La administración pública y la complejidad del riesgo socio-ambiental

Actualizado
  • 25/12/2022 00:00
Creado
  • 25/12/2022 00:00
Los riesgos socio – ambientales desde hace varios años atrás se han convertido en parte de nuestra rutina, afectando cada vez más a la población más vulnerable, no sólo en su frecuencia de manifestación, sino también en el nivel de afectaciones con tendencias catastróficas
La administración pública y la complejidad del riesgo socio-ambiental

Desde el nacimiento de la República a la fecha, la sociedad panameña ha presenciado cambios vertiginosos en todos los ámbitos de su dinámica de vida, aupado por un significativo crecimiento económico, lo cual no ha resultado necesariamente en desarrollo. Este crecimiento económico se ha implementado sin ningún tipo de límites en lo que atañe a la explotación del espacio natural, salvo el cumplimiento de los requisitos burocráticos. Producto, de esta dinámica se han proliferado los riesgos socio – ambientales. Uno de los aspectos facilitadores de estos resultados en lo que atañe a la administración del Estado, es precisamente, la falta de diálogo y coordinación interinstitucional que gire en torno a objetivos comunes, más que en función de competencias privativas sectoriales.

Las diversas problemáticas con la cual debe lidiar la sociedad en su conjunto, dentro de su rutina diaria, se han hecho cada vez más complejas, profundas y extendidas. Sin embargo, frente a estas constantes mutaciones de los problemas hay algo que no cambia, permaneciendo inalterable e inconmovible y es, precisamente, la funcionalidad del sector público. Es un sector donde se realizan cambios cosméticos, pero no de fondo.

Lo fundamental en cuanto: al abordaje interdisciplinario, la interacción interinstitucional permanente, la fortaleza institucional y sobre todo la visión integral de la problemática continúan siendo un reto, conllevando con ello, que las problemáticas se sigan multiplicando y agravando, tal como ocurre en la actualidad.

Vinos nuevos en odres viejos

Tal como sucede en la sentencia bíblica sobre cómo se revienta el odre viejo al echar el vino nuevo, conllevando al esparcimiento de este último, algo similar ocurre en la gestión pública. Los problemas actuales, han ido variando y mutando en aspectos tales como: sus manifestaciones, alcances, interacciones, etc. A tal punto, que los mismos se originan en determinados sectores de la sociedad, pero sus consecuencias se sufren a su vez en otros sectores.

Ponemos como ejemplo: la inseguridad, la corrupción, la ocupación de espacios de forma espontánea y un largo etcétera; actualmente no hay problemática que comience y termine en un sector en particular. Sin embargo, al estar estructurada la gestión pública de forma sectorial con competencias privativas, esto ha conllevado que las consecuencias se traten con medidas paliativas o mitigantes, pero de ninguna manera de forma causal, dado que conllevaría una exacerbación de las respectivas competencias.

Las consecuencias de esta forma de operar no se han hecho esperar y es que cada vez no sólo la problemática no se detiene, sino que tiene el efecto contrario, está en constante crecimiento y deterioro, pese a la inversión de cuantiosos recursos de todo tipo. Por otro lado, se observa que al mantenerse operando sectorialmente, es común ver como las diversas instituciones, lejos de contribuir en la solución de las problemáticas, en su operar de forma aislada, generan más bien el traslado de problemas de una institución a otra con lo cual se incide en un desperdicio de recursos y desgaste social.

La administración pública debe evaluar y actualizar el abordaje y la operación de su gestión y adecuarla acorde a la complejidad de la problemática. Esto le permitiría tener una visión holística e integral y no perder de vista las interacciones las cuales son vitales para comprender comportamientos y resultados.

La complejidad ambiental frente a la simplicidad sectorial

El tema ambiental no escapa a esta realidad. El espacio natural por sí mismo es complejo dadas las interacciones, ciclos, procesos acumulativos y demás dinámicas que inciden en su funcionamiento, sin embargo, esto no es considerado al momento de plantearse su administración. Lo que se observa es que un mismo recurso, puede a su vez ser administrado por una pluralidad de instituciones dependiendo de su fin o uso; no así de su dinámica, un ejemplo clásico, es el agua.

Pero, más allá de esta particular forma de administrar los recursos naturales, existe una situación más preocupante y es lo que atañe a la gestión ambiental versus los riesgos socio ambientales. En nuestro país se hace especial énfasis en la gestión ambiental, sobre todo, aquellas que tienen que ver con los estudios de Impacto Ambiental tanto del sector público como privado; también está la creación y mantenimiento de áreas protegidas, hay un sinfín de leyes y normativas en torno a diversos recursos y un largo etcétera de esfuerzos constantes en función de la preservación de los recursos.

Sin embargo, estos esfuerzos se caracterizan por funcionar de forma aislada y sus resultados tienden a ser parciales. Y los mismos están encaminados, en última instancia, hacia la conservación, por un lado; y por el otro hacia la mitigación o compensación. Las dinámicas de los grupos sociales y en particular la exacerbación de las actividades económicas no se encuentra integradas como parte fundamental de la problemática y menos aún de las soluciones.

En este sentido, los riesgos socio – ambientales desde hace varios años atrás se han convertido en parte de nuestra rutina, ocupando una parte de noticieros diarios y afectando cada vez más a la población más vulnerable, no sólo en su frecuencia de manifestación, sino también en el nivel de afectaciones con tendencias catastróficas. Frente a esta realidad se hace imperativo la gestión de los riesgos socio – ambientales. Pero, una gestión del riesgo encauzada hacia la prevención de la ocurrencia de los mismos, más que entenderla como un sistema de alerta temprano, esto último es tal como está concebida en Panamá.

Prevención del riesgo vs. sistema de alerta temprana

Los riesgos socio ambientales, están impactando a los grupos sociales más vulnerables, es común ver espacios inundables siendo ocupados una y otra vez por los mismos o distintos grupos sociales, cuyas alternativas tienden a ser precarias. En este sentido, se ha optado, por un lado, por la tecnología y por el otro por un sistema de alerta temprana, pero ninguno de los dos atiende la prevención en cuanto a la minimización de la ocurrencia del evento, pues de ser así, estaríamos frente a un escenario diferente.

El trabajar en función de la prevención del riesgo socio – ambiental haría necesaria la reestructuración de la forma operativa en que funcionan las instancias convocadas en la administración de los diferentes espacios naturales en sus diversos componentes. Donde la necesidad de trabajar en función de objetivos comunes haría obligante la coordinación permanente. Haría imperativo el diálogo e interacción entre las ciencias naturales y las ciencias sociales, las cuales han estado actuando de forma separada; siendo que los efectos de la crisis se observan en el espacio natural, pero su causa se encuentra en el social – económico.

Partiendo, del supuesto compromiso de trabajar en función de la gestión de los riesgos, esto propiciaría una intervención más integral, pues debe incursionar en las causas, más que en la mitigación de las consecuencias; y en su incursión propiciaría una gestión ambiental más acorde con la naturaleza de la problemática. En este sentido, no se podría obviar la incorporación en el análisis y el debate de la sociedad en su conjunto, con todos sus componentes: económico, político, cultural, jurídico; pues, la crisis ambiental hace parte de todos estos aspectos que hasta ahora han sido obviados en su abordaje y tratamiento. Así de compleja, es la gestión del riesgo.

La autora es socióloga y docente universitaria

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