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- 02/11/2024 00:00
- 01/11/2024 16:55
En este día, 3 de noviembre, todos los panameños nos identificamos con el significado del concepto patria. Es nuestra cuna común, nuestro presente lleno de promisorios destinos y también sirve la fecha para puntualizar algunos aspectos que no deben admitir incertidumbre alguna.
Cuando el doctor Belisario Porras escribió su ensayo denominado La Venta del Istmo, debe aceptarse que este ilustre panameño no calificaba ni la aceptación o el rechazo del Tratado Herran-Hay en manos del senado colombiano como un contrato de compraventa del territorio panameño, sino como un gran riesgo al que se enfrentaban los dirigentes políticos de la época, dada la expansión imperialista de Estados Unidos.
El doctor Porras no ignoraba, y lo expresaba muy claramente, que Estados Unidos ya venía interviniendo en algunos países del Caribe, como Puerto Rico y Cuba, y esa política expansionista, para Porras, había tocado las riberas de nuestro país. No es que Porras era un convencido de que los estadistas colombianos y panameños desconocían el contenido del Destino Manifiesto en ejecución, sino que de lo que se trataba era que, si no se tomaban las medidas previsoras contra todos los riesgos, el atraco iba a tener el significado de una venta del Istmo. En otras palabras, Porras brindó consejos de advertencia para que los negociadores y políticos panameños comprendieran la intensidad de las intenciones norteamericanas. Es del caso señalar que las premoniciones tenían fundamento al examinar el contenido de los textos de los tratados y los instrumentos jurídicos fundamentales de la nueva República que hoy cumple 104 años de existencia. A la previsión de Porras debemos agregar la de los propios próceres de la República, quienes tomaron la decisión de buscar alternativas independentistas al rechazar el senado colombiano el Tratado Herran Hay.
Se debe afirmar, como una verdad que no admite discusión, que el separatismo era una bandera de las fuerzas políticas que en ese momento determinaban el rumbo de la nación. Porque el sentimiento patrio, nacionalista y democrático, ya había formado el espíritu de la nacionalidad panameña. Una prueba de este aserto se encuentra en la larga lucha de las distintas generaciones republicanas por el perfeccionamiento de la soberanía nacional. La decisión autonomista era tan inquebrantable que la delegación colombiana que vino a Panamá, semanas después del acto patriótico, no pudo seducir a los panameños para que se reintegraran a Colombia, ni siquiera prometiéndoles que Colombia se anexaría a Panamá y Panamá sería la capital de la nueva República.
A lo largo de los cien años de lucha por el adecentamiento de los textos pactados entre Panamá y Estados Unidos, nunca surgió movimiento alguno que procurara la anexión de Panamá a Colombia.
Una curiosidad de la historia es que la “venta” del Istmo de Porras con otros protagonistas como que, en este nuevo aniversario, se concreta. Porque existe la sensación de que no sólo vivimos en una burbuja de fantasías, sino que las mieles de nuestros panales la están comprando por la vía de sospechosas o de increíbles inversiones. Entonces formulemos nuestros votos porque las aprensiones de Porras no sean las catástrofes del siglo XXI panameño.
Resulta más urgente la formulación de los mejores votos si advertimos que el fenómeno inmobiliario de la capital se repite en otras líneas en el resto del territorio.
En reciente viaje que hice por todo el litoral de Azuero logré comprobar con desmesurada sorpresa que no había tierra de importancia turística que no estuviera en manos generalmente de inversionistas extranjeros.
Deseo observar que la ocupación del capital foráneo llega hasta las remotas playas de Cambutal, en los confines de Tonosí. Igual viaje hice por toda la zona costera de David a Punta Burica y se dio el mismo fenómeno de acaparamiento de tierras por capitales seguramente especulativos. Si no fuera especulativo, sino de arraigo en el territorio, cabría la advertencia que siempre los grandes capitales que se han afincado en el país tienen injerencia en la vida política de la Nación. Estos son los peligros que todos estamos observando y que venimos resignadamente tolerando.
Es hora, por tanto, de que los panameños meditemos sobre estos problemas sustanciales y que nos anuncian momentos de inestabilidad social y económica.
Al menos seamos previsores y demostremos que las arrieras no tienen más inteligencia que nosotros. Ellas en los tiempos de la abundancia, en el invierno fecundo, acumulan sus alimentos para las horas de sequías de verano. Y debemos hacerlo, sobre todo ahora, días de burbujas y de ventas hasta de los bienes activos de la Nación.
El Día de la Patria es el indicado para estas superiores reflexiones.