• 20/11/2024 02:42

Panamá, las hormigas y la especie humana

Panamá es uno de los países biológicamente más diversos del mundo. Por ello, tiene la responsabilidad... de conservar sus especies de insectos y animales, sus suelos, bosques y cuencas de agua...

En el istmo panameño hay más de 200 especies de hormigas, insectos poco apreciados y comprendidos. Se calcula que sus antepasados datan de hace 140 millones de años. Hoy, muchas culturas las usan de alimento, medicina y hasta en rituales. No obstante, las hormigas son de vital importancia para el equilibrio de la vida en el planeta, porque cumplen múltiples funciones como polinizadoras, dispersoras de semillas, reguladoras de plagas, descomponedoras de materia orgánica y además son el alimento de numerosas especies.

Las hormigas evolucionaron de antepasados similares a una avispa, a mediados del Cretáceo y se diversificaron tras la expansión por el mundo de las plantas con flor. Con la polinización, hace unos 60 millones de años, asumieron una posición ecológica dominante. Hoy estos insectos son uno de los grupos zoológicos de mayor población con 14.000 especies reconocidas y se estima que podrían llegar a ser más de 22.000. En Panamá, una de las especies más comunes son las hormigas arrieras, con 47 especies de los géneros atta y acromynex, presentes desde el sur de México hasta el norte de Argentina.

Llama la atención que estos insectos de origen prehistórico son el principal depredador en los trópicos. Una sola de sus colonias puede atrapar entre 30.000 y 50.000 invertebrados por día, mientras se desplazan entre 20 y 35 kilómetros diarios en busca de alimentos. Las hormigas prosperan en la mayor parte de los ecosistemas y se calcula que actualmente representan entre 15 % y 25 % del total de los animales terrestres. Sus colonias han conquistado casi todas las tierras del planeta, pues los únicos lugares donde no las encontramos son en la Antártida y algunas islas remotas.

Sobre su actividad, estudios indican que los roles de las hormigas están predeterminados al nacer, pero que pueden cambiar según su edad. Viven en enormes familias constituidas por una o varias madres (reinas) y por su progenie de hembras estériles. Dentro del hormiguero todo es por la colonia, por lo que cada obrera lleva sus presas a la cueva para compartirlas con las demás. Socialmente, estos insectos son complejos, porque sus cerebros están estructurados en un sistema neuronal por castas, que especializa las funciones de cada individuo. Precisamente, su éxito como especie se atribuye a esta notable y única organización, con una clara división reproductiva del trabajo, en colonias que van desde solo unas docenas de hormigas hasta las 300.000 unidades.

Dentro de su población, es muy interesante observar que algunas especies practican tipos primitivos de “ganadería” y “agricultura”. Esas hormigas se asocian con unos pulgones llamados áfidos, que son protegidos de sus depredadores dentro del hormiguero durante el invierno hasta la primavera, cuando los áfidos secretan una miel con la cual se alimentan las hormigas. En cuanto a la “agricultura”, las arrieras limpian, cortan y aplastan las hojas, que comúnmente vemos transportar en extensas columnas de obreras, para cultivar el hongo del que se alimentarán.

Asimismo, digna de mencionar es la hormiga bala o tocantera, única sobreviviente del género Paraponera, especie prehistórica que habitó la tierra hace más de 100 millones de años. Su nombre viene del griego ponerina, que significa dolor, porque la sensación de su picadura es 30 veces más fuerte que la de una abeja o una avispa, y quienes han sido picados comparan su intensidad con la entrada de un proyectil. Esta especie se halla principalmente en los bosques fluviales de Brasil, Perú, Bolivia, Venezuela, Colombia, Panamá, Costa Rica y en la península de Yucatán. No obstante, todas las especies de hormigas son importantes, y al igual que otros insectos y animales se encuentran en peligro de extinción por la acción depredadora del sistema económico y la inacción de los gobernantes. Según datos de Naciones Unidas (2019), “más de 40 % de las especies de insectos están disminuyendo... a un ritmo de 2,5 % por año”. Por lo cual, podrían llegar a desaparecer en menos de cien años. El declive de las hormigas y otros insectos se traduciría, en poco tiempo, en el colapso de todo el ecosistema natural. Luego de esto, la humanidad tendría pocas posibilidades de sobrevivencia, sin suelos que produzcan alimentos y sin bosques que sustenten el agua dulce.

Panamá es uno de los países biológicamente más diversos del mundo. Por ello, tiene la responsabilidad no solo con su población, sino con la humanidad, de conservar sus especies de insectos y animales, sus suelos, bosques y cuencas de agua, para mantener la esperanza de la vida humana en la Tierra más allá de los próximos 100 años. En ese sentido, el problema no es solo apreciar a las hormigas, sino, con el ejemplo de estos insectos maravillosos y perseverantes, valorar y volver todas las miradas hacia la naturaleza para admirarla en su justa medida, desde la importancia de una diminuta hormiga o la majestuosidad invaluable de los bosques tropicales. Ya que si la humanidad sigue explotando a la naturaleza al ritmo actual, en pocas décadas entraremos nosotros y nosotras mismos en peligro de extinción.

*La autora es guía naturalista

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