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- 10/09/2022 00:00
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Las aceras, los espacios en la ciudad para peatones son una creación surgida por la necesidad de separar los distintos sistemas y usos de la calle, relacionadas principalmente con la movilidad. Antiguamente la calle era compartida con los caballos y coches; luego con los vehículos privados y el transporte urbano.
Las funciones de las aceras son múltiples, una de ellas es la movilidad, al desplazarnos de un lugar a otro o utilizar el transporte público: la última milla, debido a que la mayoría de los viajes se realizan caminando.
También es un espacio para el intercambio comercial, pues sobre la acera y adyacente a ella es común la venta de artículos y productos de consumo: un paisaje urbano característico de muchas de las ciudades de América Latina, con base en una activa vida urbana. Por último, es un gran espacio para la sociabilidad, de reconocimiento y convivencia entre extraños.
El título del libro del arquitecto danés Jan Gehl: Life Between Buildings (La vida entre los edificios) describe este escenario para la vida pública a través del espacio que creamos entre los edificios en las áreas urbanas que incluyen las calles, los parques y las aceras (o banquetas, caminerías, veredas, andenes y demás).
Pero no todas las aceras son iguales, existen distintos matices ya sea en áreas urbanas, periurbanas y rurales que van a definir su naturaleza. Más que una medida o una receta material es un espacio complejo que debe incluir soluciones, como la protección del sol y la lluvia (los árboles o las cubiertas), la protección de la invasión por otros sistemas (los bolardos) y también la ambientación para que el trayecto o paseo sea una experiencia agradable (los jardines y las fachadas activas). Esto también incluye los espacios de transición entre la acera y otros sistemas, como una parada de buses o la rodadura vehicular de una calle.
La existencia y calidad de las aceras es una medida también de equidad social, si permite o no el acceso a los discapacitados, niños y adultos mayores para desplazarse en silla de ruedas, coches o andaderas.
El mal estado general de las aceras en la ciudad de Panamá –y en el resto de las zonas urbanas del interior del país– salta a la vista y cabe la pregunta acerca de este ámbito de la infraestructura: ¿quién construye y repara las aceras?, ¿quién las limpia y las mantiene? ¿Cuál es su condición jurídica?
Por un lado, existe la ciudad heredada de modelos históricos con su infraestructura que, en algunos casos, no requiere la construcción de aceras nuevas, sino su mejora o mantenimiento, y por otro lado, el enorme reto de la construcción de aceras nuevas en desarrollos desfasados, con los estándares internacionales del siglo XXI.
Por último, están los lugares donde simplemente no se necesitan, basados en otros modelos de movilidad.
No se necesita un extenso diagnóstico para entrever el estado de las aceras en Panamá. Para ser riguroso y agregar alguna metodología, en el año 2015 el Municipio de Panamá, con el apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), realizó un estudio en cinco barrios de la ciudad de Panamá llamado 'Walkability Tool' con el objetivo de medir cualitativa y cuantitativamente, tramo a tramo, las condiciones de las aceras de los barrios de Bella Vista, Campo Alegre, Obarrio, El Cangrejo y parte de San Francisco; como pieza del programa de Ciudades Emergentes y Sostenibles (ICES).
Con los datos recogidos y su análisis se logró determinar un puntaje de 0-100 basado en distintos aspectos de las aceras como: seguridad (iluminación nocturna), aspecto ambiental (drenajes, vegetación y árboles), escena urbana. De la muestra realizada, fueron bajísimos los puntajes de las aceras de Obarrio y Campo Alegre, particularmente sobre la calle 50 y la vía Brasil; esto a pesar de que tiene un trazado de manzanas cortas fácilmente caminable.
Igualmente San Francisco, con puntajes bajos. Los barrios que mejor salieron fueron Bella Vista y El Cangrejo, particularmente este último debido a que el recorrido de los peatones se realiza al lado de fachadas activas y arquitectura residencial abierta (balcones, ojos sobre la calle). Este ejercicio de evaluación de la caminabilidad –fuera del centro histórico– es donde existe una activa zona de negocios y empleos de la ciudad, no solo residentes sino de trabajadores, visitantes y turistas.
Por otro lado, el Gobierno Central, representado en el Ministerio de Obras Públicas (MOP), históricamente ha excluido la construcción de las aceras como parte de sus planes programáticos, así como de financiación, entendida como una labor menor ante la construcción de autopistas, puentes y carreteras. Esta responsabilidad ha sido relegada tradicionalmente a los gobiernos locales, es decir los municipios y juntas comunales; con mucho menos recursos y capacidad de ejecución.
La Autoridad de Tránsito y Transporte Terrestre (ATTT) gobierna sobre la acera, pues es la encargada de hacer las inspecciones y poner las multas en los eventos de invasión de los vehículos, pero son los municipios quienes administran las servidumbres públicas y dictaminan algunas disposiciones.
Por otro lado, el Miviot norma la urbanización serial a través de un manual de urbanización con algunas reglamentaciones sobre las aceras. La situación es más compleja en las esferas donde no existe un sistema de alcantarilla pluvial subterráneo y las cunetas superficiales invaden la infraestructura que debería haber para los peatones.
En Panamá hace falta poner en práctica la pirámide de la movilidad entre sus prioridades, donde se coloca a las personas en el centro de la movilidad, empezando por la construcción de buenas aceras y espacios públicos dignos para todos los ciudadanos.
El resultado será de beneficio tanto económico como de salud pública, ambiental y la convivencia de las personas. Para ello hace falta una estrategia y definición interinstitucional clara que haga efectiva esta gestión en las áreas urbanas, y la financiación de proyectos que hagan realidad estos cambios urgentes en los ambientes urbanos del país.