El buen trato en casa y una vida sin violencia son algunos mensajes incluidos en las letras de las ‘Chiquicoplas’, una versión de las tradicionales coplas...
El 21 de diciembre de 2024, a través de la red social Truth Social, el entonces presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, anunció acciones en torno al Canal de Panamá. Lo que en ese momento parecía uno de los fuegos verbales que caracterizan su figura, cobró relevancia un mes más tarde, el 20 de enero, cuando en su discurso de investidura el ahora presidente insistió sobre el asunto: “China está operando el Canal de Panamá, pero no se lo dimos a China. Se lo dimos a Panamá, y lo vamos a recuperar”.
Luego de la visita del secretario de Estado norteamericano el pasado fin de semana, donde se cruzaron declaraciones, lo que ha quedado claro es que, a falta de una mejor expresión, “el caso del Canal”, expone con claridad lo que los profesionales de inteligencia llaman una «medida activa» (Rid, 2021) y otros, más comúnmente, llamamos una operación de desinformación.
Parece que así lo ha advertido el presidente Mulino, quien en su conferencia de prensa, recogida por varios los medios de comunicación del país, señaló: “Es ‘intolerable’ una relación diplomática basada en falsedades”.
En su libro Desinformación y guerra política. Historia de un siglo de falsificaciones y engaños, el profesor Thomas Rid, fundador del Instituto de Estudios de Ciberseguridad de la Universidad Johns Hopkins, menciona algunos de los elementos clave de una estrategia de desinformación.
Según el autor, entre ellos se cuentan: la filtración de datos con fines malintencionados; la exaltación de las pasiones políticas para profundizar las tensiones y contradicciones existentes en el seno del cuerpo político del adversario; la utilización de hechos reales y falsos -o una mezcla ambos- para sembrar dudas, así como negar en público actuaciones que se desarrollan a la sombra.
Contrario a lo que parece, cuando algún político extravagante suelta un chorro de falacias, no son chifladuras espontáneas, sino un producto elaborado de forma metódica, gestionado de manera profesional con objetivos que pueden ser varios: debilitar a un adversario, socavar la legitimidad de un gobierno, minar la reputación de un líder político, o “facilitar la adopción de una decisión política concreta”, según Rid.
La agresión de Estados Unidos, que comenzó con el argumento de que China ejercía algún tipo de control sobre el Canal de Panamá, ha venido modificándose con unas frase aquí y otras afirmaciones allá... Unas del secretario de Estado Marco Rubio, otras del presidente Donald Trump. ¿En realidad, qué busca el Gobierno norteamericano?
Luego de la reunión del pasado domingo entre Rubio y Mulino, en un comunicado oficial, de 240 palabras, la diplomacia estadounidense, a través de la portavoz Tammy Bruce, sólo hizo referencia a algunos temas clave: el supuesto control del Partido Comunista chino sobre el área del Canal de Panamá; los esfuerzos conjuntos sobre la migración ilegal a través de Darién, y el “deseo de generar un mejor clima de inversión y asegurar igualdad de condiciones que permitan una competencia justa para las empresas estadounidenses”. Las tarifas o el pago de los tránsitos por el vía interoceánica ni siquiera fueron objeto de una mención lateral.
Sin embargo, menos de una semana después de su visita, en un mensaje de 21 palabras en la red social X, el Departamento de Estado aseguró que “los barcos del Gobierno de Estados Unidos ahora pueden transitar por el Canal de Panamá sin cargos, ahorrándole al Gobierno estadounidense millones de dólares al año”. Una afirmación que fue inmediatamente desmentida por la Autoridad del Canal de Panamá.
De nuevo, ¿qué busca realmente el gobierno de Donald Trump? En medios norteamericanos, diversos analistas han tratado de responder esta interrogante. Citado por el New York Times, un exjefe de gabinete del presidente insinuó que todas las amenazas y las provocaciones, que además calificó como falsas, no eran más que “una táctica negociadora para bajar las tarifas”. ¿Qué consecuencia tendría esta medida sobre la inflación, sobre el costo de los productos que llegan a Estados Unidos? Según analistas, también citados por el Times, “ninguno”.
En medio de tanto ruido cuesta obtener algunas nueces. Lo que sí parece obvio es que, por la gracia de la digitalización, como señala Rid, estas “medidas activas” que anteponen la emoción al análisis, la división a la unidad y el conflicto al consenso, son cada vez menos moderadas, más escalables y difíciles de controlar por quienes son víctimas de ellas. Haríamos bien en meditar sobre esto cada vez que estemos al frente de una cesta con frutos secos.
*La autora es periodista e investigadora del Cieps