Hacia una diplomacia con malicia

Actualizado
  • 08/02/2025 00:00
Creado
  • 07/02/2025 19:18
Es una verdad lamentable que una de las reservas introducidas por el Gobierno de Estados Unidos de Neutralidad Permanente del Canal, aprobada como potable por el Gobierno panameño, establece como riesgo perpetuo la intervención norteamericana en el territorio nacional.

Las naciones débiles deben ser muy maliciosas en el campo de la política exterior. Sobre todo, si las lecciones de la vida de esa nación han sido amargas. Sobrada razón existe para que los gobernantes tengan responsablemente pleno conocimiento de las zonas críticas del país, y cuanto ocurra en su entorno debe merecer cuidadoso examen. Lo que aparentemente puede ser una actitud inocente de una campaña determinada, podría concentrar males muy previstos y queridos. La malicia, por tanto, es una cualidad efectiva para calibrar o intuir posibles intenciones contrarias al interés nacional.

Es una verdad lamentable que una de las reservas introducidas por el Gobierno de Estados Unidos de Neutralidad Permanente del Canal, aprobada como potable por el Gobierno panameño, establece como riesgo perpetuo la intervención norteamericana en el territorio nacional. Bastaría que la “operación del Canal fuera obstaculizada” o que el “Canal fuera cerrado” para que Estados Unidos haga uso de sus fuerzas militares para reanudar operaciones o para reabrir el Canal.

Como se puede advertir, las condiciones establecidas no tienen igual claridad a la hora de su interpretación. “Obstruir operaciones” es una condición vaga, no especifica y, consecuentemente, sujeta a entendimientos unilaterales. Lo que para Estados Unidos es “obstaculizar operaciones” no lo es necesariamente para Panamá. Una acción que revele lentitud en los trámites de los puertos puede obedecer a problemas burocráticos o fortuitos, pero para Estados Unidos puede ser la puesta en marcha de alguna consigna política del concesionario asiático de los puertos. Podría otros ejemplos más adecuados a la técnica portuaria.

Estos casos hipotéticos pueden ser referibles a la zona critica creada por la reserva precitada y que, como se sabe, también nos ubica bajo el paraguas del Pentágono. De modo que todo comentario y roce con las condiciones establecidas en las reservas debe despertar la malicia de los panameños y en especial, del Gobierno Nacional.

Al respecto, debe producir un mundo de sospechas las crecientes “denuncias” que figuras destacadas de Estados Unidos vienen formulando por la presencia “peligrosa” de inversionistas chinos en las áreas portuarias del Canal. Se ha sostenido que el inversionista en el control de los puertos es el Gobierno comunista chino, se ha agregado muy temerariamente que la administración del Canal está en manos de tales comunistas y se ha afirmado en letras rojas que la seguridad del Canal no está garantizada y que por lo tanto corre peligro. Estas especies provienen de líderes republicanos y demócratas, líderes de un país cuya política exterior es prácticamente bipartidista.

Lo inquietante es que la prestigiosa senadora Hillary Clinton ha terciado en el debate con las mismas conjeturas dando un posible y peligroso sesgo electorero al tema, dada su condición de probable candidata para suceder al presidente Bush.

Pueden existir otros ángulos de apreciación. Uno, que todo obedece a una embestida de intereses que procura eliminar el capital asiático de toda inversión en la expansión del Canal. Otro, que se desea apartar del negocio de los puertos a los actuales concesionarios.

En todo caso, la política alarmista desatada en Estados Unidos sobre la falta de seguridad en el Canal en virtud de la presencia del “capital comunista asiático”, merece una brevísima acotación adicional. No tiene lógica que uno de los clientes más grandes del Canal, China, tenga terrorismo encubierto en sus inversiones. Y no tiene sentido patriótico que figuras prominentes de la sociedad política y económica del país pidan la anulación de relaciones diplomáticas con la China comunista, si este país constituye un peligro para la seguridad del Canal.

Todo lo que viene relatado obliga a extremar la malicia. Estamos en el deber de dejar claro que los tiempos de la patria boba, los días en que la manipulación convertía mentiras en verdades, pasaron a la historia. La consigna debe ser luchar por una diplomacia despierta, viva, maliciosa, máxime en un mundo que ve morir a diario las normas y principios que deben garantizar la soberanía de los pueblos débiles.

Es deber cívico del Gobierno dar seguimiento y respuesta rápida a tanta campaña mal intencionada sobre las inversiones asiáticas y la seguridad del Canal que puede culminar con una nueva apertura del abominable paraguas del Pentágono.

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