Crónica del azúcar: ‘Tengo 25 años y ya soy diabético’

La próxima semana se celebra el Día Mundial de la Diabetes, fecha que trata de hacer conciencia sobre los peligros de esta condición.

Tantos avances científicos y no han podido inventar nada mejor que esto— es lo primero que pienso casi todas las mañanas, cuando me pincho el dedo para sacarme sangre y poder medirme los niveles de glucosa.

Y así pienso, por lo menos, unas cuatro veces más cada día. A veces menos, a veces más. Como estoy en los primeros meses de que se me diagnosticó diabetes, por recomendación del doctor debo medirme los niveles de glucosa antes de cada comida y dos horas después. En algunas ocasiones, cumplo con esta instrucción al pie de la letra; en otras, quizás por el ritmo que lleva mi día, quizás por otras razones (el saber que en mi comida anterior comí algo que no debía o que comí en exceso, el pensar que una caja con 25 tiras me cuesta en la farmacia $18), me salto algún par de pinchazos.

¿QUÉ ES LA DIABETES?

La diabetes, explica la Federación Internacional de Diabetes (FID), es ‘una afección crónica que se desencadena cuando el organismo pierde su capacidad de producir suficiente insulina o de utilizarla con eficacia’. La insulina —detalla la Becton, Dickinson and Company (BD), una compañía que desarrolla tecnología médica— es ‘la llave que abre la cerradura de las puertas de las células del cuerpo para que la glucosa (azúcar en la sangre) pueda entrar y sea utilizada como energía’. Si el cuerpo no logra procesar la insulina, advierte la FID, ‘ésta queda circulando en la sangre (hiperglucemia) dañando los tejidos con el paso del tiempo. Este deterioro causa complicaciones para la salud potencialmente letales’.

Cuando le comento a alguien que soy diabético, lo primero que me preguntan es si tengo que inyectarme insulina. Y a todos les respondo que no, y es que no todos los diabéticos se deben inyectar insulina. Algunos, como yo, necesitamos dieta y medicina (pastillas). Y es que existen tres tipos de diabetes: La tipo 1, la tipo 2 y la mellitus gestacional. Aunque es la misma enfermedad, cómo se generan y la forma cómo se tratan son diferentes.

La definición de la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que la diabetes tipo 1 es aquella que ‘se caracteriza por la ausencia de síntesis de insulina’. Antes, se le llamaba ‘diabetes insulinodependiente o juvenil’, ya que, tal como explica la FID, aunque la enfermedad puede afectar a personas de cualquier edad, ‘suele aparecer en niños o jóvenes adultos’.

La tipo 2, es el tipo de diabetes más común, la OMS apunta a que abarca el 90% de los casos a nivel mundial. Se le llamaba ‘no insulinodependiente o del adulto’, ya que, como explica la NIH Medline Plus, se consideraba que este tipo ‘no atacaba a los jóvenes’; no obstante, en la actualidad, ‘este trastorno afecta también a ciertos niños’.

La española Fundación para la Diabetes, añade que ‘está aumentando mucho su incidencia en adolescentes e incluso preadolescentes con obesidad’.

La FID explica que ‘en la diabetes tipo 2, el organismo puede producir insulina pero, o bien no es suficiente, o el organismo no responde a sus efectos, provocando una acumulación de glucosa en la sangre’.

La diabetes mellitus gestacional, tal como lo indica su nombre, se presenta durante el embarazo. Explica la OMS que ‘corresponde a una hiperglicemia que se detecta por primera vez durante el embarazo’. Además, publica la OMS es su página web que ‘sus síntomas son similares a los de la diabetes de tipo 2, pero suele diagnosticarse mediante las pruebas prenatales, más que porque el paciente refiera síntomas’. La NIH Mediline Plus agrega que ‘si bien suele desaparecer una vez que dan a luz, aquellas mujeres que la han tenido, así como sus bebés, tienen mayores probabilidades de contraer diabetes tipo 2 en el futuro’.

LA NOTICIA

Yo fui diagnosticado con diabetes tipo 2 el 29 de junio de este año; es decir, casi 5 meses ya. Pero a veces me pregunto desde cuándo tenía la enfermedad.

