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- 20/08/2023 00:00
Una 'Weltanschauung' con Latinoamérica
“Se han trocado los papeles. Hoy no es la joven e inexperta América, sino la anciana y culta Europa, la que arde en terrible guerra. [...] En realidad, no puede ser más desolador ver que el hombre civilizador del siglo XX aprovecha grandes conquistas de la ciencia para refinar la bestialidad humana” (Andrés Pando, uruguayo, 1914).
En Europa se discute aun si “la Primera Guerra Mundial fungió como parteaguas en la historia europea y mundial” (Purseigle, 2014) pero, para América Latina, a pesar del fragmentado escenario de la Sociedad de Naciones (1919), significó una mayor presencia en el proscenio mundial de carácter multilateral; representó una nueva oportunidad de elevar una voz común en favor de los intereses continentales desafiando, al mismo tiempo, una atmósfera diplomática donde primaba la desconfianza y el secretismo.
“En el primer número de la revista ‘First World War Studies’, Strachan reveló brillantemente las etiquetas y los nombres que había recibido este conflicto: la Tercera Guerra de los Balcanes, la Guerra Europea, la Gran Guerra, la Primera Guerra Mundial” (Purseigle, 2014). Estas denominaciones para un mismo hecho suponen cargas ideológicas de diversa intensidad pero que no recogen una visión del mundo (“Weltanschauung”) que explique el papel de América Latina en esa conflagración. “No obstante, los trabajos recientes han hecho hincapié en la necesidad de colocar la Primera Guerra Mundial dentro de un marco cronológico más amplio (1911-1923)” que explique las transformaciones que acontecieron en Latinoamérica aun antes de iniciado el conflicto militar (Holquist, 2002). Sin embargo, continúan publicándose síntesis de la Gran Guerra que prestan muy poca atención a la experiencia de las regiones que no tuvieron una intervención directa en las operaciones militares porque en la historiografía de la Primera Guerra Mundial América Latina está considerada como un espacio marginal, libre de conflicto. Es decir, el epicentro de los hechos se mantiene en Europa, el “centro de gravedad” no se aleja de una visión eurocéntrica. La neutralidad latinoamericana -al menos durante los tres primeros años del conflicto- no la aísla de los hechos ya que “no sólo fueron testigos de la ‘catástrofe seminal’ del siglo XX, también fueron partícipes y sus experiencias no deben continuar ignorándose en la historiografía” (Purseigle, 2014).
Purseigle y Strachan (2014) afirman que “dado que la neutralidad [de América Latina] es relacional y se define por la interacción con otras potencias y con grandes fuerzas en particular, las entidades políticas neutrales experimentaron la guerra y sus consecuencias como un momento de introspección nacional”, es decir, intensificaron sus reflexiones internas basadas en instituciones -precarias o fuertes, permanentes o esporádicas- que tenían un concepto propio de Estado-nación que, aunque sin estar suficientemente sólido, les permitió adoptar una posición de política exterior. De ahí la necesidad de reconstruir el papel del continente latinoamericano respecto a la Gran Guerra.
Así, afirma Marcilhacy (2014), “el consenso neutralista latinoamericano mantenido a nivel oficial escondía profundas fracturas sociales” pero, en la epidermis, sirvió de catalizador para consolidar los vínculos que existían entre países de valores comunes y así reforzar la conciencia de constituir un grupo de naciones con intereses afines. Esto se manifestó en un activismo diplomático que se evidencia en las múltiples y reiteradas protestas contra la violación del derecho de los neutrales por parte de las Potencias Centrales. En el segundo semestre de 1917, el presidente argentino Yrigoyen invitó a celebrar en Buenos Aires una Conferencia latinoamericana de los Neutrales y aunque recibió el apoyo inicial de doce repúblicas (Panamá y Perú entre ellas) el proyecto fracasó por presión estadounidense que no quería que nada opacase la figura de Wilson (Morales 1987, citado por Marcilhacy, 2014).
De otro lado, García (2017), complementando a Marcilhacy, indica que “la Gran Guerra no fue sólo una conflagración militar sino también la chispa que atizó los patriotismos y nacionalismos” en América Latina proclive a reivindicar tanto la ascendencia hispánica como la indígena. Muchos intelectuales latinoamericanos concibieron la guerra europea como una ocasión para revitalizar sus respectivos países.
Sin embargo, la diplomacia de la neutralidad presentó límites, la presión de los EEUU para contar con mayor número de países alineados tras de sí llevó al “divide et impera” provocando “tensiones entre tendencias difícilmente compatibles como el universalismo, el hispanismo y el panamericanismo” de las diversas naciones latinoamericanas. El resultado final es conocido. Aunque Colombia, México, Paraguay, El Salvador, Venezuela, Argentina y Chile mantuvieron la originaria neutralidad (Palamara, 2015) los demás países del continente optaron por la ruptura de relaciones diplomáticas o la beligerancia contra Berlín y Viena.
Estas fueron las experiencias previas de la América hispana cuando inició su actuación en la Sociedad de Naciones, un teatro multilateral de operaciones diplomáticas y políticas entre dos guerras mundiales.