• 16/03/2022 00:00

Reunión del Consejo de Seguridad en Panamá (3)

“Como colofón, informo que el CS nos costó la bicoca de B/.250 000. Retrospectivamente, ¡nada!”

En la Cancillería, el ministro Tack propiciaba siempre una atmósfera de camaradería y respeto, lo cual no significaba que no tuviésemos diferencias, a veces enconadas. Allí concurrían elementos dispares. Unos favorecían a los Robles-Johnson y otros al canciller Tack, quien respetaba las opiniones de cada uno, aunque no las compartiera.

Algunos (entre otros, Diógenes De la Rosa, Aquilino Boyd y Jorge Illueca) pudieran ser naturalmente seguidores del Dr. Ricardo J. Alfaro y sus congéneres, que atribuían gran alcance a la neutralización. Otros, entre los cuales me insertaba yo, pensábamos que debíamos concentrarnos en la problemática concreta de Panamá y tratar de resolverla, sin demeritar la neutralización.

¿Qué ocurría? La contraparte (embajadores) pensaba todavía en el concepto abstracto de la neutralización, heredado del debate que se realizó en Panamá entre juristas de la región, a raíz de la nacionalización del Canal de Suez por Gamal Abdel Nasser en 1956. La sesión tuvo lugar en la Universidad de Panamá, a principios de los sesenta, bajo la coordinación de mi profesor Diógenes A. Arosemena G., el Pollo Arosemena. Entre los panameños estaban Ricardo J. Alfaro, Felipe Juan Escobar y César Quintero.

Ese debate recogió conceptos válidos en ese momento que no eran aplicables a Panamá, porque no decidíamos el futuro del Canal. Pero la neutralización de los canales interoceánicos en marzo de 1973 -incluido el de Suez- era un asunto complejo e inaplicable, porque el solo plantearlo nos hubiera alienado (restado) del apoyo de Egipto y la Liga Árabe, factores determinantes en el Consejo de Seguridad, por sus nexos con los países no alineados y del Tercer Mundo, de lo que Panamá carecía.

Además, en marzo de 1973, el Canal de Suez, que había sido declarado neutral en 1869 y en 1956, había sido bombardeado y estaba semiocupado por Israel, que provocó su cierre por un tiempo y que lo atacaba por cuenta de Francia y Gran Bretaña, sus antiguos dueños.

Por esa razón, el primero en protestar por nuestro desliz del 15 de marzo fue un representante de Egipto, quien, a cuatro metros de donde yo me encontraba, gritó y pidió furioso suspender la sesión hasta el lunes 18. Empezamos con mal pie, pero quedó abierto el paso a nuestro planteamiento.

Nuestra idea, como le expresé a Tack, era que Panamá debía ganar aunque perdiera. Y eso fue exactamente lo que sucedió con el veto del embajador John Scali de Estados Unidos. Nuestro problema no se resolvería en ese Consejo, pero sí podría abrirnos las puertas al mundo y a un tratado nuevo.

El primer día me topé con el canciller de Cuba, Raúl Roa, quien venía acompañado por Ricardo Alarcón, su embajador en ONU. Al verme, se sorprendió y me dijo: “Oye chico, yo pensaba que estabas en España”. “Me tocaba regresar a Panamá, por varias razones”, entre las cuales esta, de quitarnos el dogal”, le respondí. Raúl Roa, verdadero Canciller de la Dignidad, hizo el mejor recuento de la problemática canalera, exhaustivo y patriótico. Rindió homenaje a los patriotas panameños con estas palabras: “Pero han sido los escritores patriotas –como Julio Yao, Jorge Turner y Jorge Illueca– y los combatientes nacionalistas de Panamá, los que han desnudado su trasfondo neocolonialista o han luchado para exigir su abrogación, desafiando valerosamente persecuciones, atropellos y masacres”. El canciller Tack se volteó y me miró sorprendido al escuchar la alusión. El canciller cubano se enzarzó en un debate con el embajador de Estados Unidos, y recuerdo que Roa le sacó hasta la Biblia.

Notable fue también la labor de la delegación de China. A petición nuestra, estuvieron dispuestos a proponer que Estados Unidos y Panamá debían abstenerse a votar en el CS por ser parte en la controversia. Le informé a Tack de ello, y este le preguntó al Dr. López Guevara, quien respondió que él ignoraba esa posibilidad. Y no hicimos esa moción, que nos daría la victoria.

Tack me nombró su representante personal ante el embajador Huang Hua, quien venía acompañado por el embajador adjunto, Chou Nan, fino diplomático y poeta. Ambos fueron luego ministros de Relaciones Exteriores de China, con brillantes trayectorias, incluyendo la negociación con Reino Unido para devolver Hong Kong a China Popular (Chou Nan). Huang Hua me habló extensamente sobre la revolución china y la Larga Marcha de miles de kilómetros para refugiarse en las Cuevas de Yenán. Durante esa jornada, solo tres de cada diez revolucionarios sobrevivieron. En una cueva de Yenan estuvo el actual presidente de China, Xi Jinping, cuando era un mozalbete, lo cual sirve para demostrar la movilidad social (democracia) en China.

Huang Hua fue el traductor y secretario de Chou Enlai durante la revolución. Fue educado en colegios norteamericanos protestantes, y su inglés, al igual que el de Chou Nan, era exquisito. El embajador Huang solicitó una entrevista con el general Torrijos en Contadora, y pidió que yo fuese su intérprete. Cuando viajé a la República Popular Democrática de Corea, en 1975, como el primer embajador especial de Panamá, por instrucciones de Omar Torrijos, viajé a China en el avión personal del presidente Kim Il Sung e intenté reunirme con el ahora canciller Huang Hua, quien me había invitado a su país, pero no se encontraba. Empero, me envió saludos desde Europa a través de diplomáticos panameños en España.

Durante una recepción a la delegación de China por parte de la comunidad china, Huang Hua explicó que los chinos en Panamá eran y debían sentirse como panameños que debían desarrollar a este país como el suyo propio, aunque siempre llevarían a su país de origen en el corazón.

Como colofón, informo que el CS nos costó la bicoca de B/.250 000. Retrospectivamente, ¡nada!

(*) Analista internacional, exasesor de Política Exterior.
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