El enterarme que era diabético fue, hasta cierto punto, una coincidencia. Yo terminé en la sala de urgencias del Hospital Santo Tomás por otra razón, un súbito dolor en la rodilla. Cuando los médicos me mandaron a hacer unos exámenes de sangre, fue que se dieron cuenta de que era diabético.

-Usted no nos había dicho que tenía diabetes- me dijo la doctora que me atendía.

-Es que, hasta donde sé, no lo soy- le respondí.

- Pues ya lo sabe, es diabético- agregó antes de pasar con el siguiente paciente.

Yo solo atiné a llevarme las manos a la cabeza.

EN RETROSPECTIVA

‘Excreción excesiva de orina (poliuria), sed (polidipsia), hambre constante (polifagia), pérdida de peso, trastornos visuales y cansancio’. Esos son, según la OMS, algunos síntomas visibles de la diabetes.

Cuando me siento a pensar si yo tenía alguno de esos síntomas, concuerdo con casi todos: En un día, así como me podía tomar hasta 3 litros de soda, también me tomaba 4 litros de agua, como si fuera lo más normal; obviamente, orinaba más de una docena de veces al día. Además, comía cerca de 3 mil calorías al día o, incluso un poco más, pues entre el desayuno, almuerzo y cena, estaban incluidos toda una serie de colaciones, postres y entremeses. En su mayoría, dulces, lácteos y bebidas carbonatadas.

Pérdida de peso, en realidad lo presenté justó después de que me dijeron que tenía diabetes; trastornos visuales, pues hace muchos años utilizo gafas. Cansancio. Eso sí es un signo que era evidente en mí. Yo podía dormir 13 horas seguidas y, no obstante, me levantaba con sueño. Es más, en las mañanas, a la hora de ir al trabajo, lo que hacía era despertarme, desayunar e, inmediatamente, volverme a dormir, por lo menos una hora más o, si se podía, dos.

Como soy hipertenso desde los 16, nunca he tomado bebidas energizantes; pero el sueño me lo quitaba con café ( mocaccino con cuatro sobres de azúcar) o una bebida de Cola (al medio día, generalmente, ya llevaba 2 botellas de 600 mililitros).

‘Una bomba de tiempo’, como me comenta una amiga, curiosamente, de padre y abuelo materno diabéticos.

CIFRAS

En el portal de la OMS sobre diabetes, una de las primeras cosas que se lee es que ‘en el mundo hay más de 347 millones de personas con diabetes’. Para el 2010, hace cuatro años ya, se había estimado que morirían, aproximadamente, 3.4 millones de personas debido al exceso de azúcar en la sangre en ayunas. La misma Organización Mundial de la Salud detalla que ‘más del 80% de las muertes por diabetes se registran en países de ingresos bajos y medios’.

En Panamá, la FID advierte que hay 184 mil diabéticos, de los cuales, casi la mitad (cerca de 85 mil) desconoce su condición. Las causas de este desconocimiento, apunta la OMS, es que ‘los síntomas pueden ser similares a los de la diabetes de tipo 1, pero a menudo menos intensos. En consecuencia, la enfermedad puede diagnosticarse sólo cuando ya tiene varios años de evolución’.

Durante este tiempo, explica la FID, ‘el organismo se va deteriorando debido al exceso de glucosa en sangre’.

LAS CONSECUENCIAS

Prácticamente no hay una parte del cuerpo que la diabetes no afecte. La OMS advierte que ‘en los pacientes con diabetes el riesgo de muerte es al menos dos veces mayor que en las personas sin diabetes’. Y es que, ‘con el tiempo, la diabetes puede dañar el corazón, los vasos sanguíneos, ojos, riñones y nervios’. Adiciona la FID que ‘las personas con diabetes también corren un mayor riesgo de desarrollar infecciones’.

