. Estuvo apenas 5mm por arriba del más seco, 2015, según datos suministrados por el Instituto de Investigaciones Tropicales Smithsonian (STRI, por sus siglas en inglés), Con este reporte coinciden los efectuados por personal del Parque Natural Metropolitano.
Estuvo marcado por la llegada de El Niño que alcanzó una intensidad fuerte en Panamá para agosto, septiembre y octubre. Y así se ha mantenido el primer mes del año 2024. En Panamá, se estima que las precipitaciones se reducirían entre un 15% y 40% por causa de su severidad.
Sin embargo, en los meses de noviembre y diciembre hubo lluvias normales. Eso quiere decir que los manglares entraron en la época seca con más agua que en 2015 y 2016. Las lluvias de 2013 y 2014 fueron por debajo de lo normal. Pero, el 2021 y 2022 fue muy húmedo.
Pero, cada evento de El Niño es diferente y las condiciones que lo proceden también lo son. Por tanto, “es difícil predecir cómo se comportará el manglar ante este nuevo episodio de sequía asociado al fenómeno del clima”, señala Omar López, otro investigador asociado a la Senacyt.
“Este año hay una sequía, como no hemos visto en toda la historia ni en los últimos 100 años”, pronostica Julio Montes de Oca, Director de Resiliencia Costera de Audubón Américas.
La conservación del manglar ha tomado relevancia en el ámbito nacional en los últimos cinco-siete años por su potencial de mitigación al cambio climático, que es irónicamente una “oscura” amenaza para el ecosistema, dice Montes de Oca.
Sin embargo, en los manglares de la Bahía de Panamá poco se ha avanzado. “Se ha logrado el desarrollo del plan de manejo, pero de manera concreta no se han implementado las recomendaciones vertidas” en el informe para mitigar su impacto contra eventos extremos, concluye López. La ausencia de prevención, unida a la fuerte amenaza climática, compromete el futuro de los manglares panameños.
Mientras tanto en Panamá Viejo se decoloran las hojas esperando la acción reivindicadora del ser humano o un milagro de la naturaleza.