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- 11/02/2023 00:00
¿Qué son las ciudades cuidadoras y cómo ayudan?
Hace ya mucho que nuestras urbes dejaron de ofrecer condiciones para brindar calidad de vida a su población; ello es el corolario de un modelo de ciudad orientada a maximizar la capacidad productiva de las personas relegando las actividades de cuidado.
La Ciudad Cuidadora concibe las urbes de forma muy similar a como la planteó Lefevre en su libro El derecho a la ciudad. Como un espacio que ofrece condiciones para el desarrollo de vidas dignas, donde todos ejerzan su derecho a habitar, producir, transformar y participar en la construcción de la ciudad; como un espacio de disfrute y encuentro para que personas de diversos estratos sociales y económicos interactúen, donde se patrocinen las relaciones ciudadanas para conformar una comunidad que se cuida.
Las Ciudades Cuidadoras buscan equilibrar el crecimiento económico, el desarrollo social, el cuidado del medio ambiente y la calidad de vida de la gente. Sus principios rectores incluyen variadas facetas: usar energías renovables y restringir la contaminación y destrucción del medio ambiente natural; impulsar los pequeños negocios y economías locales, favoreciendo así el desarrollo económico local y aumentando los ingresos de los ciudadanos de estas comunidades.
Estas ciudades estimulan la calidad de vida a través de, en primer lugar, mecanismos efectivos que aseguren la participación democrática y activa de los ciudadanos en la gestión de la ciudad, incluyendo las decisiones de planificación y diseño que -reflexionando sobre las implicaciones sociales y físicas- logran, efectivamente, construir espacios que mejoran la seguridad ciudadana y afianzan la equidad de género, entre otros atributos. Las normas de desarrollo urbano endosan legislación y fiscalización para defender el derecho de todos a una vivienda digna, asequible y segura; e incluyen espacios públicos, áreas verdes y de recreo de forma equitativa en cada barrio.
En las ciudades cuidadoras se construyen equipamientos urbanos que se localizan en las cercanías de residencias y comercios locales, distribuyéndolos equitativamente en todos los barrios para así garantizar la autonomía personal, seguridad y participación ciudadana de todos. Estos equipamientos son indispensables para el buen funcionamiento de la estructura social; tal es el caso de los equipamientos de descanso (bancos, mesas de picnic, etc.) de juego (parques infantiles y de ejercicio, de refugio (paradas de buses), de eliminación de residuos (basureros y contenedores de reciclaje) de iluminación -esenciales para la seguridad ciudadana- y, otros tales como: fuentes de agua, portabicicletas, baños públicos, kioscos de venta de comida y material de lectura, etc.).
Se promueven normas que determinan que tanto viviendas como equipamientos sean flexibles; es decir adaptables a las necesidades generadas por las distintas fases de la vida: conformación de pareja, llegada y partida de hijos y nietos del hogar; arribo de la adultez mayor, etapas de enfermedades y jubilación, incluyendo cambios en las actividades productivas realizadas en casa.
Además, las ciudades cuidadoras impulsan la accesibilidad y movilidad para que todos circulen con seguridad y autonomía, garantizando transporte público de calidad, promoviendo el uso de bicicletas y asegurando la accesibilidad a personas con capacidades especiales. Se incluyen medidas para la prevención de la delincuencia diseñando espacios públicos seguros para todos, especialmente para las mujeres, integrando en el diseño variables como: iluminación, paisajismo, visibilidad, tránsito vehicular y peatonal, mobiliario urbano, señalización y otras.
Este prototipo de ciudad aportaría en la solución de la polarización económica, la gentrificación, la exclusión social y escasez y mala calidad de los espacios públicos, construyendo un modelo de bienestar social que -sin abandonar las gestiones que impulsan el crecimiento económico- proporcionen equidad social y afiancen igualdad de oportunidades y justicia social.
Ciertamente, las ciudades son centros de oportunidades y crecimiento. No obstante, la evidencia empírica muestra también que los modelos actuales de producción y consumo, sumados a problemas estructurales de las económicas urbanas, provocan graves retrocesos en el desarrollo social, en las condiciones ambientales, y profundizan desigualdades sociales, económicas, educativas y de género. Así lo evidencia, por ejemplo, el Informe Anual de Pobreza y Pobreza Extrema de Panamá (de noviembre de 2022), que destaca que un cuarto de la población es pobre (unos 1.1 millones); que los más ricos (un 10 % del total) reciben un 37.3 % de las riquezas, lo que representa 13 veces más que el 40 % más pobre; y que, entorpeciendo el panorama futuro, existe un 48.21 % de informalidad y un 9.9 % de desempleo[1].
Frente a ese panorama, la Cepal y otros organismos que contribuyen al desarrollo económico y social de los países certifican a las Ciudades Cuidadoras como la mejor alternativa para reducir las desigualdades; lo que no solo es un imperativo ético y un asunto de respeto a los derechos humanos, es el camino certero para reconstruir la desatendida paz social.
Las ciudades cuidadoras son uno de los frutos del paradigma de la Sociedad del Cuidado, cuyas prioridades son el cuidado de uno mismo, el cuidado del prójimo y del entorno, que constituye un alegato esperanzador ante un mundo cada vez más hostil, quebrado y destructor. Adoptar el modelo de Ciudad Cuidadora significaría reconocer que el sistema de disparatado consumismo e individualismo en que vivimos inmersos tiene secuelas sociales y ambientales peligrosas; y que soñar con una ciudad diferente requiere que reorganicemos las instituciones, y ejecutemos políticas públicas con el paradigma de la Sociedad del Cuidado, cuyos valores son la empatía, las solidaridad y la responsabilidad social.
[1]Prensa latina (28/11/2022) https://www.prensa-latina.cu/2022/11/28/panama-crecimiento-economico-y-desigualdad-dos-extremos-en-2022