Al hacer un listado de qué enfermedades cardiovasculares son más comunes en los diabéticos, la Federación Internacional de Diabetes apunta a las siguientes: ‘Angina de pecho, infarto de miocardio (ataque al corazón), derrame cerebral, enfermedad arterial periférica e insuficiencia cardíaca congestiva’. Además, apunta la FID que ‘en personas con diabetes, la hipertensión, la hipercolesterolemia, la hiperglucemia y demás factores de riesgo contribuyen a que aumente el riesgo de complicaciones cardiovasculares’.

La OMS apunta que ‘un 50% de los pacientes diabéticos mueren de enfermedad cardiovascular (principalmente cardiopatía y accidente vascular cerebral)’.

La Organización Mundial de la Salud anota, igualmente, que ‘la retinopatía diabética es una causa importante de ceguera’. ‘En la retinopatía, la red de vasos sanguíneos que riega la retina se puede bloquear y dañar, causando una pérdida de visión permanente’, profundiza la FID.

En cuanto a los riñones, la diabetes ‘ se encuentra entre las principales causas de insuficiencia renal’, menciona la OMS. La insuficiencia renal crónica, especifica la FID, ‘puede hacer que los riñones sean menos eficientes, o que lleguen a fallar por completo’.

En la página MedlinePlus se comenta, además, que ‘las personas con insuficiencia renal requieren diálisis o un trasplante renal’.

Además de estas complicaciones, está el famoso ‘pie diabético’, el cual, describe la FID como ‘una serie de distintos problemas del pie como resultado de las lesiones de los nervios y los vasos sanguíneos’ las cuales, ‘pueden provocar fácilmente infecciones y úlceras que aumentan el riesgo de una persona de amputación’. Este riesgo, en un diabético es ‘5 veces mayor que el de una persona sin diabetes’.

PARA TODA LA VIDA

‘¿La diabetes no tiene cura, verdad?’. Es la pregunta de cajón. Y, por lo menos hasta ahora, no, la diabetes es incurable. ‘Es posible retrasar el progreso del daño renal o impedir que empeore’, se explica en la web MedlinePlus, pero la diabetes nunca va a desaparecer.

Explica el portal DMedicina.com que ‘El tratamiento de la diabetes mellitus se basa en tres pilares: dieta, ejercicio físico y medicación. Tiene como objetivo mantener los niveles de glucosa en sangre dentro de la normalidad para minimizar el riesgo de complicaciones asociadas a la enfermedad. En muchos pacientes con diabetes tipo II no sería necesaria la medicación si se controlase el exceso de peso y se llevase a cabo un programa de ejercicio físico regularmente. Sin embargo, es necesario con frecuencia una terapia sustitutiva con insulina o la toma de fármacos hipoglucemiantes por vía oral’.

En mi caso, por lo menos, desde que me diagnosticaron, tuve que hacer cambios radicales en mi estilo de vida: Mejorar la alimentación (cero dulces, bebidas gaseosas, comidas grasosas, frituras, comida chatarra, etc., etc.) y hacer dieta (de 255 libras pasé a 183 en casi 3 meses); hacer ejercicio regularmente y tomar medicamento (2 tabletas de 850 mg. de clorhidrato de metformina; 150 miligramos de irbesartán para la presión; y 20 mg. al día de rosuvastatina, que sirve para bajar el colesterol y prevenir enfermedades cardiovasculares).

De llegar a un hospital privado con el azúcar en 262 (aunque llevaba 24 horas sin comer), hoy en día mis niveles rondan entre los 101 y los 120. En casos de desorden (comer fuera de casa, comer en exceso, etc.), he llegado hasta 160. Ya sé cuándo puedo estar un poco ‘azucarado’ y no me asusto. Por ejemplo, si me mareo o, cuando, al despertar, siento un sabor extraño en la boca, algo dulce pero desagradable al paladar.

He conocido casos de personas con 10 años como diabéticos que, luego de un tiempo, logran controlar su situación y, cumpliendo con su dieta y su régimen de ejercicios, logran abandonar la medicina. Incluso, me comenta un compañero de redacción que también es diabético ‘llega un punto en el que ya no te mides más de dos o tres veces a la semana’. Yo, lo escucho sorprendido y, para qué negarlo, hasta envidioso, mientras miro mis dedos que de tanto pincharlos ya se tienen callos.

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