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- 06/06/2024 00:00
- 05/06/2024 20:06
El padre adoptó la tierra panameña como suya.
Nacido en Colombia en 1938, había llegado a Panamá en el año 1967. Santa Fe era entonces un área de difícil acceso y una de las más pobres del país.
Se cumplen 53 años del secuestro, tortura y ejecución –por parte de la Guardia Nacional cuyo jefe era Omar Torrijos– del hijo de Salgar, Antioquia, Colombia, Héctor Gallego. Una desaparición rodeada de circunstancias misteriosas, como el testimonio de tres estudiantes del Instituto Nacional de Agronomía (INA). Ellos estaban en la cafetería la noche que los secuestradores llevaron al sacerdote al lugar. Al sentarlo en una silla, uno de sus captores gritó: “quítenle el crucifijo”. Dos murieron en circunstancias misteriosas.
Este hecho fue rescatado por el agrónomo Luis Hooper, quien desde las páginas del diario El Siglo pedía que regresaran el crucifijo. El que ordenó que lo removieran sigue con vida.
Otro de los testigos escribió un ensayo donde narró lo ocurrido. Lo envió a un concurso de la revista Diálogo Social, pero la izquierda militarista del G2 no permitió que saliera a la luz.
El agrónomo Álvaro González Guzmán, cuyo vehículo del Ministerio de Desarrollo Agropecuario (Mida) fue utilizado para transportar a Gallego, aunque otros sostienen que él lo manejó, sería trasladado a Panamá Viejo. Supuestamente se suicidó una mañana, al ingerir folidol, un insecticida.
Recientemente se encontró su tumba, ya su destino final era un misterio. Después de la invasión de Estados Unidos a Panamá se encontraron los entierros clandestinos en el cuartel de Los Pumas de Tocumen. Un testigo que presenció el entierro señaló dónde estaban los restos de Héctor Gallego. Ahí quedó depositada la venda que cubrió su cabeza, la moneda de un centavo del centenario, su camisa, pantalón, etc.
Una vez desenterrado, la ropa fue llevada a un sastre en La Chorrera, que era padre del enlace de la Fiscalía Auxiliar y la Policía Nacional. Su nombre era José Martínez y tenía el rango de sargento en la policía. Presuntamente se quitó la vida una tarde en la Fiscalía Auxiliar.
Héctor fue secuestrado cuando contaba con 33 años, la edad en que Cristo muere en la cruz. Pero hoy continúa olvidado por Colombia. El expresidente Juan Manuel Santos ordenó al ejército colombiano buscar los restos del padre Camilo Torres en el año 2016. Inmediatamente le envié un “X”. También publiqué un artículo en “La Decana”, que en resumen decía: “Héctor es colombiano nacido en Salgar, ayuden a buscarlo ¿Por qué Colombia se ha olvidado de Héctor?
Ahora el presidente Petro ha anunciado que solicitará a Panamá la repatriación de los colombianos que murieron en la construcción del Canal de Panamá y en la Guerra de los Mil Días. De una vez le despaché un “X”, señalando lo mismo que a Santos, para que ayude a encontrar a Héctor. Ninguno de los dos me ha respondido.
Recientemente se celebró en la ciudad capital un conversatorio entre el escritor cubano Leonardo Padura y el cantautor panameño Rubén Blades. Padura le preguntó sobre la canción “El padre Antonio y su monaguillo Andrés”, del álbum “Buscando América”. Acerca de la canción, Rubén le responde a Padura: “hay varias cosas, primero si notas la canción habla sobre un cura, hay gente aquí en Panamá que me va a preguntar por qué no escribiste del padre Gallego; mire, primero asumimos que el padre Gallego fue secuestrado y desaparecido por las fuerzas que existían en ese tiempo aquí en Panamá, el régimen militar, pero nunca se ha sabido en realidad qué fue lo que pasó ni cómo ocurrió, por lo menos yo no lo sé, asumimos eso”.
Posteriormente le envié un e-mail al cantautor, con adjuntos de artículos y reportajes basados en mis investigaciones sobre el tema. Todo esto para darle una idea de lo que le pudo haber acontecido al sacerdote. Me respondió, entre otras cosas, que “ojalá y se haga justicia no solo al padre Gallego, sino a todas las víctimas de la maldad del poderoso”.
Tras 53 años del secuestro, tortura, y del tiro de gracia que segó la vida de Gallego, espero que Petro también pida que sea encontrado, al igual que organizaciones e intelectuales del mundo. “Y esos muertos necesitan un gabán con que arropar sus sueños”, como dice Korsi en Nocturno en gris. Y Héctor es uno de ellos.